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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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del gran palacio de Karnak, donde puede verse hoy. Esta escultura tiene 2700 años, y es de interés especial como<br />

testimonio notable de la verdad de la historia bíblica. 12. como él se humilló, la ira de Jehová se apartó de él—La<br />

promesa contenida en v. 7 fué cumplida; la providencia divina conservó el reino en existencia; una reforma fué hecha<br />

en la corte, mientras la verdadera religión y piedad se extendía por el país.<br />

13–16. SU REINADO Y MUERTE. 13. Fortificado pues Roboam, reinó‐La invasión egipcia habia sido una<br />

expedición meramente de rapiña, no extendiéndose más allá de los límites de Judá, y probablemente rechazada<br />

pronto por los invadidos. El gobierno de Roboam adquirió vida y nuevo vigor mediante un avivamiento general de la<br />

verdadera religión, y su reinado continuó muchos años después de la partida de Sisac. Pero “no apercibió su corazón<br />

para buscar a Jehová”, es decir, no se adhirió firmemente al buen curso de reforma que él mismo habia empezado, “e<br />

hizo lo malo”, porque por la infeliz influencia de su madre, extranjera pagana, él había recibio en su juventud una<br />

fuerte tendencia hacia la idolatría (véase 1 Reyes 14:21–24).<br />

CAPITULO 13<br />

Vers. 1–20. ABIAS HACE GUERRA A JEROBOAM, Y LE VENCE. 2. El nombre de su madre fué Michaía hija de<br />

Uriel de Gabaa—Igual a Maaca (véase 1 Reyes 15:2). Ella fué “la hija”, es decir, nieta de Absalom (1 Reyes 15:2; cf. 2<br />

Samuel 14), madre de Abías, abuela (1 Reyes 15:10, margen) de Asa. “De Gabaa”, probablemente indica que Uriel era<br />

relacionado con la casa de Saúl. hubo guerra entre Abías y Jeroboam—La ocasión de esta guerra no se menciona<br />

(véase 1 Reyes 15:6, 7), pero se puede inferir por el tenor del discurso de Abías, que se suscitó por ambición juvenil de<br />

recuperar el completo dominio hereditario de sus antepasados. Ningún profeta esta vez prohibió una guerra con<br />

Israel (cap. 11:23), porque Jeroboam había perdido todo título a la protección. 3. ordenó Abías batalla—es decir, salió<br />

a campaña tomando la iniciativa. con un ejército de cuatrocientos mil hombres … Jeroboam … con ochocientos mil<br />

… Estos son, sin duda, números grandes, considerando la pequeñez de los dos reinos. Habrá que tenerse en cuenta,<br />

sin embargo, que los ejércitos orientales son meros gentíos; grandes números acompañan al campamento sólo con<br />

esperanza del botín; de modo que los números mencionados en expediciones asiáticas, exceden el número exacto de<br />

hombres armados para la pelea. Pero al explicar el número grande de soldados alistados en los ejércitos de Abías y<br />

Jeroboam, no hay necesidad de recurrir a esta explicación; porque sabemos por el censo de David, la inmensa<br />

cantidad de la población que era capaz de llevar armas (1 Crónicas 21:5; cf. cap. 14:8; 17:14). 4–12. levantóse Abías<br />

sobre el monte de Semaraim—Entró al territorio del enemigo, y se acampó sobre una altura cerca de Bethel (Josué<br />

18:22). El ejército de Jeroboam estaba al pie del collado, y como se esperaba una batalla campal, Abías, según la<br />

singular costumbre de los tiempos antiguos, harengó [PAG. 343] al enemigo. Los oradores en tales circunstancias,<br />

siempre ensalzaban sus propios méritos y vertían torrentes de invectiva sobre el enemigo. Así hizo Abías. Hizo<br />

énfasis sobre el divino derecho de la casa de David al trono; haciendo caso omiso de las ofensas de Salomón<br />

condenadas por Dios, y del nombramiento divino de Jeroboam, como también de la sanción divina de la separación<br />

del reino; reprochó a Jeroboam como usurpador y a sus súbditos como rebeldes que aprovecharon la juventud y falta<br />

de experiencia de Roboam. Entonces, contrastando el estado religioso de los dos reinos, pintó un cuadro negro de las<br />

innovaciones impías y de la idolatría introducida por Jeroboam, con la expulsión y empobrecimiento de los levitas<br />

(cap. 11:14); dilatóse con razonable orgullo sobre la observancia pura y regular de las antiguas instituciones de Moisés<br />

en sus propios dominios, y concluyó con esta apelación enfática: “Oh hijos de Israel, no peleéis contra Jehová el Dios<br />

de vuestros padres, porque no os sucederá bien.” 13–17. Pero Jeroboam hizo girar una emboscada para venir a ellos<br />

por la espalda—La oración de Abías, por muy animadora que haya sido para sus propias tropas, no fué atendida por<br />

los enemigos a quienes fué dirigida; porque mientras él estaba perdiendo el tiempo con palabras inútiles, Jeroboam<br />

había mandado un destacamento de sus hombres a que se dirigiesen silenciosamente por la base del collado, de modo<br />

que, cuando Abías dejó de hablar, él y sus seguidores fueron sorprendidos por la retaguardia, mientras el cuerpo<br />

principal de las fuerzas israelitas quedaban delante. Una desastrosa confusión habría podido suceder, si los dirigentes<br />

no hubieran “clamado a Jehová” y los sacerdotes no hubieran “tocado las trompetas”, la señal de la victoria (Números<br />

10:9; 31:6); y, alentados por esta bien conocida señal, los hombres de Judá respondieron con la grita de guerra, la cual,<br />

hecha resonar por todo el ejército, fué seguida por una arremetida impetuosa contra el enemigo. El encuentro fué<br />

irresistible. Las filas de los israelitas fueron quebradas, porque “Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel”. Ellos<br />

huyeron y la matanza sin misericordia que siguió, puede explicarse solamente atribuyéndola a las pasiones rencorosas<br />

encendidas por la guerra civil. 19. siguió Abías a Jeroboam—Esta acción sanguinaria ensanchó la disensión entre los<br />

dos reinos. Abías abandonó su propósito original de sojuzgar a las diez tribus, contentándose con recuperar algunas<br />

ciudades fronterizas, las cuales, situadas dentro de Judá y Benjamín, habían sido enajenadas al reino nuevo del norte.<br />

Entre ellas estaba Bethel, que, con sus asociaciones sagradas, él estaría deseoso de rescatar de la profanación. 20.

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