O Estado oculto - Repositorio Institucional da USC - Universidade ...

concordantes dista mucho de ser pacífica habiendo generado normas contradictorias,
enfrentamientos entre conservadores y progresistas y una nutrida dialéctica doctrinal y
jurisprudencial”.
1198 Contreras Mazarío e Celador Angón (2005, 50) precisan que “sólo el ejercicio del derecho
de opción crea la obligación educativa de ofertar” a materia de relixión (católica). Isto “conlleva
la opción de no recibirla, lo que supone un estado de no obligación, por lo que el
establecimiento de una alternativa obligatoria no es, a nuestro entender, un problema de
constitucionalidad, sino que entra más bien en el ámbito de la libre discrecionalidad de la
Administración, y más concretamente dentro de las facultades que la CE le atribuye a ésta de
ordenación general del sistema educativo”.
1199 Pero a materia existiu en momentos anteriores. Para unha historia da materia e das
actividades alternativas, v. Sánchez Soler, 2002, 133-147.
1200 Artigo 18.3.k e apartado 3 da disposición adicional segunda do Decreto 133/2007, do 5 de
xullo, polo que se regulan as ensinanzas da educación secundaria obrigatoria na Comunidade
Autónoma de Galiza (DOG do 13 de xullo).
1201 Esta constatación vese reforzada pola xurisprudencia do Tribunal Supremo, que determina
que a materia alternativa, que non ten por que ter un contido moral, non pode implicar que o
alumno que curse a materia de relixión conte con menos tempo para preparar as demais
materias; polo tanto, a materia alternativa non pode consistir en tempo de estudo asistido para
reforzar a aprendizaxe das demais materias.
1202 V. Francisco Delgado Ruiz, 2001b, 27-28: “Si un ciudadano tiene el derecho a asistir a unos
determinados cultos religiosos, a los ciudadanos que no asistieran se les debería de obligar a
leerse las obras completas de Aristóteles o Engels, por ejemplo. Esto sería una aberración
incomprensible”. Segundo Souto Paz (1999, 474), “la alternativa más respetuosa con la libertad
ideológica y religiosa será, naturalmente, el recreo”.
Blas Zabaleta (2005) chama a atención sobre o curioso feito de que non se impuxese nunca
una carga lectiva disuasoria a los alumnos que no elegían la asignatura [de relixión católica] hasta que un
Gobierno de UCD, con Otero Novás como ministro de Educación, instauró en 1980 la Ética como alternativa
a la Religión. Desde aquel momento la voluntariedad de la clase de Religión se convirtió en opción entre una
u otra enseñanza. Se desvirtuaba con ello el carácter voluntario de la religión confesional y se creaba, de
paso, un problema peculiar al sistema educativo, el de articular una asignatura “de relleno” en todos los
cursos de la secundaria destinada a ocupar el tiempo de los que no quisieran religión confesional.
Sobre esta cuestión, v. tamén Andrés-Gallego, Pazos e Llera, 1996, 233-238.
Nós entendemos que o feito de que os pais teñan que pronunciarse sobre se desexan ou non
unha formación relixiosa para os seus fillos escolarizados é constitucionalmente problemático,
porque ninguén pode ser obrigado a declarar sobre a súa relixión ou as súas crenzas (art. 16.2
da lei fundamental). Neste caso, ademais, a declaración dos pais vai quedar recollida no
expediente académico, que é un documento público. O único correcto constitucionalmente –
combinando o previsto nos artigos 16.2 e 27.3– sería que os pais, facendo uso dun dereito
universal de reclamación individual (por utilizarmos o termo empregado por González Barón
[2001, 73]), decidisen motu propio solicitar expresamente a ensinanza da relixión para seus
fillos. O que é moi discutíbel é que este dereito dos pais xere obrigas para terceiros pais, xa
sexa (a) a de declarar sobre as súas crenzas, xa sexa (b) a de matricular a seus fillos en
materias alternativas á de relixión. Ramírez Medina (2001, 149-150) explica así os problemas
que provoca a actual regulación desta materia:
en el impreso de matrícula oficial, el padre o tutor legal debe marcar la casilla correspondiente a la religión
católica, musulmana, judía u otras confesiones religiosas, o bien la de alternativas, con lo que, en cualquier
caso, hay capacidad de elección, mas también constricción en el hecho de manifestar las propias creencias.
¿Qué se hace con los alumnos cuyos padres, ejerciendo el derecho reconocido por la Constitución, decidan
no marcar ninguna de esas casillas? ¿O con aquellos que, por pertenecer a opciones religiosas minoritarias,
no desean manifestarse pero tampoco que sus hijos sean llevados a la alternativa? [...]
Los alumnos de la alternativa han acabado convirtiéndose, de este modo, en rehenes de las
creencias e intereses ajenos. A la postre, ellos sí han resultado discriminados.
(V. tamén, para este problema, Francisco Delgado Ruiz, 2001b, 26-28.)
González Barón (2001, 73) observa respecto da formación relixiosa nos centros escolares:
Los demás, está claro, no podemos reclamar que nuestros hijos sean educados en el humanismo ateo, por
ejemplo, o en los rituales de Eleusis. Para hacerlo tendríamos que constituirnos como confesión religiosa, lo
cual, además, es imposible en nuestra actual legislación, que excluye como «organización religiosa» a las
que tienen carácter filosófico, etc. Se está negando, pues, activamente un derecho universal a un amplio
conjunto de ciudadanos. (¡Bastaría con que se le negara a uno solo para ilegitimar esta posición!)
En todo caso, nesta materia pódese chegar a unha situación pouco desexábel, que Tamayo-
Acosta (2003a) describe do seguinte xeito:
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