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it-eso-stephen-king

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verdad, era un chico llamado Eddie Kastpbrak yque era bueno para la mecánica. Él había enseñadoa Bill cómo mantener a Silver en forma: quétuercas ajustar y verificar regularmente, dóndeace<strong>it</strong>ar los engranajes, cómo tensar la cadena,cómo emparchar el neumático cuando se pinchaba."Tendrías que pintarla", había dicho Eddie.Pero Bill no quería pintar a Silver. Por motivosque ni siquiera podía explicarse a sí mismo, queríaa la Schwinn tal como era. Parecía un trasto de<strong>eso</strong>s que los chicos descuidados dejan siempre enel jardín, bajo la lluvia, una de esas bicicletas qu<strong>eso</strong>n puro chirrido, sacudidas y lenta fricción.Parecía un trasto, pero volaba como el viento. Eracapaz de...—Era capaz de salir p<strong>it</strong>ando –dice en voz alta, yríe–, como si la llevara el diablo.Su gordo compañero de asiento le echa unamirada áspera; su risa tiene esa cualidad hueca,aullante, que había asustado a Audra poco antes.Sí, parecía una ruina con su pintura vieja yaquel castillo anticuado, montado sobre la ruedatrasera, con la antigua bocina de bulbo negro; esabocina estaba soldada al manubrio por un tornilloherrumbrado del tamaño de un puño de bebé. Unaruina,Pero ¡cómo iba Silver! ¡Santo cielo!377

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