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max-weber-economia-y-sociedad

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SOCIOLOGfA DEL EST AOO 1109gio, discursos, telegramas, medios efectist!ls de toda índole, y no puede sostenerseque esta clase de propaganda política haya resultado menos peligrosadesde el punto de vista del Estado que la demagogia electoral más desenfrenada...Sin embargo, aquí sólo hemos de ocuparnos de las consecuencias de laimportancia real de la demagogia en relación con la estructura de los puestosde los jefes políticos, o sea de la cuestión acerca de cómo se comporten porconsiguiente uno con respecto al otro la democracia y el parlamentarismo.La importancia de la democrati:utei6n activa de las masas está en que eljefe político ya no es proclamado candidato en virtud del reconocimiento desus méritos en el círculo de una capa de honoratiores, para convertirse luegoen jefe, por el hecho de destacar en el Parlamento, sino que consigue la confianzay la fe de las mismas masas, y su poder, en consecuencia, con mediosde la demagogia de masas. Por su carácter, esto representa un cambio cesarísticoen la selección de los jefes. Y efectivamente, toda democracia tiende aello. El medio específicamente cesarístico es el plebiscito. No se trata de una"votación" o "elección" normal, sino de la confesión de una "fe" en la vocaciónde un jefe, que aspira para sí a dicha aclamaciÓn. El jefe llega al poderya sea por la vía militar -como dictador militar a la manera de Napoleón 1que se hace confirmar en su posición por plebiscito-, o por el camino burgués,por confirmación plebiscitaria de la pretensión de dominio de unpolítico no militar, como Napoleón 111, a la que el ejército se aviene. Ambasvías de selección del jefe están en tensión tanto con el principio parlamentariocomo (por supuesto) con la legitimidad hereditaria monárquica. Todaclase de elección popular directa del magistrado supremo y, más allá de ésta,toda clase de posición política de fuerza que se funda en el hecho de la confianzade las masas y no del Parlamento -incluida la posición de fuerza deun héroe guerrero popular- se encuentra en el camino hacia aquellas formas"puras" de aclamación cesarística. En particular, por supuesto, la posiciónlegitimada por designación y votación (formalmente) "democráticas" delPresidente de los Estados Unidos, cuya superioridad frente al Parlamento sefunda precisamente en esto. Las esperanzas que una figura tan cesárea comoBismarck ligaba al derecho electoral igual y la clase de su demagogia antiparlamentariaapuntan, sólo que adaptadas en su formulación y fraseología a lascondiciones legitimistas de su cargo de ministro, en la misma dirección. Lamanera de reaccionar la legitimidad hereditaria de las monarquías contra esospoderes cesarísticos lo reveló la separación de Bismarck de su cargo. Todademocracia parlamentaria, por su parte, trata también de eliminar esos métodosplebiscitarios de la elección del jefe, peligrosos para el poder del Parlamento,como lo han hecho en particular la Constitución y el derecho electoralfranceses (derogación de la elección por listas a causa del peligro del boulangerismo). 44 Lo pagaron sin duda con aquella falta de autoridad de los poderessupremos frente a las masas que es típica de Francia y contrasta tan vigorosamentecon la posición autoritaria del Presidente norteamericano. En las monarquíashereditarias democratizadas, por otra parte, el elemento plebiscitario-44 1889. [E.]

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