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it-eso-stephen-king

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tenía los ojos pintados y llevaba unos pantalonesde satén tan ajustados que casi se le notaban lasarrugas de la polla. Con luto o sin él, con dolor osin dolor, era un simple marica. Igual que suamigo, el difunto Adrian Mellon.—Empecemos otra vez –dijo Jeffrey Reeves, elcompañero de Harold–. Salisteis del Falcon ycaminasteis hacia el canal. ¿Qué ocurrió entonces?—¿Cuántas veces tengo que repetirlo, soidiotas? –exclamó Hagarty–. ¡Lo mataron! ¡Loempujaron al canal! ¡Para ellos sólo ha sido otraaventura en Macholandia! Don Hagarty se echó allorar.—Una vez más –rep<strong>it</strong>ió Reeves,pacientemente–. Salisteis del Falcon. ¿Y entonces?2.En la sala de interrogatorios, en el mismovestíbulo, dos policías de Derry hablaban con SteveDubay, de diecisiete años; en el departamento depruebas, primer piso, otros dos interrogaban ajohn Telaraña Garton, de dieciocho, y en eldespacho del jefe de policía, quinto piso, el jefeAndrew Rademacher y el ayudante del fiscal dedistr<strong>it</strong>o, Tom Boutillier, interrogaban aChristopher Unwin, de quince años. Unwin,29

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