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Los hermanos Karamazov.pdf - Ataun

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—Sí —respondió Gruchegnka—; hazle la cama<br />

en el diván.<br />

Por las respuestas que recibió a sus preguntas,<br />

Gruchegnka comprendió que Maximov no tenía<br />

adónde ir.<br />

—El señor Kalganov, mi protector, me ha dicho<br />

francamente que no volverá a recibirme. Y me ha<br />

dado cinco rublos.<br />

—¡Qué le vamos a hacer! —exclamó Gruchegnka<br />

con una sonrisa de compasión.<br />

Esta sonrisa conmovió al viejo, cuyos labios<br />

temblaron de emoción. Así fue como Maximov se<br />

quedó en casa de Gruchegnka en calidad de parásito.<br />

Ni siquiera durante la enfermedad de la joven<br />

dejó la casa. Fenia y su abuela —la cocinera— no<br />

lo echaron, sino que siguieron dándole de comer y<br />

haciéndole la cama en el diván. Gruchegnka se<br />

acostumbró a él, y cuando volvía de visitar a Mitia,<br />

al que había empezado a ir a ver apenas se repuso<br />

de su enfermedad, se entretenía comentando nimiedades<br />

con «Maximuchka» para olvidar sus penas.<br />

Resultó que el viejo tenía cierto talento narrativo;<br />

así que incluso llegó a no poder pasar sin él.<br />

Aparte Aliocha, cuyas visitas eran siempre breves,<br />

Gruchegnka apenas recibía a nadie. El viejo comerciante<br />

Samsonov estaba gravemente enfermo, «se

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