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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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su pueblo. Siempre nuevos perseguidores han estado levantándose, cuyo fin es destrucción, y así será con el enemigo<br />

final, el Anticristo. Así como la época de David fué el punto de la mayor gloria del pueblo del pacto, así la cautividad<br />

es el de su humillación más profunda. Por consiguiente, los sufrimientos del pueblo se reflejan en el cuadro del<br />

Mesías sufriente. El no se presenta más como el Rey teocrático, el antitipo de David, sino como el Siervo de Dios y el<br />

Hijo del hombre; y al mismo tiempo la cruz es el camino a la gloria (véase cap. 9. con cap. 2:34, 35, 44, y cap. 12:7). En<br />

los capítulos dos y siete, la primera venida de Cristo no se menciona, porque el objeto de Daniel fué el de profetizar a<br />

su nación acerca del período entero desde la destrucción, hasta el restablecimiento de Israel; pero este capítulo nueve<br />

detalladamente predice la primera venida de Cristo, y su efecto en el pueblo del pacto. Las setenta semanas se cuentan<br />

desde trece años antes de la reedificación de Jerusalén; porque entonces el restablecimiento de la teocracia empezó, es decir<br />

en el regreso de Esdras a Jerusalén, año 457 a. de J. C. Así empiezan los setenta años de cautividad, según Jeremías, en el<br />

año 606 antes de Cristo, diez y ocho años antes de la destrucción de Jerusalén, porque entonces dejó de existir Judá<br />

como teocracia independiente, habiendo caído bajo el poder de Babilonia. Dos períodos se mencionan en Esdras: 1. El<br />

regreso del cautiverio bajo Jesúa y Zorobabel, y la reedificación del templo, lo que fué la primera ansiedad de la nación<br />

teocrática. 2. El regreso de Esdras (considerado por los judíos como un segundo Moisés) de Persia a Jerusalén, la<br />

restauración de la ciudad, la nacionalidad y la ley. Artajerjes, en el año siete de su reinado, le dió la comisión que<br />

virtualmente incluye el permiso de reedificar la ciudad, permiso después confirmado y ejecutado por Nehemías en el<br />

año veinte (Esdras 9:9; 7:11, etc.); el v. 25, “desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén”, prueba que<br />

se refiere al segundo de los dos períodos. Las palabras en el v. 24 no son “determinadas sobre la santa ciudad”; sino<br />

“sobre tu pueblo y tu santa ciudad”, así entonces la restauración de la política religiosa nacional y de la ley (la obra<br />

interna cumplida por Esdras el sacerdote), y la reedificación de las casas y muros (la obra exterior de Nehemías, el<br />

gobernador), están incluídas las dos cosas en el v. 25, “restaurar y edificar a Jerusalén”. “Jerusalén” representa tanto la<br />

ciudad, el cuerpo, como la congregación, [PAG. 844] el alma del estado. Véase Salmos 46, 48 y 87. El punto de partida<br />

de las setenta semanas se contaba desde los ochenta y un años después que recibió Daniel la profecía: siendo el objeto<br />

no el de fijar para él definitivamente el tiempo, sino para la iglesia: la profecía le enseñó a él que la redención mesiánica,<br />

que él creía cercana, estaba separada de él por medio milenio, por lo menos. Se mantenía suficientemente viva la<br />

expectativa por el concepto general del tiempo; no sólo los judíos sino muchos gentiles esperaban que se levantaría<br />

desde Judea algún gran Señor de la tierra en aquel mismo tiempo (Tácito, Historia 5:13; Suetonio, Vespaciano, 4). Que<br />

Esdras haya puesto a Daniel inmediatamente antes de su propio libro y el de Nehemías, se debía tal vez a su<br />

convicción de que él mismo había efectuado el principio del cumplimiento de la profecía (cap. 9). [Auberlen.]<br />

determinadas—lit., “cortadas”, es decir, de todo el curso del tiempo, para que Dios tratara de una manera particular<br />

con Jerusalén tu … tu—Daniel en su oración había hablado repetidas veces de Israel como “tu pueblo, tu santa<br />

ciudad”; pero en contestación Gabriel habla de ellos como el pueblo y ciudad de Daniel (“tu pueblo … tu santa<br />

ciudad”), dando a entender Dios de esta manera que mientras no sea traída “la justicia de los siglos” por el Mesías, él<br />

no podría reconocerlos como suyos propios [Tregelles] (Véase Exodo 32:7). Más bien, como Dios quiere consolar a<br />

Daniel y los judíos piadosos, “el pueblo a favor del cual tú estás orando con tantas ansias”; tanto peso da Dios a las<br />

intercesiones de los justos (Santiago 5:16–18). acabar la prevaricación—lit., “encerrar”; quitar de la vista de Dios,<br />

abolir (Salmo 51:9). (Lengkerke). Los setenta años de destierro fué un castigo por los pecados del pueblo, mas no una<br />

expiación completa de ellos; la expiación no vendría sino después de setenta semanas proféticas, por medio del<br />

Mesías. concluir el pecado—El hebreo dice: “robar”, es decir, esconder de la vista (por la costumbre de sellar cosas<br />

para ser escondidas, véase Job 9:7), es la traducción que tiene mejor apoyo. expiar la iniquidad—lit., “cubrir”, tapar<br />

como con alquitrán (Génesis 6:14). Véase Salmo 32:1. traer la justicia de los siglos—es decir, la restauración del estado<br />

normal entre Dios y el hombre (Jeremías 23:5, 6); a continuar eternamente (Hebreos 9:12; Apocalipsis 14:6). sellar la<br />

visión y la profecía—lit., sellar “al profeta”. Para dar el sello de confirmación al profeta y su visión por medio del<br />

cumplimiento. ungir al Santo de los santos—primeramente, “ungir” o consagrar después de su profanación, el lugar<br />

Santísimo; pero también ungir al Mesías, el antitipo del lugar Santísimo (Juan 2:19–22). El propiciatorio en el templo<br />

(la misma palabra griega expresa el asiento de misericordia y propiciación), que los judíos esperaban en la restauración a<br />

su regreso de Babilonia, tendrá su verdadera realización en el Mesías. Porque sólo cuando “el pecado ha concluído”,<br />

puede manifestarse perfectamente la presencia de Dios. Acerca de “ungir”, véase Exodo 40:9, 34. El Mesías fué ungido<br />

por el Espíritu Santo (Hechos 4:27; 10:38). Así, más tarde el Mesías Dios “ungirá” o consagrará con su presencia el<br />

lugar santo en Jerusalén (Jeremías 3:16, 17; Ezequiel 37:27, 28), después de su profanación por el Anticristo, de lo cual<br />

fué un tipo, la fiesta de dedicación después de la profanación por Antíoco. 25. desde la salida de la palabra—es decir,<br />

el mandato de parte de Dios, donde tuvo su origen el decreto del rey persa (Esdras 6:14). Auberlen hace notar que hay<br />

un Apocalipsis en cada Testamento. El propósito en cada uno es el de recapitular todas las profecías anteriores, antes<br />

de los “tiempos angustiosos” de los gentiles, cuando no había de tener revelación. Daniel recapitula toda la profecía<br />

mesiánica anterior, separando en sus fases individuales lo que los profetas habían visto en una misma perspectiva, el

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