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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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356<br />

una carta amenazante a Ezequías, a fin de obligar al rey de Judá a una rendición inmediata de la capital. Esta carta,<br />

redactada en el mismo estilo jactancioso y despótico que el discurso de Rabsaces, excedió en blasfemia, y contenía una<br />

enumeración más larga de lugares conquistados, con miras de espantar a Ezequías, y mostrarle lo inútiles que serían<br />

todas las tentativas de resistirse.<br />

14–34. <strong>LA</strong> ORACION <strong>DE</strong> EZEQUIAS. 14. tomó Ezechías las letras … subió a la casa de Jehová—Después de leer<br />

la carta, Ezequías se apresuró a ir al templo, y la extendió con infantil fe delante del Señor la cual contenía burlas que<br />

hondamente afectaban el honor divino, e imploró libramiento de mano de ese orgulloso desafiador de Dios y de los<br />

hombres. El espíritu devoto de esta oración, el reconocimiento del Ser divino en la plenitud de su majestad—tan<br />

notablemente contrastado con la imaginación de los asirios acerca de su poder meramente local—su confesión de las<br />

conquistas alcanzadas sobre otras tierras, y de la destrucción de sus ídolos de madera, que según la costumbre de los<br />

asirios, eran echados a las llamas—porque sus deidades tutelarios no eran dioses; y el objeto por el cual suplicaba la<br />

intervención divina, era que todos los reinos de la tierra supiesen que Jehová era el único Dios; ésta fué una actitud<br />

digna de un piadoso rey teocrático del pueblo escogido. 20. Entonces Isaías … envió—Habiéndose hecho una<br />

revelación a Isaías, el profeta anunció al rey que su oración fué oída. El mensaje profético consistía en tres partes<br />

diferentes: Primero, Sennaquerib es apostrofado (vers. 21–28) en lenguaje altamente poético, admirablemente<br />

descriptivo de la vanidad pomposa, las orgullosas pretensiones y la impiedad presuntuosa del déspota asirio.<br />

Segundo, se dirige a Ezequías (vers. 29–31), y se da una señal de la liberación prometida de que por dos años la<br />

presencia del enemigo interrumpiría las ocupaciones pacíficas de la labranza; pero que en el tercer año el pueblo<br />

estaría en condiciones de trabajar sus campos y viñas, y cosechar los frutos como antes. Tercero, se anuncia el<br />

resultado de la invasión de Sennaqueríb (vers. 32–34). 32. no entrará en esta ciudad—Ni se acercaría bastante para<br />

tirar una flecha, ni de las máquinas más poderosas que las arrojan a grandes distancias, ni ocuparían alguna parte del<br />

terreno ante la ciudad con “escudo” o mantelete, que sirviera de defensa a sus soldados, ni sería echado “baluarte”, o<br />

terraplén para subir más alto que el muro para dominar la ciudad. Ninguna de estas cosas, que eran los principales<br />

modos de ataque según el arte militar antiguo, sería permitido a Sennaqueríb emplear. Aunque el ejército de Rabsaces<br />

se marchó hacia Jerusalem, y se acampó a cierta distancia con miras de ponerle sitio, demoraron, probablemente<br />

esperando que el rey, después de tomar a Laquís y Lebna, trajera sus fuerzas, para que el ejército combinado cercara<br />

la capital. Tan resuelto estaba el invasor a conquistar Judá y los países vecinos (Isaías 10:7), que sólo la intervención<br />

divina podría salvar a Jerusalem. Se [PAG. 308] podría suponer que el poderoso monarca que invadió la Palestina y se<br />

llevó las diez tribus de Israel, dejaría memoriales de sus hazañas en piedras esculpidas y bulas votivas. Un relato largo<br />

y detallado de esta expedición se halla en los Anales de Sennaquerib, traducción de los cuales se ha hecho al inglés, y,<br />

en sus comentarios sobre él, dice el Coronel Rawlinson que la Versión Asiria confirma los aspectos más importantes del<br />

relato de las Escrituras. Las narraciones judía y asiria de la campaña, en general se ilustran mutuamente. (Outlines of<br />

Assyrian History).<br />

35, 36. UN ANGEL <strong>DE</strong>STRUYE A LOS ASIRIOS. 35. por la mañana, he aquí los cuerpos de los muertos—Fué la<br />

interposición milagrosa del Todopoderoso lo que defendió a Jerusalem. En cuanto al agente secundario empleado en<br />

la destrucción del ejército asirio, es más probable que se efectuara por un viento cálido del sur—el simum, viento<br />

“envenenado”—tal como hasta hoy envuelve y destruye caravanas enteras. Esta suposición se apoya en v. 7, y<br />

Jeremías 51:1. La destrucción fué en la noche; sintiéndose en completa seguridad los oficiales y soldados, estaban<br />

descuidados, estaba relajada la disciplina y los centinelas no estaban alerta, o tal vez ellos mismos fueron los primeros<br />

muertos, y los que dormían no estaban envueltos, y absorbieron el veneno del aire en cantidades. Si ésta era una<br />

noche de júbilo libertino (cosa común en los campamentos), su alegría (tal vez por una victoria segura), o “la primera<br />

noche de atacar a la ciudad”, dice Josefo, vino a ser, por sus efectos, un medio de destrucción. (Calmet’s Fragments).<br />

36. Entonces Sennacherib, rey de Asiria se partió, y tornó a Nínive—El camino por el cual había venido (v. 33). La<br />

ruta se describe en Isaías 10. La antigua huella de los carros cerca de Beyrut está en la dura roca de la falda del Líbano,<br />

que linda con el antiguo Río Lycus—hoy Nahr el Kelb, “río del perro”. Sobre la superficie perpendicular de piedra, a<br />

alturas diferentes, se ven inscripciones en caracteres asirios, las cuales han sido descifradas, y contienen el nombre de<br />

Sennaquerib. De modo que por la preservación de estas inscripciones, la ira de los invasores asirios está alabando a<br />

Dios. tornó a Níneve, donde se estuvo—Este dicho indica un período considerable, y sus anales continúan su historia<br />

por lo menos cinco años después de su desastrosa campaña en Jerusalem. No se halla ningún recuerdo de su<br />

catástrofe, pues la costumbre asiria era la de recordar sólo las victorias. Las esculturas presentan sólo el lado<br />

agradable del cuadro.

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