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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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imperativo, tan necesario a la pureza moral de los cristianos, como la exclusión del leproso del campamento lo era<br />

para la salud física y la pureza ceremonial de la iglesia judía.<br />

5–10. SE OR<strong>DE</strong>NA <strong>LA</strong> RESTITUCION. 6. El hombre o la mujer que cometiere alguno de todos los pecados de<br />

los hombres, etc.—Se trata del mal o daño cometido por un hombre en la propiedad de otro, y, como se le llama,<br />

“prevaricación contra Jehová”, se indica en el caso supuesto, que ha sido agravada la ofensa por prevaricación: un<br />

juramento falso o una mentira fraudulenta por negar, lo que es una “prevaricación” cometida contra Dios, quien es el<br />

único juez de lo que se jura y se habla falsamente (Hechos 5:3, 4). y delinquiere aquella persona—i. e., según el<br />

contenido del pasaje, herida en la conciencia, o traída a un sentimiento y convicción de su mala conducta. (Véase<br />

Levítico 6:4). En tal caso tiene que haber, primero, una confesión, un reconocimiento penitencial de pecado; segundo,<br />

restitución de la propiedad, o la entrega de lo equivalente, con la multa adicional de una quinta parte, tanto como<br />

compensación a la persona defraudada como una pena impuesta al injuriador, con el fin de impedir que otros<br />

cometan transgresiones similares (Véase Exodo 22:1). La diferencia entre la ley registrada en aquel pasaje y ésta, es<br />

que la una fué decretada contra ladrones notorios y decididos, y la otra contra aquellos cuyas necesidades habrían<br />

podido inducirlos al fraude, y cuya conciencia se sintiera acongojada por su pecado. Esta ley también supone que la<br />

persona perjudicada hubiera muerto; en tal caso, la compensación debida a sus representantes, había de pagarse al<br />

sacerdote, quien, como representante de Dios, recibía la justa satisfacción, 9, 10. toda ofrenda … será suya—Todo<br />

cuanto fuera [PAG. 125] dado de esta manera, o de otra manera, como por ofrenda voluntaria, irrevocablemente<br />

pertenecía al sacerdote.<br />

11–31. EL JUICIO POR CELOS. 12. Cuando la mujer de alguno se desmandare—Esta ley fué dada como una<br />

severa advertencia a la infidelidad de parte de una esposa, como también para una protección suficiente de ella, de las<br />

consecuencias de una sospecha precipitada y sin fundamento de parte del esposo. Sus sospechas, sin embargo, eran<br />

suficientes, en ausencia de testigos, (Levítico 20:10) para justificar el juicio descrito; y el procedimiento que había de<br />

seguirse era que el esposo celoso trajera a su esposa ante el sacerdote con una ofrenda de harina de cebada, porque a<br />

nadie le era permitido acercarse al santuario con las manos vacías (Exodo 23:15). En otras ocasiones, eran mezclados<br />

con la harina, aceite, que significaba gozo, e incienso que simbolizaba aceptación (Salmo 141:2). Pero en la ocasión de<br />

referencia estos ingredientes habían de ser excluídos, en parte porque era una apelación a Dios en circunstancias<br />

aflictivas, y en parte porque era una ofrenda por el pecado de parte de una esposa, quien se acercaba a Dios con el<br />

carácter de ofensora real o supuesta. 17. tomará el sacerdote del agua santa—Agua del estanque, que había de ser<br />

mezclada con el polvo de la tierra, emblema de vileza y miseria (Génesis 3:14; Salmo 22:15). en un vaso de barro—Se<br />

escogía este vaso frágil, porque después de ser usado, era roto en pedazos. (Levítico 6:28, 11:33). Todas las<br />

circunstancias de esta terrible ceremonia: colocación de la mujer con su rostro hacia el arca; su cabeza descubierta,<br />

señal de que estaba privada de la protección de su esposo (1 Corintios 11:7); el amargo brebaje puesto en sus manos,<br />

preparatorio de una apelacion a Dios; el solemne conjuro del sacerdote (vv. 19–22), todas estaban calculadas en grado<br />

no pequeño para excitar la imaginación de una persona consciente de culpa. 21. Jehová te dé en maldición, etc.—<br />

fórmula usual de imprecación. (Isaías 65; 15; Jeremías 29:22). 22. la mujer dirá: Amén, amén—Los judíos solían, en<br />

vez de repetir palabra por palabra el juramento, decir meramente: Amén, “así sea”, a las imprecaciones contenidas en<br />

el juramento. La reduplicación de la palabra era propuesta como una evidencia de la inocencia de la mujer, y una<br />

buena disposición de que Dios hiciera para ella según sus merecimientos. 23, 24. escribirá estas maldiciones en un<br />

libro—Las imprecaciones, junto con el nombre de ella, eran inscritas en alguna clase de registro—en pergamino, o<br />

más probablemente en una tabilla de madera. las borrará con las aguas amargas—Si ella fuese inocente, ellas podrían<br />

ser borradas fácilmente, y serían perfectamente innocuas; pero si era culpable, sentiría ella los efectos fatales del agua<br />

que había tomado. 29. Esta es la ley de los celos—El adulterio descubierto y probado era castigado con la muerte.<br />

Pero ocurrirían casos fuertemente sospechables, y esta ley hacía provisión para el castigo de la persona culpable. No<br />

era un juicio, sin embargo, dirigido según las formas de un proceso judicial, sino una prueba rigurosa por la cual la<br />

adúltera supuesta, era obligada a pasar, siendo la ceremonia de naturaleza tan aterradora, que, por los principios de la<br />

naturaleza conocidos, la culpa o la inocencia no podría dejar de aparecer. Desde tiempos antiguos, los celos de la<br />

gente oriental han establecido pruebas para la averiguación y el castigo de la impureza en las esposas. La práctica<br />

estaba profunda y universalmente arraigada. Se ha pensado, que, siendo los israelitas fuertemente inclinados a favor<br />

de tales usanzas, esta ley de los celos “fué incorporade entre las otras instituciones de la economía mosaica, a fin de<br />

librarla de los ritos idolátricos que unían con ella los paganos”. Vista a esta luz, su sanción por autoridad divina, en<br />

una forma corregida y mejorada, manifiesta a la vez una prueba de la sabiduría y condescendencia de Dios.<br />

CAPITULO 6

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