O Estado oculto - Repositorio Institucional da USC - Universidade ...

perdón por (d) a súa participación na guerra, (e) o seu colaboracionismo co bando nacionalista
e (f) os beneficios obtidos na ditadura.
904 Casanova Ruiz (2007a) puntualiza que esta política eclesiástica deu comezo con Xoán
Paulo II en 1987, xa que nin Pío XII, nin Xoán XXIII, nin Paulo VI apoiaron nunca as
beatificacións. Castro Berrojo (2007, 323-324), pola contra, afirma que “para septiembre de
1953 [polo tanto, durante o pontificado de Pío XII] había ya 353 españoles con causas de
beatificación y canonización incoadas ante la Sagrada Congregación de los Ritos [...]. Estos
procesos siguieron tramitándose durante el pontificado de Juan XXIII, pero fueron paralizados
por Pablo VI hasta llegar a Juan Pablo II, bajo cuyo mandato se culminaron muchos procesos y
se incoaron otros nuevos”. O 38% das beatificacións de Xoán Paulo II corresponde a
eclesiásticos mortos durante a Guerra Civil Española.
Cárcel Ortí (1997, 260-261, e 2002, 146) define a beatificación como un acto de xustiza
consistente nunha “primera respuesta oficial y autorizada del Santo Padre a las personas que
piden poder venerar públicamente a un cristiano que consideran ejemplar, con la cual se les
concede permiso para hacerlo. [...] Para la beatificación de un mártir es suficiente la
declaración oficial de su martirio por parte de la Iglesia, por ello no se requiere ni el proceso de
virtudes heroicas ni tampoco el milagro, que, en cambio, se exige para la canonización”. O
mesmo autor (Cárcel Ortí, 1997, 198-199) indica as dúas condicións para que unha morte
poida ser considerada un martirio: (a) O “propósito, la voluntad y el designio de quien decide
procurar la muerte. Éste debe actuar por odio contra la fe. El ejecutor material podría incluso no
estar movido por el mismo espíritu perverso. Pero es suficiente que lo sean sus jefes, los
responsables últimos de las decisiones”. (b) Que “quien sufra la muerte, la sufra por amor y por
fidelidad a Cristo y que se ofrezca como víctima a Dios perdonando a sus propios asesinos y
rezando por ellos”.
Para unha sucinta e moi representativa defensa da idea do martirio como unha morte por
razóns exclusivamente relixiosas, v. Laboa Gallego, 2000a. Palomar Baró (2007, 238)
ofrécenos outra mostra de defensa pro domo sua da idea do martirio como asasinato non
político:
El tributo de sangre rendido por la Iglesia en España fue impresionante. Desde los tiempos de las
persecuciones del Imperio romano, en los primeros tiempos del cristianismo, no se había conocido situación
igual, pues además no existieron razones políticas ni sociales en los asesinatos de los sacerdotes, y si las
hubo en los casos de algunos seglares, fueron muy contadas, ya que casi todas las muertes tuvieron una
causa fundamental: ser sacerdotes o religiosos, hombres o mujeres de Acción Católica. Existió además un
solo móvil, que reduce a género todas las especies de muertes: in odium fidei, in odium Ecclesiae.
O 28 de outubro de 2007, a igrexa católica beatificou 498 mártires da República nunha
multitudinaria cerimonia relixiosa celebrada no Vaticano, na Praza de San Pedro (v. Cárcel Ortí,
2008, 36-37). Este acto, segundo Asenjo Pelegrina (2008, 62), non pode ser interpretado
politicamente: “las beatificaciones del 28 de octubre de 2007 en Roma no tuvieron la más
mínima intencionalidad política. Fue un acontecimiento de una tonalidad religiosa neta y
exclusiva. Tanto los que intervinieron en la ceremonia de acogida en San Pablo Extramuros,
como en la ceremonia de la plaza de San Pedro, lo hicieron con una exquisita delicadeza, sin
hacer ningún esfuerzo especial, porque todos los que participábamos éramos conscientes de la
exclusiva dimensión religiosa del acto”.
905 Cárcel Ortí (2008, 403) insiste: “el mártir no interviene en la guerra; al mártir no se le mata
por razones políticas, sino por motivos religiosos”. Esta teima por despolitizar as cuestións
relixiosas conduce os autores católicos que escriben pro domo sua a construír argumentos moi
pouco sólidos. Así, o propio Cárcel Ortí (2002, 8 e 17-19), ao tempo que afirma que a cuestión
relixiosa (é dicir, a confrontación entre o Estado e a igrexa católica) é “la cuestión más
característica de los dos últimos siglos”, despolitiza a violencia exercida contra os eclesiásticos
que “murieron por Dios, por la fe cristiana, prescindiendo de cualquier implicación política”.
Porén, o autor conclúe que non foi até o Concilio Vaticano II cando a igrexa se afastou “de
cualquier vinculación con el poder político”!
Pardo Lancina (2007) lembra a figura dun mártir que non foi precisamente unha persoa
apolítica: o bispo Laplana y Laguna. Cárcel Ortí (2008, 444-447) limítase a ofrecer unha
narración do martirio do prelado. Sobre este bispo, v. tamén Cuenca Toribio, 1986, 552-553.
906 Para Cárcel Ortí (2008, 37), a necesidade de non confundir os mártires da fe cos soldados
caídos ou coas vítimas da represión política deriva dun feito evidente: “todos los muertos no
son iguales”. De feito, “antes de morir, [os mártires] perdonaron de corazón a sus verdugos.
Vivieron amando y murieron perdonando” (Cárcel Ortí, 2002, 146). V. tamén Cárcel Ortí, 2008,
402-417.
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