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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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164<br />

Vers. 1–16. INVIO<strong>LA</strong>BILIDAD <strong>DE</strong> LOS VOTOS. 2. Esto es lo que Jehová ha mandado.—El tema de este capítulo<br />

tiene que ver con el acto de hacer votos, que parece era una usanza antigua, que la ley permitió que permaneciera y<br />

por medio de la cual algunas personas declaraban su intención de ofrecer algún don sobre el altar, o de abstenerse de<br />

ciertos artículos de comida o bedida, o de observar algún ayuno particular, o de hacer algo para el honor o en el<br />

servicio de Dios, sobre lo que era exigido por la autoridad de la ley. En el v. 39 del capítulo anterior, se hizo mención<br />

de “votos y ofrendas libres”, y es parobable, por la naturaleza explicativa de las reglas asentadas en este capítulo, que<br />

éstas fueran dadas para quitar dudas y dificultades que hubieran sentido personas escrupulosas acerca de su<br />

obligación de cumplir sus votos en ciertas circunstancias que se habían presentado. 3. Cuando alguno hiciere voto a<br />

Jehová—Un mero propósito secreto de la mente no era suficiente para constituir un voto; tenía que expresarse<br />

realmente en palabras; y aunque era un acto voluntario, sin embargo cuando una vez se había hecho, el cumplimiento<br />

de él, como el de todas las demás promesas, venia a ser un deber indispensable; aun más, que, refiréndose a cosas<br />

sagradas, no podía ser descuidado sin culpa de prevaricación e infidelidad a Dios. no violará su palabra—<br />

literalmente, “profanará” su palabra, i. e., hacerla vana y despreciable. (Salmo 55:20; 89:34). Pero como sucedería<br />

frecuentemente que había personas que hicieran voto de hacer cosas, que no eran buenas en sí mismas ni estaba en el<br />

poder de las personas cumplir, la ley ordenaba que sus naturales superiores ejercieran el derecho de juzgar en cuanto<br />

a la conveniencia de estos votos, con poder discrecional de sancionar o impedir su cumplimiento. Los padres tenían<br />

que resolver en el caso de su hijos, y los maridos en el de sus esposas; dándoseles, sin embargo, sólo un día para la<br />

deliberación una vez que el asunto llegara a su conocimiento, y su juicio, si era adverso, libraba de toda obligación al<br />

que había hecho el voto. 4. la mujer, cuando hiciere voto a Jehová y se ligare con obligación en casa de su padre, en<br />

su mocedad—Se especifica sólo a las niñas; pero los menores de edad del otro sexo, que residían bajo el techo paterno,<br />

estaban incluídos, según los escritores judíos, quienes también consideran que el nombre “padre” incluía a todos los<br />

tutores de jóvenes, y nos dicen que la edad, en que personas jóvenes eran consideradas como capaces de hacer voto,<br />

era 13 años para los varones y 12 para las mujeras. El juicio de un padre o tutor había de darse o por aprobación<br />

expresa o por el silencio, el cual se interpretaba como aprobatorio. Pero en el caso de un esposo, quien, después de<br />

haber callado día por día, finalmente desaprobara o impidiese el voto de su esposa, el pecado de incumplimiento<br />

había de ser imputado a él y no a ella. 10. todo voto de viuda—En el caso de una mujer casada, quien, en caso de<br />

separación de su esposo o de la muerte de él, volvía, como era la costumbre común, a la casa de su padre, podría<br />

suscitarse una duda de si ella no estaría sujeta como antes, a la jurisdicción paterna, y obligada a obrar con el<br />

consentimiento paternal. La ley ordenaba que el voto era obligatorio, si había sido hecho en vida del esposo, y si él, al<br />

tener conocimiento de tal voto, no había interpuesto su veto; como, por ejemplo, ella habría podido hacer voto,<br />

cuando todavía no era viuda, de destinar una proporción de sus entradas a usos piadosos y caritativos, de lo que<br />

podría arrenpentirse cuando llegara a ser viuda; peo por este estatuto ella estaba obligada a cumplir el compromiso,<br />

con tal que sus circunstancias le permitiesen redimir su promesa. Las reglas asentadas deben haber sido sumamente<br />

útiles para evitar y cancelar votos precipitados, como también para dar una sanción debida a aquellos que eran<br />

legítimos en su naturaleza, y hechos en un espíritu en su naturaleza, y hechos en un espíritu devoto y bien pensados.<br />

CAPITULO 31<br />

Vers. 1–54. LOS MADIANITAS <strong>DE</strong>SPOJADOS Y BA<strong>LA</strong>AM MUERTO. 1, 2. Jehová habló a Moisés, diciendo:<br />

Haz venganza de los hijos de Israel sobre los madianitas—un pueblo seminómada, descendiente de Abraham y<br />

Cetura, que ocupaba una extensión de territorio al este y al sudeste de Moab, que estaba sobre la costa oriental del<br />

Mar Muerto. Los madianitas parecen haber sido los instigadores principales del plan infame de enredar a los israelitas<br />

en el doble crimen de idolatría y disolución, por el cual, se esperaba, el Señor retiraría a su pueblo el beneficio de la<br />

protección y el favor divinos. Además, los madianitas se habían hecho especialmente aborrecibles entrando en una<br />

alianza hostil con los amorreos. (Josué 13:21). Los moabitas en esta ocasión fueron perdonados en consideración a Lot<br />

(Deuteronomio 2:9), y porque no estaba todavía llena la medida de sus iniquidades. Dios habló de hacer venganza “de<br />

los hijos de Israel”; habló Moisés de hacer venganza “de Dios”, puesto que se había hecho deshonra a Dios y un daño<br />

se había infligido sobre su pueblo. Los intereses son idénticos. Dios y su pueblo tienen la misma causa, los mismos<br />

amigos y los mismos opositores. Esta, en verdad, [PAG. 148] fué una guerra religiosa, emprendida por el mandato<br />

expreso de Dios contra los idólatras, quienes habían seducido a los israelitas a que practicaran sus abominaciones. 3.<br />

Armaos—Esta orden fué dada muy poco tiempo antes de la muerte de Moisés. El anuncio de este cercano<br />

acontecimiento hecho a él, parece haber acelerado sus preparativos guerreros, en vez de retardarlos. 5. Así fueron<br />

dados—i. e., conscriptos, escogidos, número igual de cada tribu, para evitar el estallido de celos y contiendas mutuos.<br />

En vista de la fuerza numérica del enemigo, este contingente parece pequeño. Pero el propósito era el de ejercitar la fe<br />

de ellos, y animarlos para la cercana invasión de Canaán. 6. Moisés los envió … Phinees … a la guerra—Aunque no

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