La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

elatado en Tótem y tabú, irían recortando el Inconsciente colectivo con el deseo de lo que no pudo
ser, de tal manera que el Inconsciente sería el continente de fantasmas sociales (y el deseo quedaría
atrapado en dichos fantasmas). Todo ello constituiría el bagaje filogenético del alma individual,
que permitiría que ésta no comenzara desde cero sino desde el peldaño por el que anduviera su
cultura de referencia. Esto nos recuerda al Espíritu de Hegel, que más que Inconsciente sería una
macroconciencia significante y movida progresivamente por una meta. Nosotros, y creemos que
Deleuze, planteamos algo muy diferente cuando tratamos de pensar en el Inconsciente Ontológico
o en la idea de un pensamiento sin sujeto, puesto que algo así no puede ser una memoria humana
nutrida por los diferentes sujetos actuantes, sino un Pensar del Ser o lo que es lo mismo, un
(des)orden de la Naturaleza, el logos de la physis, el logos co-perteneciente con la physis. El Ser, si
es divino, tal y como lo entendían los presocráticos es porque va más allá o más acá de lo humano
y porque es el eterno “discurso” de la Naturaleza. Para Deleuze, un Inconsciente Ontológico lo es
por ser preindividual. El Inconsciente es ontológico por ser reunidor, por constituir el “y” de todo
lo que se da a la presencia, el enlace, la fuente virtual inmanente de todo lo que es o, dicho, como
vimos en el capítulo dedicado a Heidegger, en palabras del pensador alemán en De camino al
habla, el lugar “donde todo es cobijado y resguardado para otro levante”. Desde este punto de
vista, el tiempo dejará de ser el tiempo escatológico-cronológico del progreso, dejará de ser el
tiempo edípico que desecha todo pasado, que nos condena a recordarlo para conjurarlo, y pasará a
ser un tiempo no lineal que nos abre a la vivencia del instante eterno, del éxtasis, en el que los
pasados no son considerados como despojos ni los presentes se precipitan continuamente como
pasados desde el ojo puesto en el futuro, único sentido del presente que lo convierte, sin embargo,
en más y más desecho 1428 . Desde el punto de vista del Inconsciente como límite posibilitante, el
instante es divino y no mero escalón de una carrera sin fin. Que los pasados no sean mero pasado
es condición para salir de ese historicismo que, según Heidegger, nos quita la ilusión por lo
absoluto, nos quita la ilusión, precisamente, por hacer Historia. De este modo, impugnamos la
dialéctica y el mito del progreso que hace presencia también en Freud, en el Freud más hegeliano.
Como hemos repetido en varias ocasiones, Deleuze nos ha ayudado a comprender el océano
que se abre entre Nietzsche y Freud en sus apreciaciones acerca del concepto de inconsciente.
Deleuze se constituiría en el personaje filosófico que ensaya otro basamento para el análisis, uno
en el que la concepción nietzscheana halle revitalización. A partir de ello, el problema ya no será
cómo reprimir al inconsciente sin malestar sino cómo construir Inconsciente, hacer advenir a
aquello que gusta de ocultarse. El programa que Nietzsche opondría a la represión del Inconsciente
1428 T. Oñate: Materiales de ontología estética y hermeneútica. Los hijos de Nietzsche en la postmodernidad I. op.cit.
p. 89, 94 y 422.
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