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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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317<br />

(Napier). 40–45. hizo Hiram fuentes, y tenazas, y cuencos—Estos versículos contienen una enumeración general de<br />

los trabajos de Hiram, como también los ya mencionados como cosas menores. Los artistas tirios son mencionados<br />

frecuentemente por los escritores antiguos, como artífices expertos en fabricar y grabar tazas y cuencos de metal; y no<br />

es de extrañarse que los hallemos empleados por Salomón en hacer los utensilios de oro y bronce para el templo y sus<br />

palacios. 46. todo lo hizo fundir el rey en la llanura del Jordás—Sartán, o Saretán (Josué 3:16), o Zaretán (1 Rey. 4:12),<br />

o Seredat (2 Crónicas 4:17), estaba sobre la ribera del Jordán en el territorio de Manasés occidental. Succot estaba<br />

situado en la ribera oriental del Jordán, al vado del río cerca de la boca del Jaboc. Un motivo dado por los<br />

comentadores para que las fundiciones fuesen hechas allí, es que a tal distancia de Jerusalem, aquella ciudad no sería<br />

molestada por el humo y los vapores nocivos, inevitablemente ocasionados por el proceso. (Nota en Bagster’s Bible).<br />

Pero el verdadero motivo se halla en la naturaleza del suelo; nota marginal “espesor del suelo”. Aquella parte del<br />

valle del Jordán abunda en marga o depósitos de carbonato de cal con arcilla y arena. La arcilla y arena son los<br />

materiales para fundir bronce. Las grandes cantidades de metal contenidas en uno de estos vaciados, no cabían en un<br />

solo horno, sino que exigían una serie de hornos, especialmente para una fundición como “el mar de bronce”—se<br />

llenaban los hornos con metal, y se calentaba y vaciaba al mismo tiempo, dejando correr el metal fundido en el molde.<br />

Por tanto se estableció una fundición nacional en la llanura del Jordán. (Napier). 48. un altar de oro—El altar de<br />

incienso. 49. candeleros de oro purísimo—Hechos, probablemente, según el modelo del que había en el tabernáculo,<br />

los cuales, junto con los demás artículos de moblaje, fueron depositados en el templo con la debida honra, como<br />

reliquias sagradas. Pero parece que éstos no se usaban en el servicio del templo; porque Salomón hizo fuentes nuevas,<br />

mesas y candeleros, diez de cada uno. (Véase más información acerca de dimensiones y muebles del templo, en 2<br />

Crónicas 3:5).<br />

[PAG. 275] CAPITULO 8<br />

Vers. 1–12. <strong>LA</strong> <strong>DE</strong>DICACION <strong>DE</strong>L TEMPLO. 2. en el mes de Ethanim … en el día solemne—La inauguración<br />

pública y formal de este lugar de culto nacional no se realizó sino once meses después de la terminación del edificio.<br />

La demora probablemente se originó por el deseo de Salomón de elegir la oportunidad más conveniente, cuando<br />

hubiera una asamblea general del pueblo en Jerusalem (v. 2), y esto no sucedió sino hasta el año siguiente. Aquél fué<br />

el año de jubileo, y Salomón resolvió dar principio a la solemne ceremonia unos pocos días antes de la fiesta de los<br />

Tabernáculos, que era la fecha más apropiada, ya que aquella fiesta anual había sido instituída en conmemoración de<br />

que los israelitas habían vivido en tiendas durante su estada en el desierto; así como también en conmemoración del<br />

Tabernáculo erigido en aquel entonces, en el cual Dios prometió habitar y morar entre su pueblo, santificándolo con<br />

su gloria. Y como el tabernáculo había de ser reemplazado por el templo, había una conveniencia admirable en elegir<br />

la fiesta de los tabernáculos como la fecha para la dedicación del nuevo lugar de culto, y para pedir que los mismos<br />

privilegios que tuvo el tabernáculo, los tuviera el templo, y que en él se Manifestaran la presencia y gloria divinas. En<br />

la fecha señalada para la inauguración, el rey dió orden para que todos los jefes y representantes de la nación se<br />

trasladaran a Jerusalem, y tomasen parte en la augusta procesión. El primer lugar fué tomado por el rey y los ancianos<br />

del pueblo, cuyo avance fué lento, pues los sacerdotes se iban deteniendo para ofrecer un inmenso número de<br />

sacrificios en varios puntos del camino por donde la procesión pasaba; luego venían los sacerdotes trayendo el arca y<br />

el tabernáculo, el viejo tabernáculo mosaico que fué traído desde Gabaón. Al final venían los levitas, trayendo los<br />

vasos y ornamentos que pertenecían al viejo santuario, para depositarios en la nueva casa de Dios. Hubo una pequeña<br />

diferencia en este modo de proceder y el del orden de marcha establecido en el desierto (Números 3:31; 4:15); pero se<br />

observó debidamente el orden. El arca fué depositada en el oráculo, el lugar santísimo, bajo las alas de los<br />

querubines—no los querubines mosaicos, que estaban firmemente adheridos al arca (Exodo 37:7, 8), sino los que<br />

fueron hechos por Salomón, que eran mucho más grandes. 8. hicieron salir las varas—Un poco, de modo que<br />

sobresalían (véase Exodo 25:15; Números 4:6), y eran dejadas en esa posición. El propósito era que estas varas<br />

sobresalientes sirvieran como guía al sumo sacerdote para conducirlo a aquel lugar, donde, una vez por año, entraría<br />

para oficiar ante el arca, de otra manera él podría perder el camino en la obscuridad, estando el arca completamente<br />

cubierta por las alas de los querubines. 9. En el arca ninguna cosa había más de las dos tablas de piedra—Nunca<br />

había ninguna otra cosa en el arca, los artículos mencionados en Hebrcos 9:4 no estaban dentro sino al lado de ella,<br />

habiendo sido puestos en el lugar santísimo delante del testimonio. (Exodo 16:33; Números 17:10). 10, 11. la nube<br />

hinchió la casa de Jehová—La nube era el símbolo visible de la presencia divina, y al ocupar el santuario, era<br />

testimonio de la grata aceptación de Dios del templo, así como del tabernáculo. (Exodo 40:34). La deslumbrante<br />

claridad, o más bien, tal vez. la densa y portentosa obscuridad de la nube, impresiono a los sacerdotes, como<br />

anteriormente había hecho a Moisés, con tal asombro y terror (Levítico 16:2–13; Deuteronomio 4:24; Exodo 40:35) que

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