La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

contra las excitaciones, y otra situada detrás de ésta, que es la superficie receptora de las
excitaciones. Así, un mecanismo como el de la represión se concibe, al principio del análisis, como
un rechazo intencional, próximo al mecanismo de la atención. Lo reprimido primariamente,
entendemos nosotros, siguiendo a Heidegger, es aquello que no es convocado por la idea, aquello
que no es llamado por el lenguaje. Es, desde el punto de vista leibniziano, lo propio de los procesos
primarios, lo que pertenece al Inconsciente como forcluido o como inadvertido o como impensado.
Volviendo a la caracterización del pensamiento representativo, presentamos un tercer rasgo
que se basa en el modelo del reconocimiento, subyacente en la representación clásica de la razón:
conocer sería siempre reconocer. Deleuze retoma los análisis de Nietzsche sobre la sumisión a un
modelo de verdad basado en el reconocimiento de los valores establecidos. Aquí podemos situar el
problema freudiano del principio de realidad: ¿se trata de prudencia o se trata de sometimiento?
Este asunto lo tratamos en un próximo apartado, así como el papel del fundamento en la noción
platónica de participación. La búsqueda de un fundamento originario es otro de los pilares del
pensamiento representativo.
En Freud, el yo está llamado a ser el centro, en forma de aparato regulador y adaptativo. El
yo es la proyección de una superficie. Es, visto desde la perspectiva deleuzenana de Lógica del
sentido, lo que se constituye en las sublimaciones, es decir, en la genitalización sexual y en el
pensamiento entendido como proyección de una superficie metafísica. En Lógica del sentido,
Deleuze hablaba desde la perspectiva de la conquista del sentido, desde el punto de vista del niño
que nace a las superficies. En El Anti Edipo, sin embargo, valora desde la hipóstasis del yo en el
adulto, desde su excesivo arraigo y, así, desde la necesidad de aflojarlo. En Freud se conserva la
idea cartesiana de que el yo se da a la intuición inmediata, mientras que en Deleuze, el yo tiene
claramente un carácter mediador y mediatizado y es el producto de un relato. El yo está regido,
según Freud, por el principio de realidad. Lo que aquí ponemos en duda, junto con Marcuse y
Deleuze, es el carácter de eso que se llama, en psicoanálisis, realidad. Marcuse entendía que en ese
principio de realidad había mucho de principio de producción capitalita. En esta misma línea lo
advertía Bataille, para el que lo que se ha venido llamando racionalidad sería un modo de actuar en
el mundo destinado a la acumulación y a la rentabilidad. Para Bataille, el mundo racional es el
mundo del trabajo y el tiempo pautado por sus ritmos. Este mundo tiene siempre el carácter de
medio y nunca de fin en sí mismo ya que solo la dimensión del deseo encierra causas finales en
este sentido. Si recordamos la teoría del conocimiento de Nietzsche y su perspectivismo, no se nos
hace difícil extraer que lo que damos por realidad o por razón no es más que una interpretación que
ha resultado triunfante, es decir, que se ha impuesto sobre las demás a partir de la lucha entre
360