O Estado oculto - Repositorio Institucional da USC - Universidade ...

asentou o seu reinado definitivamente. O golpe fracasou por mor da falta de apoio e a
desautorización do rei, que foi quen de desfacer o xogo imaxinario dos conspiradores.
Sobre o 23-F e a xerarquía católica, v. Araújo Iglesias, 1993, 250-251. Segundo este prelado
galego, aquel día a Conferencia Episcopal, da que el formaba parte, estaba até tal punto
enfrascada na elección do seu novo presidente (en substitución de Enrique y Tarancón) que
non se decatou da gravidade da situación. Con todo, os bispos puideron ir durmir tranquilos
tras escoitar a mensaxe do rei. Como ao día seguinte non se xuntaron até ás 10 da mañá, a
nota que aprobaron chegou tarde, “pois os deputados, naquel momento, quedaran libres. Polo
tanto, non se pode acusar á Conferencia de que non se decidise a falar antes, como se
dubidase do que ía pasar e polo tanto quixese garda-la súa roupa. Non foi iso, senón que nós
estabamos noutra órbita”. Iniesta Jiménez (2002, 213-214) tamén recorda que a Conferencia
Episcopal se atopaba nunha “especial coyuntura” porque o mesmo 23 de febreiro cesara no
seu cargo de presidente Enrique y Tarancón: “estábamos, por tanto, por decirlo así, como
rebaño sin pastor”. É dicir, os bispos estaban moi desorientados, inseguros e desconcertados:
“estando todos colegialmente reunidos, nadie se sentía autorizado a tomar iniciativas ni
pronunciarse aisladamente en asunto tan grave, y no teniendo presidente, faltaba la
coordinación necesaria para hacerlo de modo colectivo”. Díaz Merchán (2008, 153-154), que
sería elixido novo presidente da Conferencia Episcopal naquel momento, relata así o
acontecido:
Al terminar el primer día, en la tarde-noche del lunes, un obispo dijo en la asamblea que miembros de ETA,
vestidos de guardias civiles, habían entrado en el Congreso. Después, y tras unos primeros momentos de
confusión, nos dijeron que se trataba realmente de guardias civiles que habían asaltado el Parlamento.
Concluimos la sesión y nos fuimos. [...] Alguno ha dicho que estuvimos toda la noche pensando a ver de qué
lado se inclinaba la balanza para pronunciarnos. Incluso fue algún eclesiástico el que difundió esto y dio lugar
a que algunas personas pudieran pensar así, pero no es verdad. Cuando llegué por la mañana a la
Conferencia Episcopal, don Antonio Montero [Moreno], que tiene el olfato de periodista, me abordó y me dijo:
«Ya sé que no eres presidente, pero puedes serlo en el día de hoy; han pasado muchas horas y mira cómo
está la situación. Lo hemos seguido durante la noche por la radio, creo que hay que dar, cuanto antes, un
comunidado». Le dije que yo no era nadie para proponérselo a la asamblea y que debíamos esperar a que
llegara [Enrique y] Tarancón para ver qué le parecía a él. Don Vicente enseguida dijo que [...] había que dar
un comunicado y Montero comentó: «Tengo un borrador preparado, si vale...». Se leyó el texto en el aula y,
con alguna pequeña enmienda de tipo formal, se aceptó unánimemente. Don Antonio salió a llamar por
teléfono a Radio Nacional y le metieron en directo. Desde la sala pudimos oír cómo lo leía. Más rápido no
pudo ser.
De todos os xeitos, e como recorda Brassloff (1998, 107-108) criticamente, a actitude episcopal
durante aquela noite nunca foi completamente aclarada: “Certainly on this occasion they [os
bispos] did not exercise what they regularly claimed to be their right as citizens (that is, to
speak), in order to make their positions clear”. A isto semella responder Iniesta Jiménez (2002,
213) cando se pregunta:
¿por qué la Conferencia Episcopal tenía que ser la primera en pronunciarse? Después de los tiempos del
nacional-catolicismo, cuando los obispos se hacían o se les hacía presentes en casi todos los actos de
carácter político-social, se cuestionaba tanto desde fuera como desde dentro de la Iglesia esa presencia de la
jerarquía en la vida política española. ¿Se sintieron obligadas a ser las primeras en manifestarse otras
instituciones como la abogacía, las academias, los tribunales de justicia, los colegios profesionales, las
universidades, etc.?
Ao igual que Brassloff, como acabamos de ver, tamén Callahan (2000, 445-446) alude
ironicamente á actitude dos bispos naquelas circunstancias: “La reacción inmediata de la
jerarquía fue emitir la noche del 23 una declaración que, simplemente, instaba a los españoles
a rezar. En lo que en el mejor de los casos era una declaración ambigua, no estaba claro si se
les pedía que rezaran por el fracaso o por el éxito del golpe”. Iniesta Jiménez (2002, 214), de
novo, defende aquí a actuación episcopal: “Creo sinceramente que aquella noche no hubo por
parte nuestra maquiavelismo alguno, como si hubiéramos estado esperando a ver por dónde
transcurrían los acontecimientos para tomar partido”. En todo caso, unha vez controlada a
rebelión militar, os bispos manifestaron o seu apoio á orde constitucional, aínda que non sen
introducir matices críticos. Calleja Sáenz de Navarrete (1988, 117-121) non alude en ningún
momento –como, de feito, non fai ningún outro autor que nós coñezamos– a esa suposta
declaración invitando a cidadanía a rezar, pero puntualiza criticamente que, estando reunidos
celebrando a 24ª asemblea plenaria, os integrantes da Conferencia Episcopal incumpriron a
súa obriga de pronunciarse con urxencia sobre un asunto político fundamental.
795 Pérez Díaz, 1987, 221, e Rustow, 1970, 347 e 355.
796 Isto é algo que, curiosamente, tamén valora Serrano Blanco (2006, 34 e 43-44). A autora,
que citábamos ao comezo deste punto cando dubidaba do papel determinante da igrexa
católica no proceso de transición en España, afirma agora:
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