La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

clínica de la dramatización, entenderá la neurosis como una conciencia petrificada, hipertrofiada,
que ha olvidado cómo dejarse llevar por los instintos y pulsiones del Inconsciente, por el saber
inconsciente. Así es como el neurótico olvida como comer, como dormir y, en definitiva, como
vivir: le pierde el ritmo a la vida.
Decíamos que nos habíamos hecho eco de las reflexiones de los griegos sobre el deseo para
luego reproponer la amistad para poder postular comunidades afectivas más abiertas y menos
privatizadas. Nos interesaría destacar la idea heraclitea de deseo como fuerza que anima el
universo. El logos, que nosotros hemos identificado con el Inconsciente deleuziano tendría ese
aspecto deseante. El saber se perfilaría sobre el deseo ya que el pensador que espera al logos, desea
fuertemente la reunión ontológica de los opuestos. En Heráclito nuestro deseo debe coincidir con el
deseo que anima al universo y la ley del universo es que los vivos se suceden. Así, el deseo en
Heráclito no es el deseo pitagórico de inmortalidad, que entiende la vida como carencia, sino el de
aceptación de la mortalidad y de la finitud, es decir, el deseo de la vida que se tiene tal y como ésta
es. Demócrito andaría en la misma línea. En Empédocles, el deseo o el amor es la pulsión de
volver a la unidad original. Hemos de entender esa unidad más bien como continuidad del Ser y
así, a través de Bataille, podemos advertir en Empédocles esa erótica que transita la composición o
el empalme entre cuerpos que pierden, en el amor y transitoriamente, su individualidad. Esta
erótica la encontraríamos también en Platón pero como sabemos, Platón ligará el deseo a la
carencia, a la representación del objeto de deseo, y a la nostalgia del paraíso perdido. Sin embargo,
encontramos también en Platón las primeras aproximaciones a la idea de un deseo productivo ya
que para él el amor es, ante todo, deseo de generación y no necesariamente de generación de hijos
humanos sino también de pensamientos. En Aristóteles encontraríamos ese deseo que es un saber
inconsciente que conduce incluso a los irracionales hacia la realización del bien que les
corresponde. Así, el deseo tendría algo de fuerza divina. En Aristóteles el deseo anima el
movimiento y es productivo puesto que nos lleva desde la privación o inexistencia actual a la
creación de lo que era tan solo virtual. No obstante Aristóteles encontrábamos otro modo de leer a
Aristóteles en el que el deseo podría formar parte de la acción más que de la potencia, siendo a la
vez el haber deseado y el desear. Un deseo así, sería un deseo extático, propio de un entendimiento
deseante. Nosotros querríamos reivindicar, con Deleuze, un deseo que fuera, asimismo, final,
acabado: deseo de experimentación y no de consumibles.
A lo largo de nuestra investigación, se nos ha hecho indispensable abordar la problemática
relación entre Inconsciente, conciencia y lenguaje. Como habíamos apuntado anteriormente y
valiéndonos de la teoría y del testimonio de neurólogos materialistas como Vygotski o Luria, la
619