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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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mismo escritor de la carta, y que él se negaba ahora, como antes, a dejar su obra. 10–14. Vine luego en secreto a casa<br />

de Semaías, etc.—Este hombre era hijo de un sacerdote, quien era amigo íntimo de Nehemías. El joven pretendía estar<br />

dotado del don de la profecía. Habiendo sido sobornado secretamente por Sanballat, en su pretendida capacidad de<br />

profeta, dijo a Nehemías que sus enemigos aquella noche habían de hacer un atentado contra su vida, y le aconsejó al<br />

mismo tiempo que buscara salvamento escondiéndose en el santuario. Pero el noble gobernador resolvió, con todo<br />

riesgo, quedarse en su puesto, y no traer descrédito sobre la causa de Dios y la religión por su indigna cobardía en<br />

dejar el templo y la ciudad indefensos. Este complot, y la secreta inteligencia entre el enemigo y los nobles de Judá<br />

quienes estaban favorablemente dispuestos hacia el malvado samaritano a causa de sus relaciones judías (v. 18),<br />

fueron frustrados por el ardiente coraje y la vigilancia de Nehemías y con la bendición de Dios, la construcción de los<br />

muros, hecha en tiempos confusos (Daniel 9:25) fué terminada (v. 15) en el breve espacio de cincuenta y dos días.<br />

Ejecución tan rápida, suponiéndose que algunas partes del antiguo muro estaban en pie, no puede explicarse<br />

suficientemente, sino por la consideración de que los edificadores trabajaban con el ardor de un celo religioso, como<br />

hombres empleados en la obra de Dios.<br />

CAPITULO 7<br />

Vers. 1–4. ENCOMIENDA NEHEMIAS A HANANI Y HANANIAS EL CARGO <strong>DE</strong> JERUSALEM. 2. Mandé a mi<br />

hermano Hanani, y a Hananías,… y díjeles—Si, como se supone comúnmente, Nehemías estaba contemplando un<br />

regreso a Susán según su promesa, es natural que quisiera confiar la custodia de Jerusalem y el manejo de sus asuntos<br />

cívicos a hombres en cuya habilidad, experiencia [PAG. 374] y fidelidad él podría confiar. Hanani, pariente cercano<br />

(cap. 1:2), era uno, y con él estaba asociado como colega, Hananías, “príncipe del palacio”, es decir, el mariscal o jefe<br />

de cámara de la corte virreinal, que Nehemías había mantenido en Jerusalem. El alto principio religioso, como tambin<br />

el espíritu patriótico de estos dos hombres, los recomendaban como preeminentemente capacitados para ser<br />

investidos de un cargo oficial de importancia tan peculiar, temeroso de Dios, sobre muchos—La piedad de Hananías<br />

se menciona especialmente como el fundamento de su eminente fidelidad en el cumplimiento de todos sus deberes y,<br />

por consiguiente, el motivo de la confianza que Nehemías depositaba en él, porque estaba plenamente persuadido de<br />

que el temor de Dios de parte de Hananías lo preservaría de aquella tentación a perfidia e infidelidad que él<br />

probablemente encontraría después de la partida del gobernador de Jerusalem. 3. No se abran las puertas de<br />

Jerusalem hasta que caliente el sol: etc.—En el oriente es costumbre abrir las puertas de una ciudad a la salida del<br />

sol, y cerrarlas a la puesta del sol, una regla que rara vez es infringida y solamente para personas de autoridad.<br />

Nehemías recomendó que no fuesen abiertos los portones de Jerusalem tan temprano ‐precaución necesaria en este<br />

tiempo cuando los enemigos estaban ensayando toda suerte de estratagemas peligrosas‐ para asegurar que todos los<br />

habitantes estuviesen levantados y poseídos de visión clara para observar los movimientos sospechosos de algún<br />

enemigo. La conveniencia de atrancar los portones regularmente a la puesta del sol fué, en este caso, acompañada con<br />

el nombramiento de algunos del pueblo para que sirvieran de centinelas, y montaran guardia cada uno frente a su<br />

casa. 4. Y la ciudad era espaciosa y grande—Como evidentemente los muros fueron construídos sobre los cimientos<br />

viejos, la ciudad cubría una grande extensión de superficie, como todas las ciudades orientales, estando las casas<br />

separadas con jardines y huertas entre medio. Esta extensión, en el estado de Jerusalem de aquel entonces, era tanto<br />

más notable, pues era comparativamente pequeña la población y las habitaciones de construcción de lo más tosca y<br />

sencilla, meros tinglados de madera o cobertizos de piedras sueltas, sin mezcla.<br />

5–38. <strong>LA</strong> GENEALOGIA <strong>DE</strong> LOS QUE VINIERON PRIMERO <strong>DE</strong>S<strong>DE</strong> BABILONIA. 5. puso Dios en mi corazón<br />

que juntase los principales. etc.—El arreglo a punto de describirse, aunque dictado por la mera prudencia común, de<br />

acuerdo con los sentimientos piadosos de Nehemías, no se atribuye a la prudencia o reflexión de él, sino a la gracia de<br />

Dios que se lo sugería y dirigía. Resolvió preparar un registro de los desterrados que habían regresado, el cual<br />

contuviera una constancia exacta de la familia y residencia ancestral de cada individuo, y mientras así dirigía su<br />

atención, descubrió un registro del primer destacamento, que vino bajo la dirección de Zorobabel. Está transcripto en<br />

los versículos siguientes, y difiere en algunos casos de la lista dada en Esdras cap. 2; pero se explica la discrepancia<br />

satisfactoriamente por la diferencia de circunstancias en que fueron hechos los dos registros: el de Esdras fué hechos<br />

en Babilonia, mientras que el de Nehemías fué confeccionado en Judea, después que fueron reedificados los muros de<br />

Jerusalem. Naturalmente se esperaría que un lapso de tantos años haría que apareciese una diferencia en el catálogo,<br />

por fallecimientos u otras causas; en particular, que alguna persona, según la costumbre judía, sea llamada por<br />

nombres distintos. De esta manera Hariph (v. 24) es la misma persona que Jora (Esdras 2:18). etc. Además de otros<br />

propósitos a los cuales servía esta genealogía de los nobles, los sacerdotes y el pueblo, un objeto principal por ella<br />

contemplado fué el de averiguar con exactitud las personas a las cuales correspondía el deber de ministrar en el altar

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