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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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producción de las cuales no hay causas más activas y poderosas que un estado de cuerpo y mente deprimido, trabajo<br />

pesado bajo el sol ardiente, el cuerpo constantemente cubierto por los polvos corrosivos de los hornos de ladrillos, y el<br />

alimento empobrecido, a todo lo cual estaban expuestos los israelitas bajo la esclavitud egipcia. Parece que a causa de<br />

estas penurias, había, [PAG. 104] aun después que salieron de Egipto, una predisposición general entre los hebreos a<br />

las formas contagiosas de la lepra, de suerte que frecuentemente ocurría como una consecuencia de varias otras<br />

enfermedades del cutis. Por lo tanto todas las manchas o irritaciones—especialmente tales como las que tenían<br />

tendencia a terminar en la lepra—eran vigiladas desde el principio con ojo celoso. (Good’s Study of Medicine.) Una<br />

hinchazón, un granito o punto claro en el cutis, creaba un fuerte motivo de sospecha de que la persona estuviera<br />

atacada por la temible enfermedad. será traído a Aarón el sacerdote, etc.—Como los sacerdotes egipcios, los levitas<br />

unían el carácter de médicos con el del puesto sagrado; y cuando aparecían erupciones en el cutis, la persona afectada<br />

era traída ante el sacerdote, no, sin embargo, para recibir tratamiento médico, aunque no es improbable que algunos<br />

remedios purificadores pudieran ser recetados, sino para ser examinada con miras de adoptar legalmente aquellas<br />

precauciones sanitarias que correspondían. 3–6. el sacerdote mirará la llaga en la piel de la carne, etc.—La lepra,<br />

cuando cubre a la persona con una caspa blanca, escamosa, siempre ha sido considerada una tacha prejudicial más<br />

bien que una enfermedad seria en Oriente, excepto cuando se presenta en sus formas menos comunes y más nocivas.<br />

Cuando el sacerdote hebreo, después de una inspección cuidadosa, descubría bajo la tacha cutánea las señales<br />

distintivas de la lepra contagiosa, la persona inmediatamente era declarada inmunda, y se esperaba que sería<br />

mandada fuera del campamento a un lazareto habilitado para tal propósito. Si parecían dudosos los síntomas,<br />

ordenaba que la persona fuese guardada durante siete días en aislamiento doméstico, y se le sujetaba a una segunda<br />

revisión; y si durante la semana anterior la erupción se había calmado y no parecía nociva, se le daba de alta. Pero si la<br />

erupción continuaba sin disminuir y todavía era dudosa, se le ponía bajo observación una semana más; al fin de la<br />

cual el carácter del mal nunca dejaba de manifestarse, y la persona o estaba condenada a una separación perpetua de<br />

la sociedad o le era permitido ir libre. Una persona que así había sido detenida bajo sospecha, cuando al fin era puesta<br />

en libertad, estaba obligada a “lavar sus vestidos”, como si estuviesen contaminados por impureza ceremonial; y la<br />

purificación por la cual tenía que pasar, era, en el espíritu de la dispensación mosaica, simbólica de aquella pureza<br />

interior que la ley estaba instituída para promover. 7, 8. Mas si hubiere ido creciendo la postilla en la piel—Aquellos<br />

casos dudosos o ambiguos, cuando tomaban un carácter nocivo, aparecían en una de dos formas, aparentemente<br />

según la constitución particular de la piel o según la complexión, generalmente. La una era “algo obscura”, o sea, la<br />

lepra obscura o morena, en la cual el color natural del pelo, que en Egipto y Palestina es negro, no cambiaba, como se<br />

dice repetidamente en el código sagrado, tampoco hay área hundida en la mancha obscura, mientras que las manchas,<br />

en vez de quedar estacionarias, limitadas a su primer tamaño, están continuamente ensanchando su borde. El enfermo<br />

afligido con esta forma, era pronunciado inmundo por el sacerdote o médico hebreo, y por lo tanto sentenciado a una<br />

separación de su familia y amigos, prueba decisiva de que era contagiosa. 9–37. si pareciere tumor blanco—Esta lepra<br />

blanca clara es la más maligna e inveterada de todas las variedades que presenta la enfermedad, se conocía por las<br />

señales distintivas siguientes: Una costra blanca lustrosa, sobre una base elevada, estando la elevación hundida en el<br />

centro, pero sin cambio de color; los pelos negros en las manchas se vuelven blancos, y las manchas escamosas<br />

mismas cambian perpetuamente sus bordes. Varias de estas características, tomadas por separado, pertenecen a<br />

defectos de la piel también; de modo que ninguna de ellas había de tomarse por sí sola, y era cuando todas ellas<br />

concordaban, cuando el sacerdote, en su carácter de médico, había de calificar la enfermedad como una lepra maligna.<br />

Si se extendía por todo el cuerpo, sin producir ulceración, perdía su poder contagioso poco a poco; o en otras palabras,<br />

corría su curso, y se extinguía. En tal caso, no habiendo más temor del mal, para el individuo mismo o para la<br />

comunidad, el enfermo era declarado limpio por el sacerdote, mientras las escamas secas todavía estaban sobre su<br />

cuerpo, y era restaurado a la sociedad. Si, al contrario, las manchas se ulceraban, y se producía en ella carne viva y<br />

esponjosa, la materia purulenta de la cual, si llegaba al contacto con la piel de otras personas, sería absorbida en el<br />

sistema por medio de los vasos absorbentes, el sacerdote debía pronunciarla en seguida lepra arraigada; un<br />

aislamiento temporal se declaraba innecesario, y se le consideraba inmundo por toda la vida. (Dr. Good.) Otras<br />

enfermedades de la piel, que tenían una tendencia a terminar en la lepra, aunque no eran síntomas decididos, cuando<br />

se presentaban solos, eran (vv. 18–23), “apostema”, o forúnculo, y “quemadura de fuego” ‐una inflamación ardiente, o<br />

carbúnculo, y (vv. 29–37) “tiña”, cuando la lepra se distinguía por “estar más profunda que la tez”, y el pelo se volvía<br />

ralo y amarillo. 38, 39. cuando en la piel de su carne tuviere manchas, manchas blancas—Esta modificación de la<br />

lepra se distingue por un color blanco opaco, y es una afección enteramente cutánea, que no daña nunca la<br />

constitución. Se describe como que no penetraba nunca bajo la piel de la carne, y no se hacía necesaria una exclusión<br />

de la sociedad. Es evidente, entonces, que esta forma común de la lepra no es contagiosa, pues de otra manera Moisés<br />

habría ordenado una cuarentena estricta en este caso como en los otros. En esto vemos la gran superioridad de la ley<br />

mosaica, que tan exactamente distinguía las características de la lepra, y preservaba para la sociedad los servicios de

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