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max-weber-economia-y-sociedad

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SOCIOLOGÍA DEL ESTADO 1069había habido tales consejeros realmente eficaces de los príncipes. En elOriente, la necesidad de descargar en lo posible al sultán de la responsabilidadpersonal por el éxito del gobierno había creado la figura del "Gran Visir".En el Occidente, bajo la influencia ante todo de los informes de la embajadaveneciana en tiempos de Carlos V -la época de Maquiavelo-, que se leíanen los círculos diplomáticos con pasión, la diplomacia se convirtió primero enun arte deliberadamente cultivado, cuyos adeptos, de formación humanistapor lo regular, se trataban mutuamente como una capa cultivada de iniciados,de modo análogo a los estadistas humanistas chinos de últimos tiemposde los Estados parciales. La necesidad de una dirección formalmente unitariade la política conjunta, inclusive la interior, por medio de un estadistadominante sólo surgió definitiva e imperativamente con el desarrollo constitucional.Hasta ahí había sin duda habido siempre semejantes personalidadesindividuales como consejeros o, mejor dicho -más concretamente-,como guías de los príncipes. Pero la organización de las autoridades habíaseguido de momento, aun en los Estados más avanzados, otros caminos. Sehabían formado autoridades administrativas supremas colegiadas. En teoría,y en grado paulatinamente decreciente también de hecho, dichos cuerpos sereunían .bajo la presidencia del príncipe, que formulaba la decisión. Pormedio de ese sistema colegiado, que daba lugar a informes, contrainformesy votos motivados de la mayoría y la minoría, y rodeándose además de personasde su confianza -el "gabinete"- por cuya mediación pronunciabasus decisiones sobre los acuerdos del consejo de Estado -o como quieraque se llamara la autoridad suprema-, el príncipe, que cada vez quedabamás relegado a la posición de un diletante, trataba de sustraerse al pesoinevitablemente creciente de la formación profesional de los funcionariosy de conservar la dirección suprema en sus manos: esta lucha latente entreel funcionarismo profesional y la autocracia se daba en todas partes. La situaciónsólo cambió frente a los Parlamentos y a las aspiraciones al poderde los jefes de los partidos. Condiciones muy diversas condujeron con todoal mismo resultado externo, aunque sin duda con algunas diferencias. Dondequiera que las dinastías retuvieron un poder efectivo en manos -como, porejemplo, en Alemania- los intereses del príncipe se hallaban en adelantesolidariamente enlazados con los del funcionarismo contra el Parlamento ysus ambiciones de poder. Los funcionarios tenían interés en que también lospuestos directivos, los ministerios, se proveyeran de sus filas, convirtiéndoseasí en oportunidad de ascenso para ellos mismos. Y el monarca por su parteestaba mteresado en poder nombrar los ministros, a su criterio, tambiénde entre las filas de los funcionarios que le eran devotos. Por lo tanto, ambaspartes tenían interés en que la dirección política se enfrentara al Parlamentounidad y compacta, o sea que el sistema colegiado se reemplazara por un jefede gabinete unitario. Por otra parte, el monarca necesitaba además, aunquesólo fuera para sustraerse formalmente a la lucha y los ataques de los partidos,de una persona individual responsable que le cubriera, es decir: de unapersona que respondiera ante el Parlamento, se le enfrentara y negociaracon el mismo. Todos estos intereses actuaban aquí en el mismo sentido: enel sentido de un ministro funcionario individualmente rector. Y con mayor

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