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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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[PAG. 17] PREFACIO A LOS PROFETAS <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> RESTAURACION<br />

———————————————<br />

El don profético existía mucho tiempo antes que fuera instituído el oficio o cargo de profeta. Así Enoc tenía el don<br />

(Judas 14). También Abraham se llama “profeta” (Génesis 20:7), como también los patriarcas (Salmo 105:15). Se<br />

instituyó el cargo primero bajo la economía mosaica; pero aun entonces el don no siempre estaba unido con el cargo;<br />

por ejemplo, Daniel estaba grandemente dotado, pero nunca fué llamado al oficio, pues vivía en una corte pagana<br />

donde no habría podido ejercerlo. Así también David (Mateo 13:35; 27:35). Por esto, los escritos de ambos están<br />

colocados en los Hagiógrafos, y no con los profetas. Además, aunque el oficio o puesto cesó con el final de la<br />

dispensación del Antiguo Testamento, el don continuó, y estuvo entre los principales carismas de la iglesia del Nuevo<br />

Testamento. Profeta (en hebreo de una raíz, “brotar como una fuente”) quería decir uno que habla en nombre de otro<br />

(Exodo 7:1); esto es, uno que hablaba con autoridad por Dios como intérprete de su voluntad. Vidente era el término<br />

más antiguo (1 Samuel 9:9), lo que da a entender que hablaba mediante una comunicación divina presentada a sus<br />

sentidos o su mente; como “profeta” indicaba su autoridad como que hablaba por Dios.<br />

Cristo era la única fuente de la profecía (1 Pedro 1:11; Apocalipsis 19:10; también Hechos 16:7, la lección más<br />

antigua decía “Espíritu de Jesús”), y declaraba la voluntad de Dios a los hombres por medio de su Santo Espíritu que<br />

obraba en las mentes de los profetas. Así la historia de la iglesia es la historia de la revelación que Dios hacía de sí<br />

mismo a los hombres en su Hijo. Las tres divisiones de esta historia, la Dispensación Patriarcal, la Mosaica y la<br />

Cristiana, se caracterizan cada una por un modo distinto de las manifestaciones de Dios—es decir, por una forma<br />

distinta del don profético. El modo teofánico caracteriza a la dispensación patriarcal: Dios se revela a sí mismo en<br />

apariencias visibles, o teofanías. El modo teopnéustico, la mosaica: Dios se revela por medio de hombres divinamente<br />

inspirados. El modo teológico, la cristiana: Dios se revela a sí mismo, no meramente a intervalos, sino permanentemente,<br />

por escritos inspirados (“los oráculos de Dios,” 1 Pedro 4:11).<br />

En la primera o edad patriarcal, los hombres no obran milagros, a diferencia de todas las demás historias primitivas,<br />

que abundan en milagros obrados por los hombres, como prueba de la autenticidad. Todos los milagros son obrados<br />

por Dios, sin la intervención de hombres; y las comunicaciones divinas son generalmente expresiones directas, de<br />

suerte que el don profético es raro, pues en esta dispensación sólo excepcionalmente Dios emplea la agencia profética<br />

de hombres; sólo en Génesis 20:7, se halla el término “profeta”. En la segunda, o dispensación mosaica, Dios se aleja más<br />

de las comunicaciones directas con la humanidad, y se manifiesta por medio de instrumentos humanos. En vez de<br />

obrar Dios milagros directamente, Moisés, Josué, etc., son sus agentes. Así también en sus comunicaciones él habla no<br />

directamente, sino por medio de Moisés y sus sucesores. La teocracia necesitaba una nueva forma del don profético:<br />

Hombres divinamente inspirados (teopnéusticos) tienen que obrar y hablar por Dios, Cabeza de la teocracia, como<br />

administradores de él; el don profético, pues, ahora se une con el cargo profético. De consiguiente, estos profetas son<br />

profetas que obran, no escriben. Estos sólo aparecen en las edades posteriores de esta segunda dispensación. Moisés<br />

obraba como legislador; Josué, los jueces y Samuel como profetas ejecutivos; David y Salomón como profetas<br />

devocionales. Aun en caso de los profetas escritores de la última mitad de la dispensación mosaica, su deber primario<br />

era el de hablar y obrar. Sus escritos tenían referenecia más al uso de la dispensación del Nuevo Testamento que a la<br />

suya propia (1 Pedro 1:12). De modo que aun en el caso de ellos, el carácter de la dispensación mosaica era<br />

teopnéustico; antes que teológico. La tercera, o dispensación cristiana, es teológica, es decir, una revelación de Dios por<br />

medio de escritos inspirados; 1 Pedro 4:11; 2 Pedro 1:16–21, donde hace contraste entre “los tiempos pasados” cuando<br />

“los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo”, con los tiempos nuestros, cuando<br />

“tenemos la palabra profética más permanente”. De modo que Dios ahora revela su voluntad, no por teofanías directas<br />

como en la primera dispensación ni por hombres inspirados, como en la segunda, sino por la palabra escrita, que vive y<br />

permanece para siempre (en contraste [PAG. 18] con las inconstantes manifestaciones de Dios, y con la descontinuación<br />

en la vida de los profetas, bajo las dos dispensaciones anteriores respectivamente, 1 Pedro 1:23; 2 Pedro 3:2, 16). La<br />

forma próxima futura será el retorno de las manifestaciones teofánicas sobre la tierra, en una forma más perfecta y<br />

permanente que en la edad primera (Apocalipsis 21:3).<br />

La historia del cargo profético bajo la dispensación mosaica cae dentro de tres divisiones. La primera termina con<br />

la edad de Samuel, y no tiene una sucesión regular de profetas, no haciendo falta éstos, mientras Dios mismo<br />

gobernaba al pueblo sin ejecutivo hereditario. El segundo período se extiende desde Samuel hasta Uzzías, 800 A. de<br />

C., y es la edad de los profetas de acción. Samuel reunía en sí los tres elementos de la teocracia, siendo juez, sacerdote

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