La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

voluntades de poder. Deleuze también desconfía de ese principio de realidad en tanto que no es la
ley que rige lo Real. Para Deleuze, el Inconsciente es esa ley en el sentido de logos heraclíteo. La
realidad es humeana, es fragmentaria. Responde más bien al sinsentido del Inconsciente, al mundo
pulsional del ello. El principio de realidad será el de un realismo ingenuo o el de una
sobreadaptación. Ciertamente, Freud nunca negó el carácter social de ese principio de realidad
pero, entonces, éste no ordena sino de acuerdo a la moralidad vigente. Cualquier teoría
revolucionaria lo pondría, por ello, en cuestión. Si el yo organiza las pulsiones de acuerdo a los
mandatos de la moralidad propia de la cultura de referencia, alojada en el interior del individuo en
forma de super-yo, la disidencia con respecto de ese constructo cultural será la disidencia respecto
del propio yo. De ahí que Deleuze insista en la necesidad de traicionarse. Lo que está proponiéndo
no es la disolución o aniquilación total de este personaje fronterizo sino la experiencia de su
diversificación, experiencia que nos permitiría advertir su carácter construido y la posibilidad de
crear desde el sinsentido, sentidos nuevos.
5.2. El concepto de “representación” en Freud.
Para abordar el concepto de “representación” en el psicoanálisis freudiano vamos a partir de
una cita del propio pensador: “sabemos que el primer paso para obtener el dominio intelectual de
lo que nos rodea es descubrir las generalizaciones, reglas y leyes que ponen orden en el caos. Al
hacer esto simplificamos el mundo de los fenómenos; pero no podemos evitar falsificarlos,
especialmente si nos ocupamos en procesos de desarrollo y de cambio” 829 . Encontramos aquí
reunidos dos polos de pensamiento: uno que refiere a la necesidad de la representación, y otro que,
no obstante, nos previene, informándonos sobre la irremediable falsificación del mundo que
supone. Para Freud la representación constituye, especialmente, la reproducción de una percepción
anterior. Asimismo, se contrapone la representación al afecto, siguiendo cada uno de estos
elementos diferente destino en los procesos psíquicos. Por ejemplo, en la neurosis obsesiva, la
cantidad de afecto se ha desplazado desde la representación patógena ligada al acontecimiento
traumatizante a otra representación que el sujeto considera insignificante. La separación entre el
afecto y la representación está en el principio de la represión, y así, podemos decir que la
representación es reprimida, mientras que el afecto es suprimido. Freud habla de “representaciones
inconscientes”, pasando a segundo plano un aspecto esencial en la filosofía clásica, que sería el de
representarse subjetivamente un objeto. Psicoanalíticamente, la representación pondría más bien el
829 S. Freud: “Análisis terminable e interminable” en op.cit. Introducción al narcisismo y otros ensayos, p. 98.
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