O Estado oculto - Repositorio Institucional da USC - Universidade ...

la información que exista sobre sus avatares y paradero y permitirles que les den digna
sepultura”.
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V. capítulo 6.
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Navarro, 2004b, 129. O autor (Navarro, 2006b) cualifica de relativismo moral a atribución da
mesma responsabilidade ás dúas partes –demócratas e responsábeis da ditadura– enfrontadas
na Guerra Civil.
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Segundo Navarro (2004b, 130), é inxusta “esta confusión que [Paloma Aguilar Fernández]
hace entre demanda de justicia y deseo de revancha”. (Hai moitos outros autores que
reproducen este argumento. Ao final do capítulo 6, por exemplo, víamos como Cárcel Ortí
[2008, 24-27] emparenta a recuperación da memoria histórica con propósitos persecutorios.)
Riquer i Permanyer (2007), no mesmo sentido, apunta que “sólo puede obedecer a un
desconocimiento profundo de la historia, o a un inconfesable cinismo, calificar de ‘revanchismo’
las políticas que tienden a la recuperación de la dignidad y la memoria de las víctimas
ocultadas por el franquismo. No deja de ser ilustrativo que aquellos que nunca condenaron la
dictadura de Franco y su continuo uso de la violencia ahora se opongan a esta política de
justicia y de reconciliación”. E é que “la violencia fue consubstancial al proyecto de régimen
franquista, ya que le acompañó hasta el último momento de la vida del general Franco”. Para
este autor, a “poca valentía democrática para abordar y solucionar definitivamente tan largo y
enojoso asunto es hoy casi tan preocupante como el cinismo antes denunciado”.
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O que significa, segundo Navarro (2006b), que os antifranquistas “no tuvieron los mismos
medios a su alcance que los que tuvieron los vencedores y las autoridades del Estado
franquista para transmitir su propia historia”. É o Estado o que debería evitar “la reproducción
de la memoria histórica conservadora todavía existente”.
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Navarro, 2004b, 130.
891
Navarro, 2004b, 129.
892
Navarro, 2004a.
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Jackson (2006) rebate o recorrente argumento do pretendido carácter caótico da II
República Española repasando os seus logros en materia de liberdades, de separación entre o
Estado e a igrexa católica, de recoñecemento da “diversidad cultural de España”, de política
social e laboral, de ensino, de saúde pública, de política fiscal, de obras públicas e de reforma
agraria. Durante e guerra, as autoridades republicanas condenaron e procuraron impedir os
asasinatos (os paseos) como recurso político, cousa que non se pode dicir do bando
nacionalista. Cárcel Ortí (2008, 387) está en desacordo con esta afirmación de Jackson,
porque
las acciones de los republicanos contra la Iglesia no las hacían personas incontroladas. Es históricamente
falso afirmar que los asesinos eran incontrolados, como muchos autores continúan sosteniendo, pues sabido
es que los grupos más violentos, que en 1936 desencadenaron la ofensiva contra la Iglesia, nacieron,
crecieron y se formaron amparados por la República, instigados por el anticlericalismo fomentado desde el
gobierno y envalentonados desde la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Da la impresión no solo
de que la persecución estaba organizada y programada, sino también de que sus mismos ejecutores
quedaron satisfechos de los resultados obtenidos.
Los supuestos «incontrolados» eran personas integradas en los comités que había en todos los
pueblos, villas y barrios formados por representantes de todos los partidos del Frente Popular y sindicatos,
que decidían sobre la vida y la muerte de quienes les parecía, y contaban con milicianos o patrulleros de
control para llevar a cabo las ejecuciones. De este modo fueron asesinados la mayoría de los mártires.
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En realidade, este sería esencialmente o relato do modelo segundo intento de Huntington,
que expuxemos con detalle no capítulo 6. Reig Tapia (2006a e 2006c, 75-114) dedícalle unha
demorada reflexión a este modelo. Para o autor, a inevitabilidade da Guerra Civil non é máis
que un mito inventado polos vencedores para autoxustificárense e lexitimaren a súa traizón á
orde republicana, unha traizón que derivou nun auténtico xenocidio. A guerra tampouco foi
propiamente unha traxedia, xa que, de cualificármola deste xeito, estaríamos aceptando un
modelo da historia providencialista ou determinista, segundo a cal, a guerra había estoupar
indefectibelmente. Fontana Làzaro (2006) cre que a idea da inevitabilidade da guerra (e, por
extensión, do reparto das responsabilidades) é propiamente revisionista. (Un exemplo
eclesiástico da caracterízación da Guerra Civil como unha traxedia atopámolo en Asenjo
Pelegrina [2008, 61]: “La Guerra Civil española fue una inmensa tragedia. Así es en realidad
toda guerra y más si es entre hermanos”. Tamén Ben-Dror [2003, 74-75] fala de “la tragedia de
la Guerra Civil”.)
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Un antigo core executive franquista, Fraga Iribarne (2007), que non se arrepinte do seu
modo de vida porque forma parte do seu “sentido cristiano de las cosas”, ofrécenos un exemplo
arrepiante da brutal defensa que a dereita española segue a facer do relato canónico: “Aquí
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