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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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hasta las afueras de la ciudad, pidió, antes de separarse, una entrevista privada, el objeto de la cual se relata en el<br />

capítulo siguiente.<br />

CAPITULO 10<br />

Vers. 1–27. SAMUEL UNGE A SAUL, Y LE CONFIRMA POR <strong>LA</strong> PREDICCION <strong>DE</strong> TRES SEÑALES. 1.<br />

Tomando entonces Samuel una ampolla de aceite. Esta era (Jueces 9:8) la ceremonia de investidura del oficio real<br />

que se acostumbraba entre los hebreos y otras naciones orientales. Pero había dos unciones para el puesto de rey: la<br />

una en privado, por el profeta (cap. 16:13), que significa sólo una insinuacion profética de que la persona alcanzaría tal<br />

dignidad, y la instalación pública y formal (2 Samuel 2:4; 5:3) era hecha por el sumo sacerdote, y tal vez con el aceite<br />

sagrado, aunque esto no se sabe con exactitud. El primero de una dinastía era así ungido, pero sus herederos no, a<br />

menos que fuera disputada la sucesión (1 Reyes 1:39; 2 Reyes 11:12; 23:30; 2 Crónicas 23:11). besólo—Este saludo,<br />

como se explica por las palabras que lo acompañan, era un acto de homenaje respetuoso, una señal de felicitación al<br />

nuevo rey (Salmo 2:12). 2. Hoy, después que te hayas apartado de mí—El propósito de estas predicciones específicas<br />

de lo que se encontraría en el camino, y el número y los pequeños detalles de lo que llamaría su atención, fué el de<br />

confirmar la confianza de Saúl en el carácter profético de Samuel, y llevarlo a dar pleno crédito a lo que le había sido<br />

revelado como la palabra de Dios. sepulcro de Rachel—Cerca de Beth‐lehem (véase Génesis 35:19). Selsah—o Zela,<br />

ahora Beit‐Jala, en las cercanías de aquella ciudad. 3. la campiña—O el alcornoque de Tabor, no la célebre montaña,<br />

porque estaba lejos. tres hombres que suben a Dios en Beth‐el—Evidentemente para ofrecer sacrificios allí, pues el<br />

arca y el tabernáculo todavía no estaban en lugar fijo, y Dios no había declarado el lugar permanente que elegiría. Los<br />

cabritos eran para el sacrificio, los panes para la ofrenda y el vino para las libaciones. 5. collado de Dios—<br />

Probablemente, Geba (cap. 13:3), así llamado por la escuela de profetas establecida [PAG. 229] allí. La compañía de<br />

profetas era, sin duda, el alumnado de este seminario, que tal vez había sido instituído por Samuel, y en el cual las<br />

principales materias enseñadas eran un conocimiento de la ley, y de salmodia con música instrumental, que es<br />

llamada “profetizar” (aquí y en 1 Crónicas 25:1, 7). 6. el Espíritu de Jehová te arrebatará—lit., se lanzará sobre ti,<br />

dotándote repentinamente de capacidad y disposición para obrar de una manera muy superior a tu carácter y hábitos<br />

anteriores; y en vez de la sencillez, ignorancia y cortedad de campesino; mostrarás una energía, sabiduría y<br />

magnanimidad dignas de un príncipe. 8. bajarás delante de mí a Gilgal—Esta, según Josefo, fué una regla fija para la<br />

observancia de Saúl, mientras él y el profeta venían; que en toda gran crisis, como una incursión hostil al país, él<br />

volvería a Gilgal, donde quedaría siete días, para dar tiempo a que Samuel y las tribus de ambos lados del Jordán<br />

llegaran. 9. como tornó él su hombro para partirse de Samuel, mudóle Dios su corazón—Influyendo en él estas<br />

palabras de Samuel como también el cumplimiento de estas señales, fué vencido el desgano de Saúl de tomar sobre sí<br />

la onerosa carga. Se pasa por alto el cumplimiento de las dos primeras señales, pero el de la tercera es relatado<br />

detalladamente. El espectáculo de un hombre más bien apto para cuidar el ganado de su padre que para tomar parte<br />

en los ejercicios sagrados de los jóvenes profetas, un hombre sin previa enseñanza ni gusto reconocido, entrando con<br />

ardor de espíritu, y acompañando hábilmente las melodías de la banda sagrada, fué un fenómeno tan extraordinario<br />

que dió origen a este proverbio: “¿Está Saúl entre los profetas?” (véase cap. 19:24). El espíritu profético había venido<br />

sobre él; y para Saúl fué una evidencia tan personal y experimental de la verdad de la palabra de Dios que le había<br />

sido comunicada, como la que los convertidos al cristianismo tienen en sí por el poder santificador del evangelio. 12.<br />

¿Y quién es el padre de ellos?—La Versión de los Setenta dice: “¿Quién es el padre de él?”, refiriéndose a Saúl, hijo de<br />

Cis. 17. Samuel convocó el pueblo a Jehová en Mizpa—colina como una torre, de 158 metros de altura. Allí se<br />

celebraban las asambleas nacionales de los israelitas. Habiendo señalado un día para la elección de un rey, Samuel,<br />

después de acusar al pueblo de rechazar una institución de Dios y de reemplazarla con una suya propia, procedió al<br />

nombramiento del nuevo monarca. Como era de suma importancia que el nombramiento estuviese bajo la dirección<br />

divina, la decisión se hizo por medio de suerte milagrosa, pasándose sucesivamente las tribus, las familias y los<br />

individuos, hasta que se halló a Saúl. Saúl debe haberse ocultado por modestia innata o por excitación nerviosa<br />

producida por las circunstancias. Cuando fué puesto a la vista, vieron que poseía todas las cualidades físicas que un<br />

pueblo rudo desearía en sus soberanos; y la exhibición de estas cualidades ganó para el príncipe también la opinión<br />

favorable de Samuel. Sin embargo, en medio del entusiasmo nacional, la profunda piedad y el genuino patriotismo<br />

del profeta tomaron la precaución de explicar “el derecho del reino”, es decir, los derechos y privilegios reales con las<br />

limitaciones a que estaban sujetos; y para que la constitución fuese ratificada con toda la solemnidad debida, la carta<br />

magna de esta monarquía constitucional fué escrita y guardada “delante de Jehová”; es decir, archivada en la custodia<br />

de los sacerdotes, junto con los demás archivos de la nación. 26. Saúl también se fué a su casa en Gabaa—Cerca de<br />

Gabaa; éste era el lugar de su residencia (véase Jueces 20), como 8 kilómetros al norte de Jerusalem. fueron con él el<br />

ejército, el corazón de los cuales Dios había tocado—Hombres que temían a Dios, y que consideraban un deber de

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