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O Estado oculto - Repositorio Institucional da USC - Universidade ...

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La Iglesia no se mete para na<strong>da</strong> con los partidos políticos, sino que deja a ca<strong>da</strong><br />

uno en libertad para que milite donde quiera. Nosotros nos limitamos a nuestra<br />

función religiosa”. 1034<br />

Ningún dos autores até agora citados repara nun feito que, porén,<br />

debería resultar chocante para calquera observador que sexa quen de<br />

distanciarse criticamente dos feitos que tiveron lugar o 27 de novembro de<br />

1975 na igrexa de san Jerónimo el Real. Jiménez Lozano (1980, 125-126)<br />

exprésao na seguinte pasaxe:<br />

un hecho absolutamente clerical que tuvo lugar en el inicio del nuevo régimen pasará a<br />

ser el colmo de los progresismos políticos y el símbolo de la comprensión del mundo<br />

moderno y de la democracia por parte de una Iglesia nueva. Me estoy refiriendo al<br />

sermón u homilía, en reali<strong>da</strong>d ver<strong>da</strong>dero discurso programático de la Corona, que el<br />

cardenal-arzobispo de Madrid, Mons. Tarancón, pronunció en la misa de la Coronación<br />

de Juan Carlos I como Rey de España. En ese discurso, el cardenal trazó más o<br />

menos el esquema y la trayectoria de lo que debían ser los nuevos tiempos políticos en<br />

los que la Corona sería apoya<strong>da</strong> por la Iglesia para llevar a cabo aquel programa.<br />

Era aquel un espectáculo medieval [...] Era un gesto teocrático [...]: la Iglesia se<br />

alzó o fue alza<strong>da</strong> al Olimpo de los «best-sellers», los artistas de mo<strong>da</strong>, los políticos,<br />

deportistas o escritores de carrera, y todo fue un viento de admiraciones sobre el nuevo<br />

curso de las cosas. [E ninguén soubo] ver cúan integrista y tradicional o reaccionario<br />

era ese gesto de un obispo leyendo la cartilla política a un rey, aunque esa cartilla fuera<br />

liberal y progresista. [Aquela] fue la situación peculiar de nuestro país y de nuestro<br />

catolicismo. Pero, como digo, fue entendi<strong>da</strong> de muy otra manera por los medios de<br />

comunicación más influyentes, y la Iglesia española iba a hallarse por virtud de este<br />

malentendido en una situación privilegia<strong>da</strong> ante el cambio [...].<br />

Como xa indicamos ao comezo deste capítulo, finalmente non houbo<br />

ningún gran partido democratacristián –similar aos existentes na República<br />

Federal de Alemaña ou en Italia– que vehiculase os intereses <strong>da</strong> igrexa<br />

católica. Neste sentido, Gimbernat Ordeig (1982, 53) subliña que na homilía de<br />

Enrique y Tarancón “se expresó una negativa a la formación de partidos<br />

democráticos cristianos. Esta decisión los hizo políticamente inviables, puesto<br />

que su esencia es el apoyo explícito eclesiástico. No parece aventurado pensar<br />

que otra actitud oficial o semioficial de la Iglesia habría <strong>da</strong>do vuelos a un<br />

partido de características próximas a las democracias cristianas europeas”.<br />

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