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COMENTARIO EXEGETICO Y EXPLICATIVO DE LA BIBLIA TOMO I ...

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eunuco jefe, generalmente un viejo que se ha recomendado mediante un largo curso de servicio fiel, es siempre<br />

nombrado por el rey; pero es para sus intereses, como también su deber, congraciarse con la reina también; por<br />

consiguiente, hallamos a Atach haciéndose muy servicial en llevar estas comunicaciones particulares con Mardoqueo,<br />

quien por el mismo medio pudo conseguir la poderosa influencia de ella. 8. le encargara que fuese al rey—El lenguaje<br />

aquí es excesivamente fuerte, y, como difícilmente se puede suponer que Mardoqueo todavía estuviera usando de<br />

autoridad sobre ella como hija adoptiva, hay que considerar que él le estaba rogando más bien que mandando, en<br />

nombre de los hermanos de ella, y en nombre de su Dios, que hiciese una apelación directa a los sentimientos de su<br />

real esposo. 11. cualquier hombre o mujer que entra al rey al patio de adentro sin ser llamado—Los reyes persas<br />

estaban rodeados de tanto formulismo que casi era imposible acercarse a ellos. La ley mencionada fué decretada<br />

primero por Deyoces, rey de Media, y después, cuando fué establecido el imperio, fué adoptada por los persas, de que<br />

todo asunto fuese tratado y las peticiones transmitidas al rey por medio de sus ministros. Aunque no se pensaba que<br />

la restricción fuera aplicable a la reina, sin embargo, por el carácter estricto e inflexible de las leyes persas, y por el<br />

deseo extremado de ensalzar la majestad del soberano, aun su esposa favorita no tenía el privilegio de entrada, sino<br />

por favor y condescendencia especiales. Ester estaba sufriendo por la severidad de esta ley, y como no había sido<br />

admitida a la presencia del rey durante todo un mes, ella tenía motivos para temer que el cariño imperial hubiera sido<br />

enajenado de ella, poca esperanza tenía de poder ayudar a su patria en esta terrible emergencia. 13, 14. Entonces dijo<br />

Mardocheo que respondiesen a Esther—La respuesta de Mardoqueo fué a este efecto: Que ella no debía entregarse a<br />

la vana esperanza de que ella, por su conexión real, escaparía de la condena general de su raza; que él, Mardoqueo,<br />

creía confiadamente que Dios se interpondría, y, si no por medio de ella, por algún otro libertador, salvaría a su<br />

pueblo; pero que el deber evidentemente le correspondía a ella, puesto que había grandes razones para creer que éste<br />

era el propósito de la providencia al elevarla a ella a la dignidad de reina, y por lo tanto que ella debía ir con corazón<br />

valiente, no dudando del éxito. 16. así entraré al rey, aunque no sea conforme a la ley—La petición de Mardoqueo<br />

fué irresistible, y habiendo establecido un solemne ayuno por tres días, ella manifestó su decisión firme de hacer la<br />

súplica al rey, aunque pereciera en la tentativa. yo también con mis doncellas—Es probable que ella hubiera reunido<br />

al rededor de sí doncellas judías, o mujeres que eran prosélitas de aquella religión.<br />

CAPITULO 5<br />

Vers. 1–14. ESTER INVITA AL REY Y A AMAN A UN BANQUETE. 1. se vistió Esther su vestido real—No es<br />

sólo natural, sino, en tal ocasión, muy justo y conveniente que la reina se ataviara en un estilo digno de su posición<br />

elevada. En ocasiones ordinarias ella podría razonablemente hacer resaltar sus encantos todo lo ventajosamente<br />

posible; pero, en esta ocasión, como ella deseaba conseguir el favor del que no solamente era su esposo, sino también<br />

el soberano, tenía que considerar no sólo su seguridad personal, sino también la salvación de sus paisanos<br />

sentenciados, y estas consideraciones le imponían la conveniencia de usar todos los medios legítimos para ganar la<br />

atención favorable de Assuero. estaba el rey sentado en un solio regio en el aposento real, enfrente de la puerta del<br />

aposento—Parece que el palacio de este rey persa había sido edificado, como muchos más de la misma calidad y<br />

descripción, con una galería al rededor de un patio, frente al portón de entrada. En tales estructuras abiertas, entre sus<br />

guardas y consejeros, están los bashaws, kadis y otros oficiales importantes, acostumbrados a repartir la justicia y<br />

manejar los asuntos públicos de las provincias. (Shaw’s Travels). En semejante situación estaba sentado el rey persa. El<br />

asiento que ocupaba, no era un trono, según nuestras ideas de tronos, sino [PAG. 384] simplemente una silla, y tan alta<br />

que necesitaba un escabel, que estaba hecho de oro, o que tenía chapa o inscrustaciones de oro, y estaba cubierto con<br />

tapices espléndidos. Nadie sino el rey podía sentarse en él bajo pena de muerte. Se halla a menudo dibujado en los<br />

monumentos de Persia, y siempre es del mismo estilo. 2. el rey extendió a Esther el cetro de oro que tenía en la<br />

mano—Este cetro de oro recibe una ilustración interesante en los monumentos esculpidos de Persia y Asiria. En los<br />

bajorrelieves de Persépolis, copiados por Sir Robert Ker Porter, vemos al rey Darío entronizado entre su corte, y<br />

caminando afuera en igual estado; en ambos casos él llevaba en su mano derecha una vara delgada, de igual altura<br />

que él, adornada con una borlita pequeña en el cabo de arriba. En los alabastros asirios, tanto en los hallados en<br />

Nimroud como en los de Khorsabad, “el gran rey” está provisto de la misma insignia de dignidad real, una vara<br />

delgada, pero desprovista de borla y de todo adorno. En los relieves de Khorsabad la vara está pintada de rojo. sin<br />

duda para representar el oro, lo que prueba que “el cetro de oro” era una simple vara de aquel metal precioso,<br />

comúnmente tenida en la mano derecha, con un cabo apoyado en el suelo, ya sea que el rey estuviera sentado o<br />

caminando. “El cetro de oro” ha recibido poco cambio o modificación desde tiempos antiguos. (Goss). Fué extendido<br />

el cetro a Ester como señal no sólo de que su intrusión era perdonada, sino de que su visita era recibida con agrado y<br />

una recepción favorable a la petición que había venido a presentar. Ester … tocó la punta del cetro—Esta era la<br />

manera usual de reconocer la condescendencia real, y al mismo tiempo de expresar reverencia y sumisión a la augusta

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