La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

El Estado se encuentra, al mismo tiempo, como deudor y acreedor, es decir, presta dinero a
una empresa para que ésta pueda venderle determinada mercancía. Así es como el Estado gestiona
y salvaguarda la economía capitalista, que es una economía de libre mercado, tan solo
aparentemente. El Estado financia a empresas del sector privado o, incluso, a los bancos, mientras
que sus propias cuentas son deficitarias: “La sphère publique en caractérise plus la nature
objective de la proprieté, mais est plutôt le moyen comun d´une appropriation devenue privée; on
entre ainsi dans les mixtes public-privé qui constituent le monde moderne” 1207 (“La esfera pública
ya no caracteriza la naturaleza objetiva de la propiedad, sino que es más bien el medio común de
una apropiación que ha devenido privada; entramos así en las combinaciones público-privado
que constituyen el mundo moderno” 1208 ). El mercado, plano de inmanencia del capitalismo, es
global y virtual, mientras que los Estados funcionan como puntos de efectuación, es decir, de
actualización de capitales, de producción y de consumo. En este mercado mundial, también los
países socialistas tuvieron su papel y, cuanto más se redujeron en número, más absorbidos quedan
dentro del capitalismo mundial, a través de las operaciones de importación y exportación, y de las
de la división internacional del trabajo. Se someten, a nivel macro, al menos, a las mismas reglas.
Recapitulando: “Devolvednos el deseo”.
Hacer ontología política, es decir, diferenciar entre poder constituyente y poder constituido,
prometiendo para el primero un virtual sin fondo a partir del cual reinventar el lazo comunitario
implica, en los tiempos de Deleuze y en nuestros tiempos, contribuir con la crítica del capitalismo.
En nuestro caso, vamos a tratar, para ello, de reforzar no la conciencia, de la cual, tal vez por
desventura no podamos huir demasiado, sino el Inconsciente, ese Pensar sin sujeto, ese sinsentido
que nos permite deshacer los sentidos vigentes y crear otros nuevos, ese logos que es el punto cero
de la ley. Demasiado atrapados en nuestra conciencia y en los criterios de racionalidad vigentes,
creemos a menudo que el capitalismo, enfrentado con sus propios límites, nos conduce, por ello, al
borde del mundo, a un colapso ecológico o incluso ético inevitable. Salir de esta trampa y
comprender que el sistema únicamente tiende hacia su propia caducidad, es lo que despierta
nuestro voluntad de poder y lo que nos empuja a liberar nuestras máquinas deseantes de los
circuitos de producción y consumo del Capital. Los tiempos en los que vivimos parecen ser ya los
de la subsunción real de la vida en el Capital, de tal manera que tal tarea no es precisamente fácil.
1207 G. Deleuze y F. Guattari: Mille plateaux. op.cit. p. 563.
1208 G. Deleuze y F. Guattari: Mil mesetas. op.cit. p. 457.
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