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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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dirigentes, no contentos con participar en la general expresión de satisfacción, se distinguieron por un movimiento,<br />

que, aunque puramente expontáneo, fué al mismo tiempo tan apropiado a las circunstancias, y tan igual en carácter,<br />

como si indicara que hubiese sido el resultado de un entendimiento previo. Fué un ofrecimiento de los medios de<br />

transporte, conveniente al estado migratorio en el desierto, para llevar el tabernáculo de un lugar para otro. En el<br />

modelo de aquella tienda sagrada exhibida en la montaña, y al cual por su carácter simbólico y típico se exigía una fiel<br />

adhesión, no se había hecho ninguna provisión para su transporte, en los frecuentes viajes de los israelitas. Como<br />

aquello no era esencial al plan del Divino Arquitecto, se dejó para ser efectuado por la generosidad voluntaria del<br />

pueblo; y sea que consideremos el carácter juicioso de las donaciones, o la manera pública en que fueron presentadas,<br />

tenemos evidencia inequívoca de los sentimientos piadosos y patrióticos de los cuales surgieron, y del gran interés<br />

que la ocasión produjo. Los oferentes fueron “los principes de Israel, las cabezas de las casas de los padres”, y la<br />

ofrenda consistió en “seis carros cubiertos, y doce bueyes; por cada dos príncipes un carro, y por cada uno un buey”.<br />

4, 5. Jehová habló a Moisés, diciendo: Tómalo de ellos, y será para el servicio del tabernáculo de la congregación—<br />

Ellos dieron un ejemplo hermoso a todos los que son grandes en dignidad y riquezas, de ser los primeros en<br />

contribuir al sostén y en la promoción de la religión. Lo estricto de los mandamientos que Moisés había recibido, de<br />

adherirse con fidelidad escrupulosa al modelo divino del tabernáculo, probablemente le hizo dudar de si estaría en<br />

libertad de obrar en este asunto, sin recibir órdenes. Dios lo libró de dudas, declarando su aceptación de las ofrendas<br />

voluntarias, como también dándole instrucciones acerca del modo del reparto entre los levitas. Es probable que al<br />

hacerlo así, Dios meramente haya sancionado el objeto para el cual fueron ofrecidos, y que la sabiduría práctica de los<br />

oferentes hubiera determinado previamente que deberían ser repartidos “a los levitas, a cada uno conforme a su<br />

ministerio”; i. e., mayor número o menor número fueron designados a cada una de las divisiones levíticas, según<br />

parecían requerirlo sus obligaciones. Es de gran importancia notar esta sanción divina, porque establece el principio<br />

de que, mientras en los grandes asuntos del culto divino y del gobierno eclesiástico, hemos de adherirnos fielmente a<br />

la regla revelada de fe y deber, las disposiciones menores acerca de estas cosas pueden hacerse legalmente, según los<br />

medios y las conveniencias del pueblo de Dios, en los lugares distintos. “Hay mucho que se deja a la regulación<br />

humana; pertenencias de conveniencia evidente, y que sería absurdo resistir por la razón de que ningún mandato<br />

expreso se ha dado para ello, como por ejemplo protestar contra el llamar a la gente al culto divino, porque no hay un<br />

mandato en la Escritura para la erección y toque de una campana de iglesia”. (Chalmers). 6–9. Moisés recibió los<br />

carros y los bueyes—Parece que la palabra hebrea se traduce correctamente por “carros”. Vehículos de ruedas de<br />

alguna clase, seguramente son indicados. Que vehículos de ruedas eran usados antiguamente en Egitpto v Turquía, es<br />

confirmado, no sólo por la historia, sino por esculturas y pinturas existentes. Algunos de éstos habrían podido traer<br />

los israelitas en su salida; otros, los hábiles artesanos, que hicieron la obra mecánica del tabernáculo, fácilmente<br />

habrían podido construirlos, según los modelos que habían conocido. Cada carro era tirado por dos bueyes; y mayor<br />

número parece [PAG. 127] que nunca fué empleado en ninguna de las ocasiones mencionadas en las Escrituras.<br />

Parece que los bueyes eran usados para el tiro en tiempos antiguos entre otras naciones como entre los hebreos; y<br />

todavía son empleados en tirar los pocos carros que están en uso en algunas partes del Asia Occidental. (Kitto). y<br />

diólos a los levitas—El principio de la distribución era natural y juiciosa, recibiendo los meraritas dos veces la<br />

cantidad de carros y bueyes que los que tenían los gersonitas; evidentemente porque, mientras que éstos tenían a su<br />

cargo las cubiertas y colgaduras, cortinajes livianos pero preciosos y ricamente bordados, aquéllos eran nombrados<br />

para transportar todos los materiales pesados y voluminosos, como tablas, barras, pilares y conteras, en fin, todos los<br />

artículos de mueblaje más grandes. Quien piensa sólo en el peso enorme del metal, el oro, la plata y el bronce, etc., que<br />

estaba en las basas, capiteles, pilares, etc., probablemente llegará a la conclusión de que cuatro carros con ocho bueyes,<br />

estaban muy lejos de ser suficientes para llevar tan enorme carga. Además, los meraritas no eran numerosos, pues<br />

sumaban sólo 3.200 hombres de treinta años arriba; y por lo tanto hay motivo para suponer que se hallaría después<br />

que era necesario un número mucho mayor de carros, y que serían provistos, que los donados en esta ocasión.<br />

(Calmet). Otros, que se fijan en el número completo de carros y bueyes mencionados en el sagrado relato, suponen<br />

que los meraritas llevarían muchas de las cosas pequeñas en sus manos, como las conteras por ejemplo, que siendo de<br />

un talento de peso, sería carga para un hombre. (2 Reyes 5:23). Los coathitas no tenían asignados para sí, ni vehículos<br />

de ruedas ni bestias de carga, porque, siendo encargados del transporte del moblaje perteneciente al lugar santo, el<br />

valor sagrado y el carácter de los vasos a ellos confiados (véase cap. 4:15) exigía un modo de transporte honorable.<br />

Estos eran llevados por los levitas a la altura del hombro. Aun en este arreglo minucioso todo lector reflexivo verá la<br />

evidencia de la sabiduría y santidad divinas; y una desviación de esta prescripta regla del deber, en un caso relatado,<br />

llevo a una manifestación del santo desagrado, capaz de hacer una impresión saludable y solemne. (2 Samuel 6:6–13).<br />

10, 11. ofrecieron los príncipes a la dedicación del altar, etc.—“Altar” aquí se usa en número singular en lugar del<br />

plural; porque es evidente por la clase de ofrendas, que se refiere a los altares de holocaustos y de incienso. Esta no es<br />

la dedicación primera y propia de aquellos altares, la cual había sido hecha por Moisés y Aarón algún tiempo antes.

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