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max-weber-economia-y-sociedad

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864 SOCIOLOGÍA DE LA DOMINACIÓNno puede ser sino una decisión entre diversos pretendientes ya anteriormenteexistentes y presentados a los electores, decisión que tiene lugar en el campode batalla de la agitación electoral por medio de la influencia personal y de laapelación a intereses materiales o ideales y en la cual las disposiciones delprocedimiento electoral representan en cierto modo las reglas de juego parala lucha formalmente "pacífica". La designación del único candidato queentra en consideración se efectúa entonces principalmente dentro de los partidosmismos. Pues, como es comprensible, no se trata de una acción comu-·nitaria amorfa de las personas con derecho de voto, sino que son los mismosjefes de partido y sus secuaces personales los que organizan la lucha en tornoal sufragio y, con ellos, en torno al patronato de los cargos. La agitaciónelectoral cuesta ya ahora en Estados Unidos dentro del cuatrienio directa eindirectamente tanto como una guerra colonial. Y sus gastos aumentanconsiderablemente en Alemania para todos los partidos, que no cuentan conagentes baratos, como capellanes, notables, o secretarios de sindicatos, porejemplo, que cobran por otra parte. Junto al poder del dinero se desarrollael "carisma de la palabra". Su poder no se halla exclusivamente vinculadoa ninguna determinada fase de la civilización. Lo conocen asimismo las reunionesde jefes indios y los palavers africanos. En la democracia helénica experimentósu primer gran desarrollo cualitativo, con incalculables consecuenciaspara 'la evolución del lenguaje y del pensamiento, en tanto que, desde el puntode vista puramente cuantitativo, las modernas luchas electorales sobrepujancon sus peroratas (stump speeches) todo lo que ha existido hasta ahora.Cuando más premeditada es la acción sobre las masas y más rigurosa la organizaciónburocrática de los partidos, tanto menos importante es el contenidomismo de los discursos. Pues en tanto que no se trate de intereses de clase ode otros intereses económicos calculables, el efecto de los discursos es puramenteemotivo y sólo tiene el mismo sentido que las demostraciones y fiestasde los partidos: describir a las masas el poder y la seguridad de victoria delpartido y, ante todo, presentarles las facultades carismáticas del jefe.El hecho de que la impresión emocional sobre las masas ofrezca necesariamenteciertos rasgos "carismáticos" hace también que la creciente burocratizaciónde los partidos y del negocio electoral, justamente cuando alcanzasu auge, se tenga que poner al servicio de la adoración carismática de loshéroes que estalla entusiasta y súbita. En este caso -como lo ha mostradola campaña de Roosevelt- el heroísmo carismático enln en conflicto con elpoder habitual ejercido por la maquinaria del partido. ·El destino general de todos los po:rtidos --que casi siempre comienzan comouna agrupación carismática en torno a un pretendiente legítimo o cesáreo, o de undemagogo al estilo de Perides, de Clcón o de Lassalle- consiste, cuando desembocanen una organización permanente, en transformarse en una agrupación dirigidapor notables y, como ha ocurrido l1asta fines del siglo xvm, en una federaciónde nobles. En las ciudades italianas de la Edad Media, y como la burguesía feudaiera casi enteramente gibclina, existió entre los nobili una sanción directa equiv'llentea una descalificación para los cargos y a una privación de derechos políticos.Sin embargo, constituye una excepción, inclusive entre los popolaní, que unapersona no noble obtenga un cargo dirigente, aunque también en este caso, como

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