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it-eso-stephen-king

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Sentía que la sangre le corría por la pierna en untorrente alarmante. "Creo que me dio en la arteriafemoral. Dios, estoy malherido. Hay sangre portodas partes. Los zapatos se estropearán,maldición, los compré hace apenas dos meses..."Henry llegó otra vez, jadeando y bufando. Mikese apartó a tropezones y dirigió hacia él elabrecartas. Desgarró la camisa raída y abrió unprofundo corte en sus costillas. Henry gruñó,mientras Mike volvía a empujarlo.—¡Negro sucio! –gimió–. ¡Tramposo! ¡Mira loque has hecho!—Suelta –el cuchillo, Henry –dijo Mike.Detrás de ellos se oyó una ris<strong>it</strong>a disimulada.Henry se volvió a mirar... y lanzó un alarido deterror absoluto, llevándose las manos a las mejillas.Los ojos de Mike se desviaron hacia el escr<strong>it</strong>oriovecino.Se oyó un ruido agudo, vibrante, ¡"ka–apanggg"!, y la cabeza de Stan Uris surgió desdeatrás del escr<strong>it</strong>orio. Un r<strong>eso</strong>rte se hundía en sucuello chorreante. Tenía la cara lívida de pintura yuna mancha roja en cada mejilla. Allí donde habíanestado los ojos florecían dos grandes pomponesnaranja. Ese grotesco Stan–de–caja–sorpresa sebalanceaba en la punta del r<strong>eso</strong>rte, como uno delos gigantescos girasoles de Neibolt Street. Abrió laboca y una voz chillona empezó a entonar:—¡Mátalo, Henry! ¡Mata al negro piojoso, mata1596

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