La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

aceptando la diversidad a cambio de que deje de serlo o, al menos, a cambio de que deje de
constituir una diferencia ontológica y se presente, a lo sumo, como diversificación, justamente en
el sentido mercantil de la palabra. Las tecnologías de normalización operan mediante el recurso a
la seducción, instrumento de captación del deseo por excelencia. En definitiva y contestando a la
pregunta expuesta anteriormente: “La obligación de confesar nos llega ahora desde tantos puntos
diferentes, está ya tan profundamente incorporado a nosotros, que no la percibimos ya como el
efecto de un poder que nos constriñe; al contrario, nos parece que la verdad, en lo más secreto de
nosotros mismos, sólo “pide” salir a la luz; que si no lo hace es porque una coerción la
retiene” 1333 . Es dentro de esta dinámica que el psicoanálisis, como ritual de autentificación de
verdad, encontró un lugar privilegiado. La verdad se demuestra, sobre todo, en base a las
resistencias que tiene que derribar para formularse. Así es como el psicoanálisis, en el que el sujeto
que habla coincide con el sujeto del enunciado que le promete la liberación, se legitima 1334 . Sin
embargo dice Foucault: “... la instancia de dominación no está del lado del que habla (...) sino del
que escucha y calla...” 1335 . El psicoanálisis, además, hereda la concepción tradicional y presente en
la ciencia decimonónica de que el sexo está dotado de un poder causal inagotable: “Al más discreto
acontecimiento de la conducta sexual (...) se lo supone capaz de acarrear las consecuencias más
variadas a lo largo de toda la existencia” 1336 , dado que como decíamos antes, se la supone la
productora de subjetividad por excelencia: “La causalidad en el sujeto, la verdad del sujeto en el
otro que sabe, el saber en el otro de lo que el sujeto no sabe, todo eso halló campo propicio para
desplegarse en el discruso del sexo” 1337 . Parece que es al sexo al que tenemos que preguntarle lo
que somos. En su secreto está nuestra dignidad o indignidad, nuestra capacidad o impotencia,
nuestra historia, nuestro significado y el sentido de nuestra vida: “El pacto faústico cuya tentación
inscribió en nosotros el dispositivo de sexualidad es, de ahora en adelante, éste: intercambiar la
vida toda entera por el sexo mismo, por la verdad y la soberanía del sexo. El sexo bien vale la
muerte” 1338 . Así, no suele resultar extraño que toda valoración, buena o mala, progresista o
reaccionaria, remitan la comprensión entera de la prostituta o del homosexual, a su conducta sexual
1333 M. Foucault: Historia de la sexualidad 1: La voluntad de saber. op.cit. p. 63.
1334 Ibid. p. 65.
1335 Ibid. p. 66.
1336 Ibid. p. 69.
1337 Ibid. p. 74.
1338 Ibid. p. 166.
1339 Cfr. Ver mi artículo B. Castellanos: “Prostitución, sexualidad y producción. Una perspectiva marxista” en Revista
crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, nº 17 (2008.1), en el que se critica el moralismo abolicionista, que
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