La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

vida contemplativa que nos permite experienciar un tiempo otro respecto de los ritmos pautados
por el consumo-producción capitalista. Experienciar ese otro tiempo sin caer en la marginalidad y
sin dejar de construir riqueza es un reto no poco ambicioso 1448 . Esta experiencia se une, por
esencia, a la de deshacer los sentidos instituidos y crear otros modos en los que volcar el proyecto
vital. Creemos que producir sin ser instrumentalizado por el Capital pasa, necesariamente, por el
vínculo de la amistad y del amor comunitario. Reinventar las comunidades afectivas, romper con la
estructura edípica y, por ello, vertical de las mismas, establecer un red de cuidados externa a las
formas de parentesco tipificadas o pensar juntos en aquello que nos permite entendernos como
comunidad, es ya un modo de hacer frente, o al menos de resistir, a la enorme fuerza absorbente
del capitalismo. Hemos estado comprendiendo el capitalismo como productor de subjetividades,
como punto de subjetivación. Esta producción de subjetividades se hallaría ya en pleno
desenvolvimiento infraestructural: el capitalismo vive de los afectos y los produce a su medida.
Los afectos no solo se mercantilizan sino que son fabricados por el mercado. Hacerse un cuerpo sin
órganos significa disolver, en cierta medida, nuestro cuerpo fabril, nuestro cuerpo trabajador,
nuestro cuerpo sexual y sexuado, nuestro cuerpo vigilia y, en definitiva, nuestro cuerpo
domesticado y/o filtrado por personajes míticos, en favor de otras composiciones que nos permitan
devenir, convirtiéndonos en cuerpos experimentales, provisionales.
Esta idea de convertirse en cuerpos provisionales es la que parece proponer la deleuzeana
Rosi Braidotti. Sin embargo, lo hace en nombre de un feminismo de la diferencia sexual que nos
parece contradictorio en algunos puntos con la filosofía deleuzeana. Para empezar nos resulta
difícil esclarecer qué se quiere decir al afirmar que la diferencia sexual es la diferencia más
estructurante, la más esencial, en un mundo que deviene-mujer, que se ha feminizado en cuanto a
la actividad humana y al trabajo. Las condiciones de trabajo integran, crecientemente, relaciones
afectivas muy diversas pero, además, el trabajo está encomendado como nunca a la creación de
afectos. Así, la dimensión del deseo y de los afectos que lo vehiculizan en un sentido o en otro, ha
poblado la esfera de la producción social, de tal modo que, incluso desde la lógica capitalista de la
1448 Cfr. Esta experiencia de un tiempo otro sería una de las máximas del pensamiento de Bataille. Así nos lo recuerda
M. Morey: “Entre soberanía y servidumbre (...), ninguna mediación posible existe sino la diferencia absoluta que
separa el instante soberano de todas las servidumbres de una existencia reducida al espacio carcelario de unos
empleos del tiempo” (Pequeñas doctrinas de la soledad. op.cit. pp. 143.144); “El empleo del tiempo es el resultado
de posponer la existencia para más tarde, prometiendo la soberanía como algo que vendrá cuando se cumpla el
proyecto. Ahí habita el hombre que no puede pensar sin pensar que es el hombre el que piensa, que busca ese
hombre en la experiencia como algo que ésta debe cumplir, más tarde. Si la experiencia de lo que se ha llamado
existencia en Bataille remitía al universo de lo sagrado, ahora estamos en el mundo de lo profano, bajo la
hegemonía del trabajo, del principio de lo útil y de la racionalidad económica (Ibid. p. 177). Ver también p. 178 ,
181, 244 y 437 para recordar la impugnación, en Foucault, de un tiempo tal y de la captura de la libre actividad del
ser humano en fuerza de trabajo por parte del Capital (normalización).
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