La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

derechos y reconocimiento legal, debemos ser críticos con las definiciones legales de lo que somos
1315 . Las prácticas queer nacen para revelarse contra una identidad gay vinculada al consumismo e
integrada dentro de las normas y valores burgueses machistas y heterocentrados. Aparecen en
forma de usos alternativos del cuerpo que lo evidencian como realidad en proceso de constituirse y
no como substancia acabada y naturalmente definida. Así, se visibilizan líneas de relación, de
composición de cuerpos, que habían sido reprimidas o marginalizadas mediante diversos
dispositivos (jurídicos, médicos, etc.). Los movimientos queer muestran un carácter
revolucionario, un espíritu crítico-genealógico en relación al sistema capitalista y una voluntad
transformadora. De este modo revitalizan y producen nuevas líneas de trabajo para el feminismo y
para el movimiento LGTB, ligándolos a la lucha de clases y reformulando dicha lucha de clases al
mismo tiempo. A partir de ahora se va a entender que la condición sexual o la raza son formas de
vivir la clase proletaria o explotada y por ello, categorías políticas.
Si hablamos aquí de la denominada “Teoría Queer” es porque su elaboración teórica se
constituye en torno a la crítica postestructuralista al psicoanálisis o, si queremos, como deriva de la
misma. Si bien en los escritos de Freud encontramos un notable potencial crítico que nos permite
alejarnos de las concepciones tradicionales acerca de la sexualidad humana, en cuanto que la
desvincula suficientemente de la función reproductiva e incluso del pretendido instinto natural,
para entenderla como intrínsecamente perversa, como construcción y en toda su equivocidad, a
partir de pulsiones que lanzan la energía libidinal ligándola a cualquier objeto de diferentes modos,
entre los cuales, se encuentra el modo sexual, y así repensar la homosexualidad como disposición
presente en la constitución sexual de todas las personas, gran parte de la comunidad psicoanalítica
y sobre todo el sector norteamericano tendieron a replegarse en un conservadurismo que
patologizaba tal orientación. De todos modos, filósofos como Eribon advierten en los propios
escritos freudianos cierto normativismo humanista que impide librar al psicoanálisis del gusto por
fijar líneas divisorias entre lo normal y lo anormal, aún cuando el propio Freud parece concluir en
la idea de que el propio desarrollo de la sexualidad humana es, en sí mismo, una anomalía. Aún
podemos añadir el hecho de que el psicoanálisis parece, incluso en el mejor de los casos,
considerar la homosexualidad como una actitud inauténtica, es decir, como síntoma o cobertura,
como el desplazamiento de ciertos miedos. Además se hacen referencias que situan la explicación
del desarrollo sexual hacia el mismo sexo dentro de parámetros como la confusión de roles entre la
madre y el padre, de lo cual deducimos, que se mantiene cierto prejuicio esencialista que ni
Solo de este modo podemos articular proyectos de derechos humanos en versiones no imperialistas (Deshacer el
género. op.cit. p. 62).
1315 Idem, pp. 39 y 166-170.
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