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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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334<br />

17–29. ELIAS <strong>DE</strong>NUNCIA JUICIOS CONTRA ACAB Y JEZABEL. 17–19. ¿No mataste y también has poseído?—<br />

Mientras Acab estaba en el acto de contemplar su posesión mal habida. Elías, por orden divina, se presentó ante él. La<br />

aparición del profeta en tal ocasión era presagio de mal, pero su lenguaje lo era mucho más (cf. Ezequiel 45:8; 46:16–<br />

18). En vez de horrorizarse por el crimen atroz, Acab con entusiasmo se apresuró a ir a su propiedad recién adquirida.<br />

En el mismo lugar donde lamieron los perros, etc.—Una retribución justa de la providencia. La predicción fué<br />

cumplida, no en Jezreel, sino en Samaria; y no en Acab personalmente, en consecuencia de su arrepentimiento (v. 20),<br />

sino en su hijo (2 Reyes 9:25). Las palabras “en el mismo lugar” pueden interpretarse “de la misma manera como”. 20.<br />

te has vendido a mal hacer—es decir, permitido que el pecado aquiera dominio habitual y sin freno sobre ti (2 Reyes<br />

17:17; Romanos 7:11). 21, 22. pondré tu casa, etc.—(véase cap. 15:29; 16:3–12). Jezabel, aunque estaba incluída entre los<br />

miembros de la casa de Acab, tenía su suerte ignominiosa predicha expresamente (véase 2 Reyes 9:30). 27–29. Achab<br />

… rasgó sus vestidos, y puso saco sobre su carne, y ayunó, y durmió en saco, y anduvo humillado—El no estaba<br />

endurecido, como Jezabel. Este terrible anuncio hizo una impresión profunda en el corazón del rey y lo llevó, por un<br />

tiempo, al sincero arrepentimiento. El manifestó todas las señales externas, convencionales y naturales, de profundo<br />

pesar. Era miserable, y tan grande es la misericordia de Dios, que, como resultado de su humillación, el castigo con<br />

que se le había amenazado fué postergado.<br />

CAPITULO 22<br />

Vers. 1–36. ACAB MUERTO EN RAMOTH <strong>DE</strong> GA<strong>LA</strong>AD. 1. Tres años pasaron sin guerra entre los Sirios e<br />

Israel—La derrota desastrosa de Ben‐adad había destruído de tal modo su ejército y agotado los recursos de su país,<br />

que, por más que quería no podía comenzar de nuevo las hostilidades contra Israel. Pero que su enemistad hereditaria<br />

continuaba, fué manifiesto por su violación al pacto por medio del cual él se había comprometido a restaurar todas las<br />

ciudades que su padre había tomado (cap. 20:34). 2. Josaphat rey de Judá descendió al rey de Israel—Es extraño que<br />

una liga de amistad entre los soberanos de Israel y Judá, por primera vez, fuese formada por príncipes de tan<br />

contrarios caracteres, el uno piadoso, el otro malvado. Ni esta liga ni la alianza matrimonial por la cual fué cimentada<br />

la unión entre las familias reales, tuvieron la aprobación del Señor (2 Crónicas 19:2). Condujo, sin embargo, a una<br />

visita de Josafat, cuya recepción en Samaria fué distinguida por la hospitalidad más pródiga (2 Crónicas 18:2). Se<br />

aprovechó esta visita para promover un asunto en el cual Acab había puesto su corazón. 3. ¿No sabéis que es nuestra<br />

Ramoth de Galaad?—Ciudad levítica y libre sobre la frontera norte de Gad (Deuteronomio 4:43; Josué 21:38), sobre el<br />

sitio del actual Lago salado, en la provincia de Belka. Quedaba dentro del territorio del monarca israelita, y fué<br />

injustamente enajenada; pero si era una de las ciudades usurpadas por el primer Ben‐adad, que el hijo había<br />

prometido devolver, o si era retenida por alguna otra razón, el historiador sagrado no lo dice. En la expedición que<br />

meditaba Acab para recuperar la ciudad, la ayuda de Josafat fué pedida y éste prometió que la daría, (véase 2<br />

Crónicas 18:3). Antes de declarar la guerra, era costumbre consultar a los profetas (véase 1 Samuel cap. 28); y<br />

habiendo Josafat expresado un ardiente deseo de conocer la voluntad del Señor respecto a esta guerra, reunió Acab<br />

cuatrocientos de sus profetas. Estos no pueden haber sido los profetas de Baal ni de Astarot (cap. 18:19), pero parece<br />

(v. 12) que fueron profetas falsos, que rendían culto simbólico a Jehová por medio de los becerros. Siendo ellos<br />

criaturas de Acab, unánimemente predijeron un próspero resultado de la guerra. Pero descontento con ellos, Josafat<br />

preguntó si había algún profeta verdadero de Jehová. Acab consintió, con grande desgano, en que fuese llamado<br />

Miqueas. Era el único profeta verdadero residente en Samaria, y fué necesario sacarlo a él de la cárcel (v. 26), en la<br />

cual, según Josefo, había sido echado a causa de su reprensión a Acab por haber perdonado al rey de Siria. 11.<br />

Sedechías hijo de Chanaana se había hecho unos cuernos de hierro—Pequeñas protuberancias del tamaño y forma<br />

de nuestros matacandelas (llevados en muchas partes del Oriente como adornos militares), eran llevados por los sirios<br />

de aquel entonces, y probablemente por los guerreros israelitas también. Sedequías, tomando dos cuernos,<br />

representada dos héroes, y, teniéndose por profeta, deseaba de esta manera representar a los [PAG. 290] reyes de<br />

Israel y Judá en un triunfo militar. Fué acción simbólica, para dar más fuerza a sus palabras (véase Deuteronomio<br />

33:17); pero no valía más que el blandir de una lanza. (Calmet’s Fragments). 14. lo que Jehová me hablare, eso diré—<br />

En el camino el mensajero que le conducía a la presencia real, le informó del tenor de las profecías ya pronunciadas, y<br />

le recomendó que concordara con los demás, sin duda por el propósito bondadoso de verle libre de la prisión. Pero<br />

Miqueas, inflexiblemente fiel a su misión divina como profeta, anunció su propósito de proclamar honradamente lo<br />

que Dios le dijera. Preguntándole el rey: “¿Iremos a pelear contra Ramoth de Galaad, o la dejaremos?”, el profeta dió<br />

precisamente la misma contestación que los oráculos que habían sido contestados antes; pero debe haber sido dada en<br />

un tono sarcástico de acuerdo con la manera de hablar de ellos. Pero siéndole pedido urgentemente que diera una<br />

contestación seria y veraz, Miqueas declaró lo que el Espíritu le había revelado por medio de una visión: “Yo vi a todo<br />

Israel esparcido por los montes como ovejas que no tienen pastor”. El significado de esto era, que el ejército de Israel

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