La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

determinada apuesta por el Inconsciente, llamado a acontecer. La ontología política sería la
meditación que desea que se le haga sitio a aquello que quiere ser. En esta medida, hablar de la
necesidad de la ontología política es hablar de la necesidad de la revolución. Un pensamiento
revolucionario ni da por concluido el pasado ni entiende que éste sobredetermine el futuro, sino
que, con sus flujos, “atropella sus comienzos”. Sin embargo, aunque la ontología tenga algo que
decir de la política, puesto que la política se da en la sociedad y la sociedad halla su residencia en
la Naturaleza y la Naturaleza no concluye ni se estanca en ninguna de sus configuraciones; aunque,
como decimos, tenga que anunciar que no se ha producido el fin de la historia y que jamás se
cancelarán las diferencias, el arché, el principio ontológico no es, en absoluto, un principio moral.
Esta es una de las cuestiones centrales que hemos tratado de clarificar en nuestra investigación.
Siempre que hemos expresado nuestro deseo de contribuir con la perversión del platonismo en el
ámbito del psicoanálisis, estábamos pensando en este problema. Ocurre que en el seno del
psicoanálisis, ya se insinuaba la concepción del Inconsciente como arché toda vez que se trataba de
un Inconsciente trans-subjetivo. En numerosas ocasiones, hemos leído a un Freud nervioso que, en
el límite, no encuentra otra forma de argumentar el saber simbólico del sujeto que postulando un
alma colectiva, una filogénesis del Inconsciente y de su lenguaje. También Lacan parece insinuar
una co-pertenencia entre lo Real y el Inconsciente, encontrando, en uno y en otro, aquello que se
sustrae a la representación. El Inconsciente lacaniano compondría una symploké de significantes en
cuya cúspide se asentaría el significante primordial, el primer principio indemostrable y, así,
irrepresentable, a partir del cual toman posiciones todos los demás. Lo que en Platón se habría
denominado Idea de Bien, lo designaría Lacan como Falo. En el Inconsciente reinaría esa idea
primera, esa casilla vacía. Pero, si el psicoanálisis, más allá de los encapsulamientos psicológicos
del inconsciente a los que nos tiene acostumbrados, vislumbra ya otro Inconsciente, un
Inconsciente que salta por encima de individuos y personas, ¿por qué, entonces, queremos
rebasarlo?¿por qué lo hemos acogido tan críticamente, en lugar de continuar su tarea o seguir, sin
más, su pista? Daremos respuesta a estos interrogantes denunciando ya no el platonismo en sí sino
el desliz sofista de Platón, heredado por Freud y, sobre todo, por Lacan. Con “desliz sofista” nos
referimos a la confusión entre logos y nomos o al abandono del logos de Heráclito por parte de
Platón para centrarse en la problemática del nomos. Nos referimos al momento en que se pierde la
perspectiva ontológica y el primer principio comienza a funcionar obscuramente como principio
moral. En la Ley del padre, tal y como la expone Lacan se confunde ley con mandato o, como diría
Spinoza: la superstición nos habría llevado a entender al Dios ontológico y natural como Padre
moral que prohibe, obliga y castiga. Lo realmente platónico (en el mal sentido) del psicoanálisis, es
decir, la pervivencia en el psicoanálisis del peor Platón, consistiría, sobre todo, en esta confusión
646