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it-eso-stephen-king

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adelante. El tocador bailó sobre una sola pata,mientras el espejo reflejaba la luz, arrojando unbreve acuario contra el cielo raso. Por fin, seinclinó hacia fuera. Su borde se clavó en los muslosde Tom, derribándolo. Se oyó un tintineo musical,mientras los frascos se hacían trizas dentro. Tomvio que el espejo se estrellaba y levantó un brazopara protegerse los ojos; así perdió el cinturón. Elvidrio se hizo añicos en el suelo, plata por el dorso.Algún fragmento se le clavó, haciendo brotar lasangre.Ahora sí, Beverly lloraba, el aliento le brotabaen fuertes sollozos, casi alaridos. Una y otra vez sehabía imaginado abandonando a Tom,abandonando su tiranía tal como lo había hechocon la de su padre, marchándose furtivamente enla noche, con el equipaje en el maletero de suCutlass. No era estúpida, por cierto, ni siquiera enese momento, de pie en el borde de ese desastreincreíble, no era tan estúpida como para pensarque no había amado a Tom, que no lo amaba aún,de algún modo. Pero <strong>eso</strong> no ev<strong>it</strong>aba que le tuvieramiedo, que lo odiara, ni que se despreciara a símisma por haberlo elegido sobre la base de oscurasrazones que habrían debido quedar en el pasado.Su corazón no se quebraba, antes bien, parecíaestar asándose en su pecho, fundiéndose. Sintiómiedo de que el calor de su corazón aniquilarapronto su cordura en un incendio.Pero sobre todas las cosas, martilleando sin205

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