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it-eso-stephen-king

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Exc<strong>it</strong>ada por la marihuana y el vino, había pasadoel resto de la velada leyendo las manos... al menoshasta que perdió el sentido.Audra ya no recordaba si las interpretacionesde la muchacha habían sido buenas o malas,ingeniosas o estúpidas, porque también ella estababastante exc<strong>it</strong>ada, aquella noche. Lo que sírecordaba era que, en cierto momento, la chicahabía tomado la palma de Bill y la de ella, diciendoque concordaban exactamente. Eran vidasgemelas, dijo. Recordaba haber mirado, bastantecelosa, mientras la muchacha seguía las líneas deaquella palma con una uña exquis<strong>it</strong>amenteesmaltada. ¡Qué celos estúpidos, en esa extrañasubcultura del cine, donde los hombres dabanpalmad<strong>it</strong>as en los traseros femeninos con la mismaindiferencia con que, en Nueva York, se les daba unb<strong>eso</strong> en la mejilla! Pero había algo íntimo en eserastreo.Y por entonces, en la palma de Bill no habíaninguna cicatriz blanca.Audra estaba segura de sus recuerdos, pueshabía observado la charada con los ojos celosos dela enamorada.Y así se lo dijo a Bill.Él asintió.—Tienes razón. En esa época no estaban allí. Yaunque no podría jurarlo, no creo que estuvieranallí anoche. Ralph y yo estuvimos haciendo pulsos238

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