La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

Freud, aunque no quisiera, estuvo rondando el ámbito de la política, en la medida en que su
obra entera inicia una arqueología de la moral, asunto que comprende incluso el centro explícito de
escritos como Tótem y tabú, Psicología de las masas o El malestar en la cultura. Además, hemos
de observar que la génesis de la moral, no es, en el pensamiento freudiano, una cuestión referente a
la esfera propiamente individual del ser humano, en cuanto que no se trata del desarrollo de un
instinto o de cualquier otro mecanismo biológico, como quisiera mostrar hoy día la sociobiología.
De este modo, la esfera moral no es un eslabón que engrane cuasifisiológicamente al individuo con
su especie. Tampoco Freud cae, de ninguna manera, en el simplismo conductista desde el cual la
moral quedaría programada, para un individuo, a partir de un juego consciente cargado por el
programador. Desde el conductismo, se pretende desligar la moral, que queda inserta en el
individuo mediante un aprendizaje mecánico artificial inducido voluntariamente por un agente
externo; de la política, que estaría situada a las afueras de la constitución del sujeto moral,
dictando, en todo caso, los criterios de adaptación, como si se tratara de una especie de naturaleza
social. Este mecanicismo estáa a la base de proyectos políticos utópicos como el diseño científico
de la sociedad (por ejemplo el descrito por Skinner en Walden Dos). Para Freud, el desarrollo de la
esfera moral no es ni biológico ni consciente. El desarrollo de la esfera moral se mueve en el
ámbito de las relaciones sociales que serían, desde entonces, relaciones de parentesco. El
nacimiento de los valores morales es a un tiempo, el nacimiento del padre-amo y los hijos-
esclavos. Hasta entonces, únicamente encontramos un juego de fuerzas. El nacimiento de la moral
ocurriría bajo la forma de una revuelta de los más débiles que, queriendo establecer una forzada
igualdad de poder, acabarían mistificando la fortaleza y la violencia del antiguo “líder” ya que, el
nuevo poder, el de todos, consiste en el pacto según el cual, nadie ocuparía el espacio del poder.
Así, nace el poder de la impotencia, la represión del deseo como condición para la convivencia: la
moralidad. No se reparte potencia sino que se impone debilidad: “que nadie ocupe el lugar del
Padre” y así, el Padre (el Poder) y sus símbolos, faltarán siempre a su lugar 876 . Se retiran a un plano
transcendente, que revela la carencia de todo sujeto, carencia que determinará, a partir de este
momento, la dirección de todo deseo y, en una dialéctica de captura de éste, la dirección de los
límites del mismo. Si desatendemos la valoración sobre este proceso, podemos decir que estamos
ante una versión de la genealogía nietzscheana de la moral o, lo que es lo mismo, de la creación de
la neurosis, a partir de la cual, los valores se constituirán en base, no a la fuerza contra la debilidad,
sino, inversamente, al bien contra el mal. Como vemos, la filosofía política es inevitable en un
876 Cfr. En este sentido podríamos comprender los datos que aporta Pierre Clastres en La sociedad contra el Estado.
Ed. Virus. Barcelona, 2010, según los cuales, en los pueblos llamados primitivos existe un cierto repudio del poder
de tal manera que los jefes indios de América no poseerían capacidad coercitiva (p. 20) ni poder decisorio en la
planificación económica (p. 47).
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