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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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amenazantes que en período no distante azotarían a la ciudad y sus habitantes, pero al mismo tiempo consoló al rey<br />

con una seguridad de que esta época de castigo y tristeza no vendría [PAG. 311] durante su vida, por causa de la fe, la<br />

penitencia y el celo piadoso por la gloria divina y el culto, que él, en su capacidad pública y real influencia, había<br />

manifestado.<br />

CAPITULO 23<br />

Vers. 1–3. JOSIAS HACE QUE SE LEA <strong>LA</strong> LEY. 1. el rey envió, y juntaron a él todos los ancianos—Este rey<br />

piadoso y patriótico, no contento con la promesa de su propia seguridad, después de la respuesta de Hulda sintió un<br />

deseo más grande de apartar las calamidades que amenazaban a su reino y a su pueblo. Conociendo la riqueza de la<br />

clemencia y gracia divinas a los arrepentidos, convocó a los ancianos del pueblo, y colocándose a la cabeza de ellos,<br />

acompañado por el cuerpo unido del pueblo, fué en procesión solemne al templo, donde mandó que el libro de la ley<br />

fuese leído a los oyentes reunidos, y pactó, en unión de sus súbditos, guardar firmemente todos los mandamientos de<br />

Jehová. Fué ocasión de interés solemne, íntimamente unida a una crisis nacional, y el hermoso ejemplo de piedad en<br />

la esfera más alta debería ejercer una influencia saludable en todas las clases del pueblo, animando su devoción y<br />

alentando su retorno a la fe de sus padres. 2. leyó, oyéndolo ellos—literalmente, hizo leer. 3. todo el pueblo confirmó<br />

el pacto—es decir, se expresaron de acuerdo con las proposiciones hechas. Asintieron a lo que se exigía de ellos.<br />

4–28. <strong>DE</strong>STRUYE <strong>LA</strong> IDO<strong>LA</strong>TRIA. 4. mandó el rey al sumo sacerdote, etc.—es decir, al sumo sacerdote y otros<br />

sacerdotes, porque no había variedad de grados oficiales en el templo. todos los vasos, etc.—todos los objetos usados<br />

en el culto idolátrico. quemólos fuera de Jerusalem—La ley exigía que fuesen entregados a las llamas (Deuteronomio<br />

7:25). en el campo de Cedrón—Más probablemente aquella parte del valle de Cedrón, donde están Jerusalem y el<br />

Monte de los Olivos. Hoy es valle espacioso y nivelado, con abundantes plantaciones. (Robinson). El arroyo serpentea<br />

a lo largo del este y sur de la ciudad, y el canal del arroyo, gran parte del año está casi seco o completamente seco,<br />

hasta después de las lluvias fuertes, cuando repentinamente se llena y se desborda. Allí se vaciaban todas las<br />

impurezas del templo (2 Crónicas 29:15, 16) y de la ciudad. Sus antecesores reformadores habían mandado que las<br />

reliquias mutiladas de la idolatría fuesen echadas en este receptáculo de inmundicias (1 Reyes 15:13; 2 Crónicas 15:16;<br />

30:14), pero Josías, imitando su piedad, los excedió en celo; porque éste hizo que la madera quemada y los fragmentos<br />

de metal roto fuesen juntados y llevados a Beth‐el, para poder, desde allí en adelante, asociar las ideas del horror y la<br />

aversión con aquel lugar, como odioso por las peores contaminaciones. 5. quitó a los Camoreos—Hebreo, Chemarim,<br />

“chamuscados”, o adoradores del fuego, distinguidos por un cinturón (Ezequiel 23:14–17) de lana y pelo de camello,<br />

enrollado dos veces alrededor del cuerpo, y atado con cuatro nudos, los cuales tenían significado simbólico, y era<br />

considerado una defensa contra el mal. a los que quemaban perfumes a Baal, al sol y a la luna, etc.—o, Baal‐<br />

chemesh, pues Baal a veces era considerado como el sol. Esta forma de culto falso no era por medio de imágenes, sino<br />

culto puro a las estrellas, tomado de los viejos asirios. y—Más bien, aun a todas las huestes del cielo. 6. hizo sacar el<br />

bosque—es decir, Asherah, el árbol místico, puesto por Manasés en el templo, sacado por él después de su conversión,<br />

y vuelto a colocar en el santuario por su malvado hijo Amón. Josías hizo que fuese llevado al Cedrón, se quemara la<br />

madera, y se moliera el metal que había en él, y esparciera la ceniza “sobre los sepulcros de los hijos de los hombres”.<br />

Los pobres eran sepultados en lugar común en el valle Cedrón. Pero aquí se hace referencia a los sepulcros “de los que<br />

habían sacrificado” (2 Crónicas 34:4). 7. derribó las casas de los sodomitas—no casas firmes, sino tiendas, o carpas,<br />

llamadas en otras partes Succoth‐benoth, carpas de mujeres jóvenes dedicadas al servicio de Asherah, para las cuales<br />

hacían colgaduras bordadas, y en donde se entregaban sin freno a la jarana y la sensualidad, o las colgaduras pueden<br />

haber sido para Asherah misma, pues es una superstición popular en Oriente colgar pedazos de tela en los árboles. 8.<br />

hizo venir todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y profanó los altos—Un gran número de la orden levítica,<br />

habiéndose abolido el culto en el templo en los reinados de Manasés y Amón, y los diezmos y otras ofrendas<br />

enajenadas, habían cometido la locura de oficiar en los lugares altos, y de presentar los sacrificios que les eran traídos.<br />

Estas irregularidades, aunque el objeto fuese rendir culto al Dios verdadero, eran prohibidas en la ley (Deuteronomio<br />

12:11). A los que habían sido culpables de este pecado, Josías hizo traer a Jerusalem, y, considerándolos como<br />

contaminados, los excluyó de los servicios del templo, pero les daba un salario de los tributos del templo, así como a<br />

los cojos y a los incapacitados para el sacerdocio (Levítico 21:21, 22). desde Gabaa hasta Beer‐seba—los lugares más<br />

septentrionales y meridionales de Judá, queriendo decir todas las partes del reino. los altares … que estaban a la<br />

entrada de la puerta de Josué—La casa y puerta del gobernador estaban a la izquierda de la puerta de la ciudad, y<br />

junto a la entrada de aquella mansión cívica había altares públicos, dedicados, quizá, al verdadero Díos, pero<br />

contrariamente a sus propias ordenanzas de culto (Isaías 57:8). 10. Topheth—así llamado de tof—un tambor. La<br />

opinión prevaleciente entre los escritores judíos es que los gritos de los niños asustados cuando estaban obligados a

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