La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

pretenda una cura consistente en llevar a la conciencia a los dominios del Inconsciente,
produciendo un saber predicativo. Diremos también que el goce lacaniano queda atrapado en la
lógica capitalista de la producción y del consumo extensivo, en tanto que el deseo de Deleuze, no
trabajado por la carencia, y entendido como conatus, instituye a un sujeto en proceso 222 , dispuesto a
múltiples viajes, pero siempre con potencial para deconstruir los canales de tránsito actuales y los
discursos vigentes. Notemos que, si bien para Lacan, el lazo social implica una torsión del goce y
no habita fuera del discurso 223 , para Deleuze ocurre justamente lo contrario, ya que son las
aventuras del deseo las que componen cuerpo y las que constituyen un lazo social más allá, o por
fuera de, las territorializaciones del poder. Nosotros tratamos de encontrar en Deleuze la
reinvención del agente colectivo de enunciación 224 , tras el pesimismo lacaniano presa de un
ensimismamiento en lo simbólico.
El goce lacaniano es un goce del super-yo. Es un goce que se retuerce en los confines de la
prohibición. El goce lacaniano es un goce que se siente en el camino de vuelta de la represión, es el
goce que brinca en las relaciones de dominación. El goce lacaniano es un goce no solamente ligado
sino estructurado por el fantasma que somete las pulsiones al imaginario, que dirige el deseo hacia
la prohibición del deseo mismo. En Deleuze, efectivamente, el deseo masoquista se constituye
desde el humor del yo 225 . Pero el deseo en sentido ontológico es previo a toda ligadura y previo a la
222 Solo habría una manera de conciliar a Deleuze con el sujeto de la falta lacaniano y es entendiendo a éste no como
carente, sino como no-todo (en expresión de Lacan). Pero seguiría habiendo una diferencia con el sujeto
constituido por el pliegue en Deleuze ya que éste es un envolvimiento del Afuera y es no-todo en tanto que el
Afuera tampoco es una totalidad. En Freud el sujeto parte de la herida narcisista que rompe con la sensación
oceánica y en este caso la falta no es una no-totalidad propia del Afuera sino aquello que se niega del Afuera,
haciendo al sujeto consciente de sus fronteras en un proceso dialéctico, según el cual “yo soy en tanto que lo otro
no soy yo”, seguridad a la que llego, no obstante, tras alienarme en el otro para formar mi propio yo en espejo. El
yo se formaría en contradicción con el Afuera y gracias al Afuera. Por eso la herida permanece siempre abierta. No
estamos seguros de que en Lacan se dé un paso más allá: no estamos seguros de poder afirmar que lo que falta en el
discurso subjetual según Lacan sea la Diferencia, es decir, lo repetido de la forclusión.
223 Cfr. Una formulación atractiva de este problema, aplicado a la denuncia de la inmovilidad de las relaciones de
parentesco en el pensamiento lacaniano, la encontramos en J. Butler: Deshacer el género. op.cit. Cap.2: “El
reglamento del género”, pp. 73-78. Explica cómo cuando Lacan diferencia normas sociales de normas simbólicas, y
eleva a éstas al rango de universales, eternas e irreductibles a las formas sociales de uso del lenguaje, está negando
la posibilidad de una sociabilidad no condicionada por el lenguaje, por la simbólica edípica, por el discurso…
224 “Ese vector dinámico que se asocia con cada tipo de metáfora energética —los investimientos, la libido, la
presión, etc.— participa de la misma entidad subjetiva: es el individuo quien tiene una instancia represiva —tanto
desde la perspectiva del primer tópico, como desde la del segundo o desde la perspectiva estructuralista—; es el
individuo quien tiene un inconsciente marcado por su historia, sus fijaciones, etc. En el abordaje que estoy
sugiriendo, no existe, justamente, esa unidad subjetiva. La noción de agenciamiento que propongo en sustitución
de las instancias psíquicas freudianas no corresponde ni a una entidad individual, ni a una entidad social
predeterminada” (Micropolítica. Cartografías del deseo. op.cit. p. 258).
225 G. Deleuze: Presentación de Sacher-Masoch. op.cit.: “Si al masoquista le falta algo es más bien un superyó, de
ningún modo un yo. En la proyección masoquista sobre la mujer golpeadora se revela que el superyó no adopta
una forma exterior sino para hacerse aún más gotesco y servir a los propósitos del yo triunfante” (p. 64 en la
versión castellana).
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