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max-weber-economia-y-sociedad

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LA DOMINACIÓN CARISMÁTICA Y SU TRANSFORMACIÓN 871tico. Tanto en las fases más primitivas como en las más avanzadas de lacivilización existe, en general, sólo el privilegio carismático de la casa queejerce el predominio político y eventualmente de un número muy limitadode otros linajes poderosos. En las comunidades primitivas, el carisma delmago, del chamán, del hechicero y del sacerdote -aunque no coincidenteen la misma persona con los derechos señoriales políticos- está con muchamenos frecuencia vinculado al carisma de la casa dominante. Y sólo el desarrollode un culto regular permite generalmente aquella vinculación gentilcarismáticade determinados sacerdocios a los linajes nobles, vinculación queluego se hace tan frecuente y que revierte sobre la transmisión hereditariade otros carismas. Con la creciente importancia atribuida a los .Jazos desangre comienza luego regularmente el proceso de divinización, ante todode los antepasados y, finalmente, cuando la evolución prosigue, del jefe actual.Posteriormente hablaremos de las consecuencias de este hecho.Ahora bien, el mero carisma gentilicio en cuanto tal no garantiza todavíala univocidad del nombramiento personal como sucesor. A este efecto esnecesario un determinado orden de sucesión, y cuando éste existe debe añadirsea la creencia en la importancia carismática de la sangre en cuanto talla creencia en el carisma específico de la primogenitura. Pues todos losdemás sistemas, con inclusión del "seniorato" muy frecuente en Oriente,conducen a feroces revoluciones e intrigas palaciegas, sobre todo cuando pre~domina la poligamia. Así, junto al interés que tiene el soberano en eliminara otros eventuales pretendientes al trono en favor de sus propios descendientes,se añade todavía la lucha de las mujeres en torno a la sucesiónhereditaria de sus hijos. En el Estado feudal, el simple principio de la primogeniturasuele limitar necesariamente la división del feudo hereditariamenteadquirido en interés de sus posibilidades de prestación. Tal principio,desarrollado ante todo con respecto a los señores feudales mismos, resultaproyectado, por decirlo así, a favor del supremo soberano. Así aconteció enel Oriente con la progresiva feudalización. Dentro del Estado patrimonial,tanto de carácter oriental como merovingio, 1~ validez del principio de laprimogenitura es mucho más problemática. En el caso de no haberla, sepresenta la siguiente alternativa: división hereditaria del poder políticoal modo de la división de todas las demás propiedades del señor patrimonial,o elección de sucesor según un sistema determinado: justicia de Dios {desafíode los hijos, tal como se encuentra en algunos pueblos primitivos), oráculospor la suerte (es decir, prácticamente, elección sacerdotal, como ocurríaentre los judíos desde· Josué) o, finalmente, la forma regular de la proclamacióncarismática, la elección del capacitado por la preelección del séquitoy aclamación del pueblo, procedimiento que implica en este caso, todavíamás que en los anteriores, el peligro de elecciones dobles y luchas. De todosmodos, el imperio de la monogamia como única forma legítima de matrimonioconstituye uno de los más importantes fundamentos de una continuidadordenada del poder monárquico y ha favorecido a las monarquías de Occidenteen oposición a las situaciones propias del Oriente, donde la idea: de uninminente o posible advenimiento de un cambio de dinastía dejan en suspensotoda la administración, pudiendo cada cambio provocar probabilidades catas-

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