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it-eso-stephen-king

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ninguna de las normas de conducta hab<strong>it</strong>ualesparecía tener aplicación. No se imaginabavolviendo a casa, pero tampoco se imaginaba novolviendo. Había desafiado a su padre, lo habíadesafiado...Tuvo que apartar ese pensamiento porque lahacía sentir débil, temblorosa, enferma. Quería asu padre. ¿Acaso no lo ordenaba uno de los DiezMandamientos? "Honrarás a tu padre y a tumadre, para que tus días sean largos sobre latierra." Sí, pero él no era su padre, sino alguienmuy diferente. Un impostor. "Eso"...De pronto se vio asaltada por una preguntaterrible: ¿A los otros les estaría ocurriendo lomismo o algo parecido? Tenía que avisarles. LosPerdedores le habían hecho daño y en esemomento tal vez "Eso" tomaba medidas paraasegurarse de que no se rep<strong>it</strong>iera. Y en realidad, ¿aqué otro lugar podría ir? No tenía otros amigos.Bill sabría qué hacer. Bill le diría qué hacer. Bill lellenaría el "y–ahora–qué".Se detuvo allí donde el sendero del seminariose unía a la acera de Kansas para espiar al otro ladodel seto. Su padre había desaparecido. Giró a laderecha y echó a andar por Kansas hacia LosBarrens. Probablemente ninguno de ellos estaríaallí, sino en casa, almorzando. Pero volverían.Mientras tanto, ella podría bajar a la cas<strong>it</strong>a delclub, tan fresca, y tratar de dominarse. Dejaría1579

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