O Estado oculto - Repositorio Institucional da USC - Universidade ...

que un partido con esa denominación había tenido unha influencia saludable en
muchos países en otros tiempos.
[...]
[...] Nosotros queríamos dejar muy clara la postura de la Iglesia con respecto a
los partidos políticos y no queríamos que ninguno se arrogase la representación de la
misma. 1002
Gómez Movellán (1999, 53) subliña que Enrique y Tarancón “influyó
para evitar, con ayuda del nuncio vaticano, algunas iniciativas de creación de
plataformas políticas católicas o demócratacristianas con aspiraciones políticas
independientes. La democracia cristiana estaba ya suficientemente
representada en muchas «familias» del régimen como para intentar crear
partidos confesionales de nuevo tipo”. 1003 En realidade (e coas excepcións
vasca e catalana), a identificación do catolicismo oficial co bando nacionalista
na Guerra Civil e mais coa posterior ditadura afectaría profundamente as
expectativas de calquera partido confesional, por moderado que fose. De feito,
o extremismo político do réxime franquista espantou a oposición católica
española, que renunciou á idea dunhas estruturas especificamente
confesionais para atopar acomodo en posicións ideolóxicas de esquerdas. 1004
Pero o certo é que o fracaso do proxecto democratacristián non era fácil de
prever se se descoñecían as análises e as intencións da xerarquía católica.
Morodo (1984, 141-142) alude sutilmente a este feito:
La democracia-cristiana [sic] tradicional o renovada (Gil-Robles y Ruiz-Giménez)
intentará, sin éxito, constituirse en fuerza política autónoma. El fracaso de la DC en
España que, por algunos sociólogos, como Linz, se preveía como un gran partido,
tomando como modelo a Italia, realmente sorprendió a muchos. Tal vez, cuando se
estudie a fondo este tema, nos encontraremos que la jerarquía eclesiástica, por acción
u omisión, no fue ajena a este fracaso singular y, tal vez, esta actitud no
colaboracionista o inhibicionista de la Iglesia al no propiciar un partido confesional,
aunque fuese moderno y democrático, es decir, alejado de las concepciones ambiguas
de la CEDA, durante la II República, esté tanto en la conciencia generalizada de una
fuerte secularización de la sociedad española, como, sobre todo, en una neutralidad
estudiada. Neutralidad que, en este [sic] época de transición, evitaría un eventual
conflicto con otras fuerzas políticas, en base a su colaboración/implicación con el
franquismo histórico. Esta medida de prudencia, para evitar replanteamientos
ideológicos, creo que facilitó la superación del viejo problema clericalismo y anti-
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