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ellos sabía nada del asunto. Entonces revisé eltexto Maine antes y ahora. Hay más de cuarentareferencias a Derry en el índice, casi todas sobrelos años del apogeo de la industria maderera, perono hay ni una palabra sobre la desaparición de loscolonos originales. Sin embargo, ese... ¿cómollamarlo?, ese silencio, también responde alesquema.Hay una especie de cortina de silencio quecubre mucho de lo ocurrido aquí. Sin embargo, lagente habla. Creo que nada puede impedir que lagente hable. Pero es preciso escuchar con muchaatención y ésa es una rara habilidad. Me precio dehaberla desarrollado en los últimos cuatro años.Un anciano me dijo que su esposa había oído vocesque le hablaban desde el fregadero de la cocina tressemanas antes de que muriera su hija. Eso fue alcomenzar el invierno de 1957–1958. La niña de laque hablaba fue una de las primeras víctimas en laserie de asesinatos que se inició con GeorgeDenbrough y que no acabó hasta el veranosiguiente.—Un lío de voces, todas parloteando juntas –me dijo. Era el dueño de una estación de servicios<strong>it</strong>uada en Kansas Street y hablaba mientras hacíalentos viajes entre los surtidores llenandodepós<strong>it</strong>os, verificando niveles de ace<strong>it</strong>e, limpiandoparabrisas. Dijo que había contestado una vez,aunque estaba asustada. Se inclinó sobre elsumidero y gr<strong>it</strong>ó: "¿Quién diablos son ustedes?265

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