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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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en esta ocasión extraordinaria, dejó su costumbre habitual de regalarse separado de sus nobles (véase Ester 1:3). 2. con<br />

el gusto del vino—mientras están bajo el efecto del vino, los hombres hacen lo que no se atreven a hacer cuando están<br />

sobrios. Nabucodonosor [PAG. 830] su padre—es decir, su antepasado. Así “Jesús … el hjio de David, si hijo de<br />

Abraham”. Daniel no dice que otros reyes, mencionados por otros escritores, no reinaran entre Belsasar y<br />

Nabucodonosor, por ejemplo, Evil‐merodac (Jeremías 52:31), Neriglissar, su cuñado, y Laborasoarcod (nueve meses).<br />

Beroso hace que Nabonido el último rey haya sido uno del pueblo, elevado al trono por una insurrección. Como<br />

manifiestan las inscripciones que Belsasar era distinto de aquél y rey juntamente con él, esto no está en desacuerdo<br />

con Daniel, cuyo dicho de que Belsasar era hijo (nieto) de Nabucodonosor es corroborado por Jeremías (Jeremías 27:7).<br />

Su testimonio común, pero independiente, como contemporáneos, y poseídos de los mejores medios de información,<br />

es más digno de confianza que el de los historiadores profanos, si hubiera alguna discrepancia. Evilmerodac, hijo de<br />

Nabucodonosor (según Beroso), reinó sólo un corto tiempo (un año o dos), siendo destronado, a causa de su mal<br />

gobierno, por una conspiración de Neriglissar, esposo de su hermana; por lo tanto Daniel no lo menciona. A la<br />

elevación de Nabonido como rey supremo, a Belsasar, nieto de Nabucodonosor, le fué permitido ser rey subordinado<br />

y sucesor, a fin de conciliar al partido legítimo. De este modo la aparante discrepancia viene a ser una confirmación de<br />

la veracidad de Daniel, una vez aclarada, porque una real armonía tiene que ser hacha sin intención. mujeres y sus<br />

concubinas—no presentes en las fiestas generalmente en el oriente, donde las mujeres del harén son guardadas en<br />

aislamiento estricto. Por esto se negó Vasti a presentarse en la fiesta de Assuero (Ester cap. 1). Pero la corte babilónica,<br />

con sus excesos desenfrenados, parece no haber sido tan estricta como la persa. Jenofonte (Cyrop. 5:2, 28) confirma a<br />

Daniel, representando una fiesta de Belsasar, donde estaban presentes las concubinas. En el principio, parece que “los<br />

príncipes” solos (v. 1), para quienes se hizo la fiesta estaban presentes; pero, como progresaba la orgía, fueron<br />

introducidas las mujeres. Se mencionan dos clases de ellas: aquellas a quienes pertenecían los privilegios de “esposas”<br />

y las que eran estrictamente concubinas (2 Samuel 5:13; 1 Reyes 11:3; Cantares 6:8). 3. Este acto no fué uno de<br />

necesidad, ni por cuestiones de honor, sino de profanación desenfrenada. 4. alabaron—cantaron y gritaron alabanzas<br />

a “dioses”. que, siendo de oro, “son testigos” de sí mismos (Isaías 44:9). 5. En aquella misma hora—Para que la causa<br />

de la visitación de Dios fuese palpable, es decir, la profanación de sus vasos y santo nombre. unos dedos de mano—<br />

Dios no lo amonesta por un sueño (como había sido advertido Nabucodonosor) ni por una voz, sino por “dedos que<br />

salieron”, realzando lo impresionante de la terrible escena, la invisibilidad de aquel que movía los dedos,<br />

atestiguando la mano del Ser Invisible, su ruina ante los ojos de el mismo y de sus compañeros de orgía. delante del<br />

candelero—donde podrían ser vistos mejor los caracteres místicos. Barnes, por la proximidad de la escritura al<br />

candelabro tomado del templo de Jerusalén, hace que el reproche sea dirigido directamente contra el sacrilegio. sobre<br />

lo encalado de la pared del palacio real—escrito en letras cuneiformes sobre planchas en las paredes y sobre los<br />

ladrillos mismos se halla el relato siempre repetido de títulos, victorias y hazañas, para recordar al espectador a cada<br />

paso la grandeza real. Es significativo, que en la misma pared donde el rey solía leer las leyendas lisonjeras de su<br />

propia magnificencia, contemple él la inscripción misteriosa que predice su caída (véase Proverbios 16:18; Hechos<br />

12:21–23). 6. se demudó de su color—lit., “claridad”, es decir, su apariencia brillante. las ceñiduras de sus lomos—<br />

“las vértebras de su espalda” [Gesenius.] 7. Llama a los magos, quienes más de una vez habían sido descubiertos en<br />

engaños. Deja de invocar a Dios o llamar a Daniel, cuya fama como intérprete estaba bien establecida. El mundo<br />

quiere ser engañado, y cierra los ojos a la luz. [Calvino.] Los hebreos creen que las palabras eran caldeas, pero en las<br />

viejas letras hebreas (como las del Pentateuco Samaritano). el tercero—el primer lugar correspondía al rey; el<br />

segundo, al hijo del rey o de la reina, el tercero, al principal de los sátrapas. 8. Las palabras eran en tal carácter como<br />

para ser ilegibles a los caldeos, reservando Dios este honor para Daniel. 10. la reina—la reina madre, o abuela, Nitocris,<br />

no había estado presente hasta ahora. Ella era esposa o de Nabucodonosor o de Evil‐merodac, y por esto su<br />

conocimiento de los servicios de Daniel. Ella completó las grandes obras que había empezado el rey anterior. Por esto<br />

Heródoto las atribuye a ella sola. Esto explica la consideración dada a ella por Belsasar. (Véase mi Nota, cap. 4:36)<br />

Véase el rango similar dado a la reina madre entre los hebreos, 1 Reyes 15:13. 11. espíritu de los dioses santos—Ella<br />

se acuerda del lenguaje de Nabucodonosor, y lo repite (cap. 4:8, 9, 18). Como Daniel, según costumbre oriental, fué<br />

privado probablemente de su puesto, al cual lo había promovido Nabucodonosor, como “señor de los magos” (cap.<br />

4:9), a la muerte del rey, fácilmente Belsasar ignoraría sus servicios. el rey tu padre—La repetición señala con<br />

gravedad enfática tanto las excelencias de Daniel como el hecho de que Nabucodonosor, a quien Belsasar tenía que<br />

reverenciar, había buscado de Daniel consejos en circunstancias similares. 13. la cautividad de Judá—los judíos<br />

cautivos residentes en Babilonia. 17. Este versículo no es inconsecuente con el v. 29. Porque aquí él declara que su<br />

interpretación de las palabras no es por deseo de recompensa. Los honores del v. 29, sin duda, eran impuestos sin su<br />

deseo, en tal forma que él no pudo con delicadeza rechazarlos. Si los hubiera rechazado, después de anunciar la caída<br />

del reino, se le habría sospechado culpable de cobardía o de traición. 18. Dios … dió—No fué su propio nacimiento ni<br />

talentos los que le dieron el vasto imperio, como él pensaba. El hacerle olvidar su pensamiento soberbio, fué si objeto

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