La crítica de Deleuze al psicoanálisis: el proyecto ... - e-spacio UNED

del deseo (o deseo subjetivado) y esa prehistoria poco prepara el terreno más que en lo superficial.
Salvo en Platón, que aborda, en cierto modo, la problemática del deseo, y en ciertos aspectos de la
teoría y práctica de la interpretación de los sueños, de la que se deduce una presuposición de la
complejidad de la dinámica del deseo (mecanismos de desplazamiento, de censura, de angustia
preventiva, etc.) no hallamos en la antigüedad griega, según Foucault, una preocupación teórica
intensa, al menos a nivel sociológico, más que por los placeres. Nos encontramos con el hombre de
los placeres y con una política del placer, entorno a la cual asistimos a lo que Foucault denomina
“técnicas de sí”, que implicarían un conjunto de prácticas, de seguimiento voluntario de unas reglas
éticas de carácter marcadamente estético, que permitieran la propia transformación de sí, la
creación artística de un estilo de vida y, con todo ello, la vivencia de la libertad como soberanía de
sí y del saber en un sentido positivo-productivo, lo cual constituye una línea, en cierto sentido,
divergente respecto a la instauración de códigos que estratifiquen la conducta mediante la
prohibición, ya que este tipo de estrategias funcionarían de modo negativo. En estos momentos,
resulta forzado, entiende Foucault, hablar de sexualidad (concepto que disocia placer y deseo)
como término que pudiera tener traducción o ser connotado en el discurso grecolatino, puesto que
no parece haber aún una reagrupación conceptual bajo la que cayeran, en unidad, fenómenos como
el deseo, el placer, el apetito, la pasión, etc. 1320 , fenómenos éstos que, de hecho, recibían, como
vimos en el apartado de esta investigación dedicado al deseo en la Historia de la Filosofía griega,
tratamientos diferenciados, y que, en todo caso, formarían parte de un campo semántico muy
distinto: el de la afrodisia, en el que entrarían aquellos elementos que, de alguna manera,
conformaran el juego asociativo del placer y del deseo, dimensiones que deberían, según los
tratados médico-éticos del momento, entrelazarse a través de la necesidad (singular, propia de cada
cual según su naturaleza), que los mantiene en su justa medida y, además, los hace más intensos.
Del mismo modo, tampoco podemos datar en la Grecia ni en la Roma clásicas, la aparición
de la figura del homosexual 1321 , dado que, por una parte, las experiencias erótico-amorosas entre
hombres se contextualizaban en rituales (de iniciación, de aprendizaje, de preparación para la
amistad, etc., que conllevaban, supuestamente, la exclusión del placer del jóven pasivo) y
valoraciones totalmente distintas de las que ahora tenemos en cuenta, y, por otra parte, no había
una demarcación clara que dividiera al heterosexual del homosexual puesto que las prácticas con
1320 Ibid. p. 35.
1321 M. Foucault: Los anormales. Curso del Collège de France (1974-1975). Ed. Akal, Madrid, 2001. p. 283: “En 1870,
en los Archives de neurologie, Westphal describe a los invertidos. Es la primera vez que la homosexualidad
aparece como síntoma dentro del campo psiquiátrico”.
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