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max-weber-economia-y-sociedad

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LA DOMINACIÓN NO LEGiTIMA 1019política en cada caso resulta condicionada, además de la relación de fuerzasde los interesados dentro de la ciudad, por el campo adquisitivo de quedisponga la misma. Su ampliación en el primer periodo de los asentamientoStrajo consigo una tendencia orientada hacia la ampliación del mercado,mientras que su estrechamiento hacia fines de la Edad Media produjo latendencia monopolizadora. Por lo demás, cada ciudad tiene sus interesespropios en pugna con los de sus concurrentes y especialmente entre las ciudadesmarítimas del sur, ocupadas en el comercio con tierras lejanas, reina unalucha a vida o muerte.El Estado burocrático-patrimonial no pensó, después de haber sometidoa las ciudades, en romper de una manera fundamental con esta "políticaeconómica urbana". Por el contrario, su propio interés hacendístico reclamabael esplendor económico de las ciudades y de sus industrias y el mantenimientode su población no menos que el fomento del comercio exterioren el sentido de una política comercial mercantilista, cuyas medidas, porotro lado, podía tomar en parte de la política de algunas ciudades. Tratóde equilibrar los intereses de las ciudades y grupos abarcados por su asociación,especialmente trató de conciliar la política de subsistencias con la políticacapitalista. Hasta casi la víspera de la Revolución francesa no tocó a lapolítica económica tradicional más que en aquellos puntos donde los monopolioslocales y privilegios de-los burgueses se oponían a la política monopólicay de privilegio, orientada de modo creciente en sentido capitalista,inaugurada por él. Es cierto que esta actitud podía conducir en casos aisladosa una ruptura violenta de los privilegios económicos burgueses, perosignificaba un abandono de los carriles habituales sólo en casos excepcionalesy locales. Mas se perdió la autonomía de la regulación económica por partede la ciudad y esto podía ser indirectamente de gran importancia. Lo decisivoresidía, sin embargo, en la imposibilidad de las ciudades de disponer, alservicio de sus intereses, de un poder político y militar de la categoría delque poseía el príncipe burocrático patrimonial. Y, por otra parte, sólo excepcionalmentepodían intentar, en la forma en que lo hacían los príncipes,tomar parte, como asociaciones, en las nuevas probabilidades lucrativas queiban surgiendo en virtud de la política del patrimónialismo. Por la naturalezade las cosas sólo elementos individuales y, sobre todo, socialmente privilegiados,tenían acceso a estas probabilidades y así vemos que en Inglaterray en Francia sólo gentes pertenecientes al estamento de los señores territorialeso de los grandes funcionarios formaban parte, junto con los reyes, delas empresas típicas del patrimonialismo, nacionales y ultramarinas, privilegiadascon monopolio, mientras que eran raros -relativamente- los elementosburgueses que intervenían. Ocasionalmente algunas ciudades como,por ejemplo, Francfort, a veces de una manera amplia, han participado enempresas exteriores de tipo especulativo. Pero casi siempre en perjuiciopropio, porque un solo fracaso podía afectarles mucho más que a una granentidad política.La decadencia económica de numerosas ciudades, especialmente a partirdel siglo XVI, sólo parcialmente se funda de un modo directo en el desplazamientode las rutas comerciales y en el nacimiento de grandes industrias a

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