La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

interior y el mundo exterior, podríamos decir que nada se separa del yo, pero es que el yo no ha
nacido aún. El niño de la sensación oceánica no se ha construido todavía un ego: es un niño
descentrado. No sirven para caracterizarlo ni el egocentrismo ni ningún otro centraje. Se trata de un
cuerpo no organizado transitado por flujos del modo más intenso. El niño se construye un ego con
la instalación del lenguaje. La conciencia, así entendida vendría a ser la capacidad para relatar, para
dar cuenta de sí en un mundo que nos exige contraer deudas: prometer y cumplir. Así, la
conciencia como conciencia moral que es, no contiene lo más original del individuo sino los
códigos sociales en los que crece. El proceso de concienciación es un proceso, sin embargo,
inconsciente y de hecho la conciencia es moral en tanto que informada por una isntancia que opera
con la fuerza del inconsciente: el super-yo.
Además de la inspiración freudiana y de las resonancias de Freud con Nietzsche, se nos
abría todo un panorama de problemas que socavaban cualquier intención de establecer una unidad
total de sentido entre ambos. Desde sus divergencias y arritmias se abriría el espacio en el que va a
trabajar Deleuze. Un primer problema en el estudio de Freud se abre cuando intentamos fijar la
primacía ontológica del inconsciente respecto de la conciencia. Si bien la conciencia y el yo eran
puntos de llegada, efectos de superficie, modificaciones superficiales del inconsciente o del ello, no
queda clara la primacía ontológica de este último cada vez que Freud caracteriza el inconsciente
como el continente de todo lo relegado al olvido como efecto de la represión. Parece que, según
Freud, deseos que en algún momento fueron conscientes, pasarán al inconsciente mediante los
procesos represivos, configurándose el inconsciente como resto. Estas son las zonas problemáticas
de Freud. Por un lado, un inconsciente así no puede pasar de ser sino meramente psicológico,
subjetivo. Nosotros andábamos, en cambio, tras la pista de un Inconsciente Ontológico que fuera
condición de posibilidad del pensar y del lenguaje, así como de toda conciencia, adentrándonos
entonces en un segundo nivel de profundización. Por otro lado, si los deseos inconscientes fueron
en algún momento conscientes, se estaría pidiendo el principio puesto que ¿de dónde habría
surgido esa conciencia deseante? Además, siendo así sería imposible salir de la dialéctica Ley-
deseo: nos encontraríamos ante lo que Deleuze denunciaría como uso transcendente de las síntesis
del Inconsciente. Se trataría de desenmascarar la operación que inventa la dirección del deseo a
partir de la prohibición. Según Deleuze, las prohibiciones nos hacen creer que era eso prohibido lo
que nuestro inconsciente deseaba. Sin embargo, esas prohibiciones inventan un deseo de segundo
orden, un deseo apoyado en la sensación de carencia de lo que está prohibido. Será tarea de una
crítica de la razón psicoanalítica descubir un deseo productivo no informado por la prohibición, un
deseo que no es el de la transgresión ni el de la emancipación, sino el que pone en suspenso la
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