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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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329<br />

El alivio de sus necesidades corporales vino a ser el medio preparatorio de suplir sus necesidades espirituales, y de<br />

traerla a ella y a su hijo, mediante las enseñanzas del profeta, a un claro conocimiento de Dios, y a una firme fe en su<br />

palabra (Lucas 4:25).<br />

[PAG. 285] CAPITULO 18<br />

Vers. 1–16. ELIAS SE ENCUENTRA CON ABDIAS. 1. en el tercer año—En el Nuevo Testamento, se dice que no<br />

hubo lluvia “por el espacio de tres años y seis meses”. La lluvia temprana caía en margo, y la tardía en nuestro<br />

octubre. Aunque Acab hubiera podido ridiculizar el anuncio de Elias, sin embargo cuando ni una ni otra de estas<br />

lluvias cayeron en su sazón, él se enojó contra el profeta, y lo consideró como el causante de este juicio nacional, y lo<br />

obligó, bajo la dirección de Dios, a buscar su seguridad, fugándose. Esto fué seis meses después que se había dicho al<br />

rey que no habría ni rocío ni lluvia, y desde este período se contaban los tres años. Ve, muéstrate a Achab—El rey<br />

había permanecido obstinado e impenitente, pero se le dió una nueva oportunidad para arrepentirse, y Elías fué<br />

enviado para declararle la causa del juicio nacional, y para prometerle, bajo la condición de que él quitara la causa, la<br />

bendición inmediata de lluvia. 2. Fué pues Elías—Prueba maravillosa de la natural osadía de este profeta, de su valor<br />

y de su confianza constante en el cuidado protector de Dios, es que él se aventuró a ir ante la presencia del león<br />

rugiente. Había a la sazón grande hambre en Samaria—Elías halló que el hambre estaba apretando con severidad<br />

intensa en la capital. El grano para el pueblo debe haberse conseguido en Egipto o en los países vecinos, pues si no, la<br />

vida no hubiera podido sostenerse por tres años; Acab, y el mayordomo de la casa real, personalmente andaban<br />

buscando pasto para su ganado. En las riberas de los arroyos, era natural que se pudieran hallar tiernos brotes de<br />

pasto, pero secándose los arroyos, el verdor desaparecería. En los distritos pastoriles del Oriente, generalmente era<br />

considerada como ocupación apta para un rey o jefe, ir a la cabeza de semejante expedición. Cubriendo una grande<br />

extensión de territorio, Acab había pasado por un distrito, y Abdías por otro. 3. Abdías era en grande manera<br />

temeroso de Jehová—Aunque él no siguió el ejemplo de los levitas y la mayoría de los israelitas piadosos, en tiempo<br />

de la emigración a Judá (2 Crónicas 11:13–16), era adorador secreto y sincero. Probablemente consideró el carácter<br />

violento del gobierno, y su poder de hacer algún bien al perseguido pueblo de Dios como suficiente excusa para no ir<br />

a adorar en Jerusalem. 4. cien profetas—No hombres dotados de los dones extraordinarios del oficio profético, sino<br />

devotos al servicio de Dios, predicando, orando, alabando, etc. (1 Samuel 10:10–12). sustentólos a pan y agua—Estos<br />

artículos se usan frecuentemente para incluir sustento de cualquier clase. Como este socorro les había sido dado por<br />

Abdías poniendo en peligro su puesto y su vida, fué una prueba de su fidelidad a la verdadera religión. 7–16. yendo<br />

Abdías por el camino, topóse con Elías—Creyendo imprudente ir a la presencia de Acab sin previa intimación, el<br />

profeta pidió a Abdías que anunciara a Acab su regreso. La comisión fué rechazada con delicada alusión a los peligros<br />

que él había encontrado al proteger a otros siervos de Dios, consideraba que esta comisión era peligrosa, pues temía<br />

que el Espíritu se llevara a Elías a otro lugar; pero Elías disipó los temores de Abdías, y éste se encargó de llevar el<br />

mensaje del profeta a Acab, y solicitó una entrevista. Pero Acab, resuelto a vengarse, o impaciente por la llegada de la<br />

lluvia, fué a encontrarse con Elías. 17, 18. ¿Eres tú el que alborotas a Israel?—Hubo una disputa violenta. Acab pensó<br />

amedrantarlo, pero el profeta valiente y francamente le dijo al rey que la calamidad nacional se debía principalmente<br />

a la protección y práctica de la idolatría por él y por su familia. Pero, mientras reprochaba los pecados, Elías tributó<br />

todo respeto al alto puesto del ofensor, y le instó a que convocara, por virtud de su mandato real, una asamblea<br />

pública, en cuya presencia sería decidido solemnemente quién era el perturbador de Israel. La petición no pudo ser<br />

negada, y Acab consintió en la propuesta. Dios dirigió y dió el resultado. 19. júntame los cuatrocientos y cincuenta<br />

profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de los bosques—Por lo que se relata a continuación parece que sólo<br />

aquéllos vinieron. Los profetas de los bosques, previendo algo desagradable, desoyeron la orden del rey. que comen<br />

de la mesa de Jezabel—No en la mesa real, donde ella comía, sino que eran alimentados de su cocina (véase 1 Samuel<br />

20:24; cap. 4:22). Estos eran los sacerdotes de Astarte, la diosa de los sidonios. 20. monte de Carmelo—Es un<br />

promontorio escarpado, que se extiende desde la costa oeste de Palestina, a la bahía de Acre, por varios kmts. hacia el<br />

este, hasta las colinas centrales de Samaria. Es una cadena larga, con muchas cumbres, y cortada por numerosos<br />

arroyos pequeños. El lugar donde se realizó la prueba está situado en el extremo oriental, que es también el punto más<br />

alto de toda cuchilla. Se llama El‐Mohhraka”, “la Quema”, o “Lugar Quemado”. Ningún lugar podría haber sido<br />

mejor para que los millares de Israel estuvieran de pie sobre aquellos declives. En ese lugar la roca se levanta casi<br />

como una muralla perpendicular de más de 200 pies de altura, al lado del valle de Esdraelón. Esta muralla hacía<br />

visible la prueba por toda la llanura, y por las alturas de alrededor, donde estarían las multitudes mirando. 21–40.<br />

acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis?—Hacía tiempo que ellos estaban tratando de<br />

unir el servicio de Dios con el de Baal. Era una unión impracticable, y el pueblo estaba tan ofuscado por su necedad y<br />

por el temor de disgustar al rey, que “no respondió palabra”. Elías les propuso decidir la controversia entre Dios y

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