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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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sería derrotado y disperso; que Acab caería en la batalla, y que el pueblo volvería sin ser perseguido o destruido por el<br />

enemigo. 18–23. ¿No te lo había yo dicho? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente mal—<br />

Como Acab estaba dispuesto a atribuir esta desagradable verdad a la enemistad personal, Miqueas siguió sin miedo<br />

contando detalladamente al airado monarca lo que le había sido revelado. Los profetas hebreos sacaban sus cuadros<br />

simbólicos de escenas terrenales, representando a Dios como rey en su reino. Y como los príncipes terrenales no hacen<br />

nada de importancia sin pedir la opinión de sus consejeros, se representa a Dios como consultando acerca de la suerte<br />

de Acab. Este lenguaje profético no hay que interpretarlo literalmente, y el mandato debe considerarse sólo como una<br />

concesión al espíritu mentiroso. (Romanos 11:34). (Calmet). 24, 25. Llegándose entonces Sedechías hijo de Chanaana,<br />

hirió a Micheas en la mejilla—La insolencia de este hombre, jefe de los profetas falsos, parece haber sido provocada<br />

por celos porque Miqueas tenía el espíritu de inspiración. Este modo de herir, generalmente con un zapato, es severo e<br />

ignominioso. La respuesta ecuánime del profeta del Señor consistía en anunciar la suerte de los profetas falsos como<br />

consejeros de la expedición desastrosa.<br />

26–28. Toma a Micheas … Echad a éste en la cárcel—Acab, bajo el impulso de su resentimiento vehemente,<br />

manda otra vez a Miqueas a la cárcel hasta su regreso. pan de angustia, agua de aflicción—es decir, lo peor de la<br />

comida de la cárcel. Miqueas se sometió, pero repitió, a oídos de todos, que el resultado de la guerra sería fatal para<br />

Acab. 29–39. subió … a Ramoth de Galaad—El rey de Israel, resuelto a la expedición, se marchó acompañado por su<br />

aliado y con todo su ejército, al sitio; pero al acercarse a la escena de acción, le falló su valor, y, esperando evitar el<br />

poder de la profecía de Miqueas mediante una estratagema secreta, él tomó el uniforme de un subalterno, mientras<br />

que aconsejaba a Josafat a pelear en su ropa real. El rey sirio, con miras de poner fin a la guerra lo más pronto posible,<br />

o tal vez de borrar la mancha de su humillación, (cap. 20:31), había dado orden especial a sus generales de que<br />

pelearan sólo contra Acab, y que lo tomaran vivo o muerto, como autor de la guerra. Los oficiales primero dirigieron<br />

su ataque contra Josafat, pero reconociendo su error, lo dejaron. Acab fué herido por un flecha disparada a la ventura,<br />

la cual, probablemente estaba envenenada, y con la alta temperatura se aumentó la virulencia del veneno, y él murió a<br />

la puesta del sol. El cadáver fué llevado a Samaria; y como estaban lavando el carro en que fué traído, en un estanque<br />

cerca de la ciudad, de la sangre que había corrido abundantemente de la herida, los perros la lamieron, tal como<br />

Jehová lo había predicho por medio de Elías. Acab fué sucedido por su hijo Ocozías.

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