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max-weber-economia-y-sociedad

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880 SOCIOLOGÍA DE LA DOMINACIÓNtividad durante elecciones y ocasiones análogas mediante imprevisibles emocionesde masas, el hecho es que sigue siendo, bien que considerablementetransformado, un elemento sumamente importante de la estructura social.Ahora tenemos que referirnos de nuevo a aquellas causas económicas -y:~tratadas anteriormente- que condicionan en particular la rutinización delcarisma, es decir, la necesidad que tienen las capas privilegiadas por la orglnizaciónpolítica, social y económica existente de "legitimar" su situaciónsocial y económica, de ser consagrado y transformado un estado dominantepuramente fáctico en un cosmos de derechos adquiridos. Estos interesesconstituyen el más sólido motivo de la conservación de los elementos carismáticos-en forma objetivada- dwtro de la estructura de dominación. Elauténtico carisma, que no se basa en un orden estatuido o tradicional, queno se basa en derechos adquiridos, sino en la legitimización por el heroísmopersonal o la revelación personal, se opone decididamente a esos intereses.Pero justamente su cualidad de poder sobrenatural, divino y superior a tod.1cotidianeidad llega a convertirse, tras de su rutinización, en una fuente apropiadade adquisición legítima de poder de mando a favor de los sucesoresdel héroe carismático, de suerte que tal carisma actúa asimismo a favor dei:odos aquellos cuyo poder y bienes son garantizados por dicho poder y, portanto, dependen de su permanencia. Las formas en que puede manifestarsela legitimidad carismática de un dominador son muy distintas, y dependendel modo con que se relaciona con las potencias sobrenatmales que la fundamentan.Si la legitimidad del señor no puede comprobarse según normas unívocasmediante un carisma heredado, necesita legitimar su posición por medio deotro poder carismático. Y éste sólo puede ser normalmente el poder hierocrático.Esto se aplica sobre todo al señor que representa una encarnacióndivina y, por consiguiente, que posee el más elevado "carisma personal". Supretensión al mismo, siempre que no sea acreditado por sus propias hazaiias,necesita justamente la aprobación de los peritos profesionales de lo divino.Precisamente por ello, los monarcas encarnados se hallan sometidos, por laspersonas más interesadas material e idealmente en su legitimidad -funcionariosde la corte y sacerdotes-, a aquel peculiar proceso de internaciónque puede desembocar hasta el confinamiento perpetuo en el palacio e inclusivehasta la muerte al alcanzar la mayor edad, con el fin de que el diosno tenga ocasión de comprometer la divinidad o de librarse de la tutela. Noobstante, la trascendencia de la responsabilidad que, según la concepcióntradicional, tiene que arrogarse un soberano carismático frente a los dominados,constituye prácticamente uno de los más sólidos. motivos de la necesidadde su tutela.Precisamente a causa de su elevada calidad carismática, tal soberano-como todavía hoy ocurre con los Califas, Sultanes y Shas orientales- necesitaimperiosamente tener a su servicio una detacada personalidad quetome a su cargo la responsabilidad de los actos de gobierno, especialmenteele los actos desafortunados o impopulares. Esto constituye el fundamentode la posición tradicional específica del "Gran Visir" en todos esos imperios.Todavía durante la última generación fracasó en Pcrsia la intentada

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